Quizás... en otra vida

Start from the beginning
                                    

Lo raro fue que desde ese día nunca volvimos a saber nada de Tobías, hasta que cinco años después apareció en un día de lluvia tocando la puerta de mi casa. Ese día mi padre no se encontraba ya que se había ido de viaje, mi madre todavía no llegaba del trabajo y yo acababa de dejar a Suri en sus clases de danza.

Con un poco de duda le abrí la puerta. Tobías me sonrió como siempre, mostrando su perfecta dentadura, pero ya no era como cuando lo conocí. Estaba muy delgado, se lo veía cansado y descuidado, además estaba mojado.

- Fran ¿Y Nora? - preguntó mientras se secaba con una toalla que le di.

- Ya debe estar por llegar ¿Qué te pasó?

- Oh...- se miró y soltó una risa desganada- estoy un poco enfermo. No me dieron mucho tiempo...

- ¿Quién?

- El médico, me dijo que en cualquier momento puedo partir de la tierra así que necesito hablar con Nora.

En ese momento mi madre entró a la casa. Se sorprendió de ver a Tobías, pero más se sorprendió de ver el estado deplorable en el que se encontraba. En cambio, los ojos apagados de él se iluminaron al verla. Me pidió que me fuera a mi habitación así ella podía charlar con él en el living. Le hice caso, pero hasta cierto punto. Subí, cerré la puerta pero sin entrar, luego bajé sin hacer ruido y me quedé en las escaleras tratando de escuchar.

-¿Pero no estabas con quimioterapia?

- Mi cuerpo está muy débil, Nori. Ya no aguanta más nada...

- ¿Cuánto tiempo?

- Máximo una semana...

- ... No sé en qué te puedo ayudar -dijo mi madre con la voz quebrada.

- Solo quiero que me escuches. Nora, siempre te he amado y nunca dejé de hacerlo. No puedo irme de este mundo sin decirte todo lo que siento. Perdón por no haberte encontrado antes, por no haberte hecho feliz como en algún momento te lo prometí. No te puedo pedir una última oportunidad porque otra vez este es mi fin.

- Yo... Sabes que te quiero muchísimo y volverte a encontrar ha sido un gusto hermoso. Quizás... en otra vida, y si el destino quiere, nos volvamos a encontrar.

- Nori... Nora ¿Me amarás?

- Seguramente en otra vida, Tobi. Vení, dame un abrazo.

Hubo un silencio largo, luego un par de sollozos y por último: pasos. Subí lo más rápido y, escondido en el primer descanso, vi a Tobías irse. Sus hombros ya no estaban tensos, parecía que se había quitado un gran peso de encima. Mamá no me vio o hizo que no me veía, y se puso a cocinar.

Tres días después Tobías falleció. Un cáncer de hígado se lo llevó de este mundo a los pocos años de haberlo detectado. Mi madre lloró mucho pero siguió su vida como siempre.

Sin embargo, cuando cumplí veintidós años, le diagnosticaron leucemia. Desde que la internaron, mi casa parecía un cementerio. Mi padre se la pasaba encerrado y siempre éramos mi hermana y yo quienes estábamos la mayoría del tiempo con mi madre. Porque si bien estaba en un hospital, todavía había vida junto a ella, energía y un aura de mucho amor que aún la rodeaba.

Una noche me quedé con ella. Sentí su mano sobre la mía y una pregunta en susurro que me desconcertó.

- Fran ¿Crees en la reencarnación?

- ¿En la qué?

- Es cuando una persona muere y su alma renace en otro cuerpo, normalmente en un recién nacido.

- Ah... No ¿por qué?

- Entonces te voy a contar un cuento ¿Querés?

Esa noche mamá empezó a contar la historia de una joven que había renacido muchas veces y que en todas sus vidas siempre se enamoraba de un alma que, al igual que ella, llevaba el mismo tiempo renaciendo en distintos cuerpos de diferentes años o épocas. Que, por algún modo u otro, ambos siempre se encontraban y se reconocían al instante, pero que nunca pudieron estar juntos. Además siempre se repetía el mismo patrón en cada una de sus vidas: cuando uno enfermaba y moría, el otro a los años lo seguía.

Cuando la escuché no me pareció muy creíble, parecía un cuento fantasioso, pero me di cuenta que no lo era cuando mi madre afirmó que Tobías, aquel hombre de risa contagiosa, o mejor dicho el alma de Tobías reencarnaba junto con ella.

Nora, aquella mujer pacífica, de carácter serio, de postura firme pero muy amorosa estaba abriendo su corazón a su hijo. Me dijo que su alma era muy enamoradiza, que sí bien Tobías era su alma gemela, que nunca dudara de cuánto amaba a mi padre, de lo feliz que era con él y que no se arrepentía de haberlo conocido. Que ser madre mía y de mi hermana era el mayor amor y agradecimiento y que, la mejor parte, es que ambos éramos hijos del amor que ambos padres sentían entre sí.

Por último, me dijo que nos amaba incondicionalmente, que estaba segura de que podíamos seguir sin ella, que debíamos confiar en nosotros mismos y que ella estaba orgullosa de cada uno de nosotros. Se disculpó por no ser la mejor madre del mundo y ambos, al final, nos fundimos en un eterno abrazo húmedo por nuestros llantos.

Mi madre falleció esa misma noche. Se fue en un suspiro y dolió eternamente en mi corazón. Aunque nos veníamos preparando, nos golpeó tan fuerte que nos costó seguir adelante, pero lo logramos. Su recuerdo y sus palabras se volvieron un motor para afrontar cualquier adversidad.

A veces me pongo a pensar si el alma de mi madre se reencontró con su ser amado o con su alma gemela, si será feliz o si... en algún momento se pudiera romper su maldición ¿Se rompería acaso si lograran estar juntos? Pero luego me acuerdo de la novia de Suri, Vera. Y pienso: tal vez ellos no, pero sus descendientes sí.

Quizás... en otra vidaWhere stories live. Discover now