Déjame entrar (versión 2) (Fugo)

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Esta historia es una versión alternativa de la anterior, ya que, cómo no podía decidirme por el final de la historia, decidí hacer dos. Así que la primera parte es una copia textual del capítulo anterior.

Años atrás, cuando Narancia se presentó como un miembro oficial de Passione, un resignado Bruno Bucciarati le preguntó dónde estaba viviendo.

—Llevo tres semanas durmiendo en un motel.— Respondió el mocoso de catorce años, casi con orgullo.

Así que Bucciarati lo envío a vivir con Fugo, pues no creía que Narancia fuera lo suficientemente responsable como para vivir por su cuenta y consideraba que a Fugo le vendría bien algo de compañía.

Pannacotta vivía en el segundo piso de un restaurante de comida turca. Estaba en uno de esos barrios en los que no debías salir después del atardecer sin una navaja, pero la renta era barata y el lugar tenía dos habitaciones, un baño completo, una pequeña cocina y podía accederse directamente desde una no-tan-oxidada escalera de caracol en la parte lateral del edificio, dando la sensación de que era una casa independiente y no el segundo piso de una construcción mal planificada.

Cuando Bucciarati dio la orden, Fugo creó mil excusas para evitar que Narancia se mudara: Odiaba fervientemente la idea de permitir que esa pequeña rata perturbara su paz.

Ahora, lo que odiaba era lo vacío que se sentía el lugar sin él.

Ya habían transcurrido ocho días desde aquella mañana en la que él y el resto del equipo se habían separado frente a San Giorgio Maggiore. O tal vez nueve o diez: Era difícil saberlo, pues el tiempo transcurría de forma extraña desde que se había quedado solo.

Los primeros días había vagado sin rumbo fijo, no sabiendo si estaba en peligro, si se le consideraba un traidor o si simplemente todos se habían olvidado de él.

Al final, decidió que lo más razonable era volver a Nápoles: Estaba cansado, apenas le quedaban unos cuantos billetes en la cartera y no tenía sentido tratar de esconderse de una organización tan grande como Passione: Si el jefe lo hubiera querido muerto, ya lo estaría.

Además... Si por alguna razón Narancia o los otros decidían volver por él, quería estar en un lugar donde pudieran encontrarlo.

Así que volvió a casa.

En ese momento era de noche, pero Fugo no estaba seguro de la hora, pues el único reloj de la casa estaba descompuesto y no veía sentido en arreglarlo. La ausencia de ruido proveniente de la calle podía ser un indicador de que era muy tarde, pero también podía deberse a la furiosa tormenta que se azotaba la ciudad: Solo alguien loco (o desesperado) estaría a la intemperie con ese clima.

La luz de un relámpago se filtró por la ventana, iluminando la estancia completa por un instante. Unos segundos después, un trueno ensordecedor retumbó en sus oídos. Y todas las luces en la casa (y probablemente en el barrio) se apagaron.

Mientras soltaba un suspiro desganado, comenzó a buscar a tientas el ticket de supermercado que estaba usando como separador, lo colocó entre las páginas de su libro y trató de encontrar a ciegas su habitación.

A él no le molestaba la oscuridad, pero a Narancia le aterraba, y como la instalación eléctrica en la zona era una mierda, siempre dejaba una linterna recargable, un encendedor y velas en la mesa de noche de su habitación. A esa hora, lo más razonable hubiera sido simplemente tratar de dormir, pero Fugo había hecho eso toda la tarde, así que no estaba cansado (por lo menos, no físicamente). Tras unos minutos encontró la pequeña linterna, y con ayuda del diminuto haz de luz, comenzó a encender las velas. Realmente solo necesitaba de un par de veladoras sobre la repisa, pero tenía demasiado arraigada la costumbre de encender varias y distribuirlas estratégicamente para que iluminaran toda la sala, porque eso hacía sentir a Narancia seguro. Así que eso hizo.

Horror's Bizarre Adventure (Español)Where stories live. Discover now