Era sorprendente cómo una situación podía cambiar tanto mis ánimos sobre el futuro. Si antes tenía dudas de partir, ahora solo quería esfumarme para siempre y olvidarme de todo lo que pasó. Necesitaba abrazar a mi madre, desahogarme con mi mejor amiga y dejar que el resto de mi existencia siguiera su curso con su respectiva herida en el corazón.

Así es el amor, ¿cierto?

Supe que Dominic estaba a punto de irse cuando escuché la sirena de una ambulancia en el estacionamiento del hotel

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Supe que Dominic estaba a punto de irse cuando escuché la sirena de una ambulancia en el estacionamiento del hotel. Múltiples voces y pasos resonaron por todo el pasillo durante los siguientes minutos mientras yo acomodaba mis cosas en la maleta. Miré hacia la puerta por reflejo, con la barbilla temblorosa.

—Dominic ya está sedado —comentó alguien—. Pueden proceder.

Abrí los ojos más de la cuenta, me sequé las pocas lágrimas que surgieron al escuchar su nombre. Seguí metiendo ropa a la maleta para distraerme, aunque no funcionó. Mi poca estabilidad emocional volvió a fragmentarse en el momento en que noté que mi habitación se hallaba cada vez más vacía y que Dominic ya estaba a punto de irse.

No quiero que esto termine...

Pero mi terquedad se debía únicamente a mis recientes vivencias fuera del dolor porque no podía creer que las cosas acabaran como lo hicieron. Dom me traicionó justo en el último minuto, cuando menos pensé que lo haría. Y lo peor fue que ni siquiera él mismo tuvo el atrevimiento de decírmelo.

Tomé el vestido rojo de la cama cuando era momento de guardarlo. Lo observé fijo, con los ojos borrosos y las manos temblorosas. Apreté los dientes y los dedos, esperando tranquilizarme. Sin embargo, no pude detenerme a tiempo, algo que lamenté. Rompí la falda del vestido de un tirón. El ruido de la tela desgarrándose me resultó ligeramente placentero, en especial porque sentí que me libraba de una carga molesta.

Lo tiré al suelo, respirando con un poco de fuerza. Después lo pateé para alejarlo lo más posible de mí. No quería volver a verlo, aunque por mucho tiempo fuera mi preferido. El basurero sería su nuevo hogar, a donde paran todas las cosas que ya no sirven y nadie quiere.

Ojalá las relaciones pudieran desecharse así también.

Me senté en la cama, cubriendo mi rostro con ambas manos para ahogar un poco el ruido de mis lamentos. De fondo solo se oyeron los mismos pasos y voces entrando y saliendo de la habitación de Dom. Al menos no me oiría nadie ni se detendrían a pensar en lo ridícula que me veía.

No vale la pena, no vale la pena... Me repetí sin parar, pero no logré tranquilizarme hasta que tocaron la puerta y me interrumpieron.

Rápidamente, me sequé las lágrimas y me levanté hasta la entrada para abrir, aunque no tuve la confianza suficiente para dejar que alguien entrara a mi habitación. La entreabrí con dudas, asomando un poco la cabeza.

Lo primero que saltó a mi vista fue la puerta de enfrente abierta de par en par y una silla de ruedas. Dos personas apilaban algunas pertenencias en el pasillo y dos más estaban de pie junto a la cama, donde sobresalían un poco las piernas de Dom.

El contagio que nos presentó [COMPLETA]Where stories live. Discover now