Capítulo 25

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Sujeté con fuerza la mano del doctor Zhang cuando me metieron el hisopo gigante por la nariz, también cuando lloré sentada en la misma esquina de la cama a causa de una profunda herida emocional.

No dejé de pensar en la confesión de William ni en la asfixia accidental que Dominic provocó al abrazarme. En ese momento pensé que me mataría sin querer, en especial porque estuve cerca de desmayarme bajo sus brazos.

Luego de que pudieran quitármelo de encima y Zhang me hiciera reaccionar, Dominic juró y perjuró que no se dio cuenta de que estaba empleando mucha fuerza para abrazarme. Se disculpó tanto como pudo, sin parar con las lágrimas.

De nuevo trató de lanzarse a mis pies, pero William impidió que siguiera perdiendo la dignidad conmigo. Con ayuda del personal del hotel lograron sacarlo de mi habitación, aunque este se resistiera débilmente y maldijera a gritos cuantas veces pudo.

Antes de irse por completo se sujetó del marco de la puerta, usando la poca fuerza que le quedaba. Echó una última mirada a su espalda, dirigida específicamente a mí.

—¡Perdóname, Ai! —exclamó, con medio cuerpo ya en el pasillo—. Yo no quería hacerte daño.

Aunque lo hubiera hecho física y emocionalmente de las formas más intensas que se le pudieron ocurrir. Bajé el rostro, miré hacia el alfombrado para no tener que cruzarme con sus ojos. Sus disculpas me herían más por lo innecesarias que eran y su condición demacrada también me provocaba preocupación y pesar.

—Déjame explicarlo, por favor... —insistió una última vez antes de que Will pudiera sujetarlo de uno de los brazos.

La voz imparable de Dominic se escuchó cada vez más lejos, hasta que finalmente la misma puerta de su habitación terminó por ahogar el ruido. La enfermera Adams acompañó al resto de los hombres, dejándome a solas con el doctor Zhang.

Que el pecho me doliera no fue ningún impedimento para desahogarme de mis otros malestares. Cerré los ojos, agaché la cabeza y me pasé una de las manos por el rostro. Me dije a mí misma que me relajara y que no mostrara debilidad, pero tan pronto recordé las acciones de Dom, mis labios se tensaron, se agrandó el nudo en mi garganta y finalmente volví a llorar de decepción.

Zhang se sentó a mi lado, sin decir nada por los próximos segundos. No sabía hacia qué dirección miraba porque sus goggles se empañaron. Encorvado un poco hacia adelante, giró la cabeza y me preguntó en voz baja qué había sucedido.

—Él ya tenía novia. —soltar esas palabras resultó más fácil de lo que pensé—. Y no me lo dijo.

Mi llanto fue lo único audible en la habitación. Solo pude imaginarme las reacciones del doctor bajo su muy cubierto traje. En las casi dos semanas que me había quedado en el hotel jamás había visto su rostro. ¿Estaría sintiéndose apenado por mí?

—Estoy tan sorprendido como tú —confesó, con ambos codos en las rodillas—. Dominic solo me hablaba de ti...

Mi corazón se achicó, me encogí en mi asiento sin poder detener mi tristeza. Zhang sujetó sutilmente una de mis manos, sin pensárselo ni por un instante. Soltó un corto "lo lamento", como si alguien importante para mí hubiese fallecido. Fue mi relación con Dominic la que murió casi tan rápido como vino al mundo y por la que sabía que no valía la pena llorar.

Odiaba ser tan vulnerable y tan estúpida.

Me sequé las lágrimas con rapidez, esperando que con eso también desaparecieran todas mis inseguridades. Respiré con pesadez, abrumada, pero dispuesta a seguir. Al menos lo suficiente para sobrevivir el resto del día.

—¿Podría realizarme la prueba de COVID? —dije con irritación, pasándome el dorso de la mano por la nariz—. Quiero irme de aquí.

—Por supuesto —contestó él, palmeándome la espalda y levantándose de la cama—. Ya verás que en dos días seremos libres.

El contagio que nos presentó [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora