Capítulo 10: Temperatura

Comenzar desde el principio
                                    

Aprovechó para ducharse después de mí, y yo tomé el lugar en el que estaba él antes, vislumbrando su sombra al otro lado de la cortina mientras se restregaba.

No tenía cabeza para pensar en algo sexual en ese momento, estaba bastante desconectada de la realidad aún.

En cuanto se puso el bóxer del otro lado y corrió la cortina a un lado, volví a tomar su mano y a conducirlo hacia mi cama.

Nos acurrucamos debajo de la manta, abrazándonos. Él estaba medio desnudo, pero yo llevaba ropa de los pies a la cabeza. Tenía puesto el aire acondicionada en la temperatura más baja por si acaso y estaba casi que tiritaba cuando coloqué mi cabeza desnuda sobre el pecho frío de Eisherz.

Me quedé dormida escuchando los latidos de su corazón e ignorando lo helada que me encontraba.

(...)

—Madison. —sentí como unos dedos gruesos y frescos, colocaban un mechón de mi cabello detrás de la oreja.— Despierta.

—Mmm... —me removí un poco antes de abrir uno de mis ojos, intentándome adaptar al resplandor que entraba por mi ventana abierta.

—Necesitas comer algo.

Ladeé la cabeza por completo hasta el lado de la cama en que se encontraba Eisherz sentado. Llevaba uno de los pullovers que habían pertenecido a mi hermano, y un pantalón largo de tela. Sus ojos grises se encontraron con los míos, y me sonreía con una ternura que quise grabar en lo más profundo de mi ser.

—¿Qué hora es? —pregunté cuando fui capaz de encontrar mi voz.

—Son las diez y cuarto.

Bufé.

—Es mi día libre. Déjame dormir un rato. —me giré hasta quedar boca abajo en la cama.

—Pero tienes que comer algo. Anoche no comiste nada.

Solo pensar en la noche anterior, provocaba que mi corazón doliera.

—No quiero. —repuse, dispuesta a quedarme el día entero en cama si hacía falta.

—¿No piensas levantarte? —inquirió en un tono que me causó un poco de ansiedad, pero aun así, negué con la cabeza— Pues te lo has buscado.

Y seguido, sentí su mano azotar mi trasero, levantándome en el acto.

—¿Me acabas de dar una nalgada? —mis mejillas se calentaron al instante y mis ojos parecían querer salirse de sus órbitas.

—No querías levantarte. —declaró, encogiéndose de hombros desde su dirección, con la cama de obstáculo entre ambos.

—¡Me acabas de dar una nalgada! —chillé mucho más alto de lo que pretendía.

—Sí, ¿Y eso qué?

Mi rostro debió transformarse de un momento a otro en uno terrorífico, porque fue nada más abrir los labios para hablar y él ya se había dado la vuelta para emprender su huida, conmigo siguiéndole.

—¡TE MATO!

—Madison, hablemos de esto, ¿quieres? —suplicó con las manos en alto desde el pico inferior de las escaleras.

—¿Hablar? —me reí mientras bajaba cada escalón con calma— Si tú eres más de acción, ¿no?

—Sí, pero de una acción buena. No una en la que me golpees.

—Pero si solo será un poquito. —bromeé estirando mi mano para alcanzarlo cuando ya lo tenía lo suficientemente cerca. Pero, ¿Cómo no? Separó sus pies del suelo y comenzó a flotar por los aires.

EisherzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora