Una bruja muy particular

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Miró por la ventana y sus ojos se encontraron con lo mismo de siempre. Diez alcachofas, quince papas, siete jitomates, el conejo blanco de la vecina que, indudablemente, se llevaría una zanahoria en cinco segundos; la mata de baya mágica, el agujero vacío de la zanahoria recién extraída, la piedra porosa y enorme llena de pájaros que la picoteaban sin cesar, el trasero del ladrón alejándose hacia la casa de la vecina... otra mañana aburrida. Esperaba que mejorara porque el día pintaba para ser especial.

Suspiró nerviosa y pegó la frente al vidrio; el aire caliente que salió de sus orificios nasales se adhirió a la superficie lisa y fría, creando un efecto nublado en su vista hacia afuera. Se pasó una mano por el cabello crespo y lleno de ursuela a la vista, pero al tacto... era totalmente diferente. Le gustaba tocar su cabello porque era la única manera en la que podía darse cuenta de cómo era en realidad.

Unos pasos en la escalera le anunciaron que Yuuko bajaba. La joven puso los pies en el suelo y se incorporó del acolchado taburete de dos plazas para encontrarse con la mirada fastidiada de la mujer. Yuuko Ichihara era una de las hechiceras más poderosa de todos los reinos... una cosa especial, ciertamente; cualquiera que hubiese compartido más de dos palabras con ella lo sabría de inmediato; sin embargo, también, cualquiera que compartiese con ella más de diez palabras, notaría lo desagradable que era la mujer. Bien... Yuuko era desagradable con todos, menos con su joven protegida... al menos la mayor parte del tiempo.

Sakura sonrió al ver que la hechicera de cabellos negros como el ébano se pasaba una mano por el rostro con expresión contrita. Tenía cara de copas.

—¿Volviste a beber por la noche? ¿No podría haber sido en otro momento?

—¿Y qué si lo hice? Gracias al cielo ningún hombre puede decirme qué debo o no debo hacer, así que no te comportes como uno.

Sakura rio de buena gana y se cruzó de brazos.

—Me desperté temprano para practicar porque hoy es mi examen... pero parece que mi maestra lo olvidó.

Yuuko bufó con cara de pocos amigos y negó con la cabeza en tanto que avanzaba hasta ella y se dejaba caer en el sillón de la pequeña sala, con la bata semi abierta que dejaba a la vista gran parte de sus prominentes pechos. Sakura no se alteró. La verdad era que su maestra era y siempre había sido, una exhibistionista en potencia, pero la muchacha estaba muy acostumbrada a ello. No se sentó a su lado y solo la estudió por segundos interminables.

Ante la mirada opaca y expectante de la joven de ojos verdes frente a ella, Yuuko bufó en señal de molestia.

—Olvídalo. No te haré la prueba hoy.

Sakura parpadeó sorprendida por las palabras de su maestra. No podía ser cierto. Golpeó con el piso el suelo y negó con las manos.

—No puedes hacerme esto. He estado esperando todo este año para que llegue el día. Quiero ser una hechicera.

—Por ahora eres y seguirás siendo una bruja, hasta que se me baje esta horrible cruda.

—¡Pero tu cruda podría durar semanas!

—Necesito estar al cien en todas mis capacidades para poder hacerte la prueba o no la pasarás.

—Sé que lo haré. Es mi destino, tú lo dijiste.

—Suelo decir cosas interesantes y correctas la mayor parte del tiempo; es decir... casi siempre tengo razón, pero a veces digo estupideces —susurró molesta y se pasó una mano por el cabello antes de contemplar a su protegida con un extraño recelo en sus ojos.

La forjadora de bestiasWhere stories live. Discover now