¿Sabes que otra cosa es rosita?

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Abby Harris

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Abby Harris.



Me miré el cabello como por décima vez en el día.

Tuve un impulso de pintarlo de rosa. Y cuando le pedí el permiso y el dinero a mi hermano, el mismo me llevó a la peluquería. Por eso lo amaba.

Y me había quedado bien, eso me había subido mucho la autoestima, pero seguía sintiéndome mal.

—Ay —Me quejé cuando Adrián tiró de mi cabello. Estaba intentando trenzarlo.

— ¿Jamás te peinas o qué? Tienes como un millón de nudos, así no puedo.

—Me da pereza.

—Anda busca un peine.

Sin replicar, fui a buscarlo a mi habitación y luego volví a la suya para volver a sentarme entre sus piernas. Le di el peine, y él se encargó de deshacerse de los nudos sin maltratarme mucho el cabello.

— ¿Qué tienes, Abby? —preguntó de pronto.

— ¿Qué tengo de qué? —murmuré, mirándome las manos.

—No sé, sueles hablar hasta por los codos y ahora estás muy callada. ¿No te gustó como te quedó el cabello? A mí sí.

—Sí, sí me gustó... no se trata de eso.

— ¿Entonces? —insistió, y cuando no quise hablar, volvió a tirar de mi cabello, pero esta vez a propósito.

—Ayyy.

Toribio asomó su pequeña cabeza por la puerta que se encontraba entrecerrada, miró a todos lados, y decidió volver a irse, lo que me hizo sonreír. Porque ahora ese gato era mi felicidad. Lo amaba más que a mi vida.

—Abby —continuó presionando.

Yo no podía decirle. Tenía miedo.

¿Y si reaccionaba mal? ¿Y si pensaba que yo era una tonta? ¿Y si creía que yo estaba mal porque me gustase una chica?

De nuevo, volví a sentir un molesto nudo en la garganta. Lo tenía desde anoche, solo que por ratos se potenciaba. Y no había podido llorar, no quería llorar. Me negaba a hacerlo.

Dejó de peinarme, porque pareció que había terminado, y entonces me hizo darme la vuelta para verme a los ojos que ya se me habían cristalizado. Porque esa semana estaba siendo toda una sensible y lo odiaba.

—Está bien si no quieres contarme —dijo—. Pero aquí estoy ¿sí? Incluso si solo me usas para darte un abrazo.

Eso me hizo sonreír.

Y no lo dudé, solo lo abracé con fuerza y traté de ahuyentar las enormes ganas de llorar que tenía desde mi conversación con Lily.

Sé que él quería que le contara, que quería que hablara, porque la última vez que me guardé las cosas, no salió bien. Pero no me sentía lista para decírselo. Porque tendría que empezar por Melissa y acabar con Lily, y no quería hablar de ninguna de ellas. Menos, con mi hermano. Y menos, sintiéndome así.

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