Prólogo

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Todo comenzó como debió comenzar: Una noche apagada, repleta de nubes grises y una opaca luz celestial caía en la misma. Los arboles siseaban ligeramente con el viento gélido, y las bestias de la noche eran las únicas que mantenían vigilia alguna. Muy profundo del bosque, justo tras los vigilantes, hallábase un grupo de personajes muy peculiares.

Poseyendo únicamente túnicas blancas y negras, pieles de animales y cintos de cuerdas; un grupo de extraños personajes rodeaban una hoguera enorme. Cada uno viéndola, formando un aro en su alrededor, y con una mirada fría y sin alma, observaban la danza de las flamas que se ejecutaba como la máxima señal de un acto. Uno de ellos, con una túnica blanca y una piel de oso encima, traía un bolso y una peculiar daga dorada colgando de su cuello. Se acercó más al fuego, a medida los otros se alejaban y éste abría su bolsa. Sacó de ella unas hierbas, un libro y un bebé muerto.

Lanzó el cadáver fresco con las hierbas al fuego, y luego la piel de oso que llevaba consigo. Las llamas cambiaron de color, del tono amarillento que uno observa, a uno gris y siniestro; señal de éxito en su ritual. La llama se alzó más alta, al punto que las nubes no se miraban más. Un chillido surgía de la hoguera, indescriptible, pero capaz de aterrorizar al más valiente. En ese momento, y con clara rapidez, el sujeto de blanca túnica sacó un frasco repleto de la sangre del infante, y la bebió. Las gotas que recorrían su garganta, manchando sus ropas, y tocando una vez más la daga. Pronto, la misma llama gris se alargó mucho más, superando a los árboles más altos del bosque; de súbito se dirigió nuevamente a la hoguera, apagándose y cubriendo de humo ese lugar. Pronto el cielo volvió a su tenebroso tono, y el temible silencio gobernó...

Hasta que un rugido lo doblegó.

El Principio de Las HadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora