•Prólogo•

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Siglo XV, Venecia, Italia.









Las familias de granja trabajaban mucho para poder vender sus productos, si les iba bien entonces podrían venderle sus productos a las cocineras del palacio de Venecia, quienes trabajaban para la gran familia Verotto.

La gente de la realeza y la gente del pueblo; dos clases sociales que dependían una de la otra.

Hagnese y Vika no eran iguales en nada.

Mientras que Hagnese vivía en un palacio custodiado por hombres de trajes de acero, tomando vino en copas de oro, peinando su rubio y largo cabello por las mañanas, tomando clases de modales y pensando en si su pequeña corona estaba de lado o no. Vika era una campesina de piel negra, a quien no le importaba manchar sus manos con tierra; tratando de que su alborotado cabello rizado no se enredara, y escuchando las pláticas de su padre con los hombres del pueblo para que al final él eligiera quien sería la mejor persona a la que vendería a su hija.

Todo cambió la mañana de un sábado soleado cuando Vika paseaba por el mercado con una canasta de frutas, ella se tropezó accidentalmente con alguien y de no ser por ese delicioso aroma a perfume no se hubiera dado cuenta que había golpeado sin querer a la princesa Hagnese.

—¡Lo siento mucho, su magestad! —la chica campesina hizo una reverencia ante la rubia, se sentía muy culpable.

—¡No, no! ¿Qué hace? Por favor, no tiene por qué disculparse —contestó Hagnese, casi en un susurro como si no quisiera que la gente se fijara en ella.

—¿Está usted sola, majestad? —averiguó preocupada— ¿Alguno de sus soldados la acompaña?

—No, nada de eso.

La princesa tomó a la campesina del antebrazo y la jaló hacia un rincón cercano, entre las paredes altas dónde nadie la veía se quitó el velo marrón, dejando al aire los destellos dorados de su cabello que era atado en dos coletas con tela de ceda. Sus gestos eran tan finos que Vika se sintió intimidada.

—Los soldados de mi padre deben buscarme ahora mismo, pero si usted me ayuda a alejarme del pueblo puedo darle algunas monedas de oro —ella sacó debajo de su manga una bolsita de tela, la cual al abrirla dejó ver el oro prometido.

—Su majestad, no puede pedirme eso —Vika empujó su mano para que nadie viera lo que traía, podría ser una tentación para cualquiera—. Yo tendría muchos problemas y podría ir a la cárcel, me parece que usted está bromeando. Creerán que la he secuestrado —se burló de sí misma para no sentirse tan mal.

—¡Por favor, señorita! Ahora ocurren muchas cosas en el palacio de las que me siento en obligación de huir. ¡Se lo ruego! —y procedió a arrodillarse frente a la campesina, era tanta su desesperación por huir que estaba creando acciones sin pensarlas.

Que la princesa se arrodillara ante ella era demasiado, sus valores y la obligación que sentía en su interior hicieron que no pudiera negarse, no lo pensó más y se la llevó consigo a la granja.

El padre de Vika había viajado a Verona para vender sus quesos, así que tener ahí a la princesa de Italia iba a ser un poco más cómodo.

Hagnese también estaba muy agradecida y sedienta, sin embargo estaba tan acostumbrada a los lujos de su hogar que le fue imposible aceptar las bebidas o comidas que la campesina le ofrecía aún muriéndose de hambre, de cualquier modo, ambas pasaron una semana juntas. Se habían conocido tan bien que incluso se quedaban a la media noche hablando de libros o de Hagnese quejándose de su vida en el reino.

Vika le había enseñado a ordeñar a las vacas, a plantar verduras y recolectar agua de los molinos, le enseñó a cultivar semillas y cuidarse de las abejas; toda una travesía que la princesa estuvo dispuesta a hacer por agradecimiento y para no aburrirse.

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⏰ Last updated: Mar 18 ⏰

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Monster [Oscuros #2] Where stories live. Discover now