~REMINISCENCIA~ ♡•Mattheo Riddle•♡

1.

Empezaba a hacer frío. Ya casi empezaba septiembre y, por lo tanto,  anochecía temprano. Recorría las calles tranquila mientras escuchaba música, caminando hacia la casa de Sirius.

Me calé la capucha de la sudadera y subí la cremallera. Al soltar el aire podía ver como se volvía blanco en el ambiente, se desdibujaba y luego desaparecía, dejando de ser visible.

Seguía caminando y, durante un instante, me pareció oír algo. Disimuladamente cogí mi varita y apagué la música. Me giré lentamente y vi a un grupo de carroñeros y a dos figuras más. Un chico, el cual no sabría decir por qué ni de qué, pero me sonaba de algo. Y también estaba...

Vaya vaya vaya... -ríe- mira a quién tenemos aquí... -ve hacia mí sonriendo mientras ella y el resto me apuntan con las varitas.

Hola tía Bella -le digo, ahora apuntándole con la varita- cuanto tiempo sin vernos... lástima que no hubiese sido un poco más -sonrío falsamente- me quedaría para charlar, pero como comprenderás tengo otros planes... ¡LEVICORPUS!- se lo lanzo al chico, el cual estaba murmurando un hechizo-

Empiezan todos a intentar alcanzarme mientras yo me defiendo... -EXPELLIARMUS- Mi varita sale volando y cae al suelo, tan lejos de mí como de ellos -AGHH Mierda- suelto un grito, un cuchillo me alcanza y se queda clavado en mi estómago, mi tía me mira con una sonrisa macabra, viendo como una mancha de color carmín se extiende por mi camiseta, mientras todos se acercan cada vez más a mí con intención de atraparme. Noto como se me caen las lágrimas mientras me arrastro en dirección contraria, presionando las manos contra la herida intentando ralentizar la hemorragia.

Noto un familiar hormigueo que se desliza por mis brazos tiñendo mis venas y ojos de un negro oscuro, haciendo que tiemble de frío. Poco a poco todo se vuelve oscuro. El espacio se llena de un humo que sale de mi cuerpo y se dirige hacia ellos, deslizándose, reptando por sus piernas, sus torsos...  rápidamente se cuela dentro de los carroñeros, petrificándolos , ahogándolos y tirándolos al suelo, sumiéndolos en un estado de terror, de pesadillas, unas que no perdonan, que matan.

Me fijo en que Bella se convierte en sombras, las cuales se van.

El chico, antes aturdido, posa su mirada en mí. Al principio su rostro es inexcrutable, pero después puedo advertir un atisbo de miedo, tristeza, una gran soledad. Me observa una última vez a mí y a los cuerpos que yacen en el frío y húmedo suelo, para darse la vuelta e irse, consumido entre sus propias sombras, mientras yo me deshago de las mías y me alejo  lentamente de allí con la sangre goteando de las puntas de mis dedos.