Señor Desconocido

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La música recorre mi cuerpo y hace que me mueva al compás, sacudo la cabeza haciendo que mis cabellos se desorden, no sé cuánto tiempo llevo bailando sola, lo único que quiero es quitarme esta sensación tan amarga del pecho.

Encontrar a mi querido prometido entre las piernas de su secretaria fue lo peor de la noche, pero debía de haberlo sabido, al menos, debí notar las señales de alerta, las tantas noches de trabajo constantes con la única compañía de su secretaria, los viajes solo con ella.

Hacía mucho había tomado la decisión de confiar en él, creí que la primera vez que me fui infiel había sido solo una equivocación, algo que se dio en un momento en que las cosas entre él y yo no estaban muy bien, pero ese fue mi error, justificar aquel comportamiento y ahora pago las consecuencias de mis decisiones.

Me acerco a la barra y pido un tequila, me lo tomo de una y dejo el vaso sobre el mostrador, pido otro par y me los bebo de igual modo, cuando estoy por pedir mi cuarta copa, un extraño se para junto a mí, siento su mirada sobre mí y me volteó a verlo tras unos segundos.

—¿Qué pasa? ¿Nunca viste beber a una mujer? —pregunto, incomoda por tanto escrutinio.

—Disculpe, no quería incomodarla —responde el pelinegro con una leve sonrisa.

—¿Qué te causa gracia? —suelto, tratando de enfocar sus ojos.

—Me parece que ya tomó de más, princesa —dice, cogiendo mi muñeca sutilmente.

—No, creo que no, señor desconocido —afirmo, soltándome de su agarre—, cantinero, ¡otra copa! —exclamo, levantando la mano.

Me entregan otra copa con tequila y sigo sintiendo aquellos ojos sobre mí, dejo la copa vacía en la barra y de nuevo me voy a la pista, me siento tambalear, choco con varios cuerpos hasta llegar a donde me siento cómoda y lejos de aquellos ojos, creo que eran azules, aunque no estoy muy segura, meneo el cuerpo de un lado a otro, me muevo muy lentamente, sintiendo cada nota traspasar mi piel, nunca he sido buena bailarina, pero esta noche no me importa nada.

Sigo con mi movimiento lento, pero de un momento a otro la música cambia a una más movida y la gente a mi alrededor comienza a saltar, tras varios empujones siento que me voy directo al suelo, lo único que hago es esperar la caída, pero esta nunca llega; cuando abro los ojos me encuentro de nuevo con aquellos ojos inquisidores.

—Como dije, ya está demasiado bebida, señorita —dice, y siento que soy levantada del piso.

Ahogo un grito de sorpresa, pero después cierro los ojos y me acurruco en su musculoso pecho, disfrutando de la sensación de seguridad que me brinda, la verdad es que me siento muy cansada.

Momentos después, siento que me bajan y me dejan sobre un mullido sillón, es tan suave que no quiero volver a abrir los ojos.

—Señorita Tsukino, lo mejor es que me diga donde vive para así llevarla a casa —dice el hombre, parado delante de mí.

—¿Quién es usted? ¿Dónde estoy? —pregunto, abriendo bien los ojos y sintiendo que todo me da vueltas.

—¿No me recuerda? —consulta el pelinegro, que me mira a la cara.

—¿Tendría que hacerlo? Sino se ha dado cuenta, en estos momentos no estoy en mis cinco sentidos —declaro, sosteniendo mi cabeza.

—Bueno, en este momento saber quién soy no tiene importancia y sobre el lugar, seguimos en la discoteca, solo la traje a un reservado para evitar momentos incómodos —dice, mirándome de nuevo a la cara.

—Pero yo me estaba divirtiendo afuera —indico—, usted no tenía derecho a traerme aquí —reniego, parándome torpemente de mi asiento y acercándome a él.

Señor desconocidoWhere stories live. Discover now