Capítulo 2 - Hospital y deseo.

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Mi madre dio aviso inmediatamente, salió de ese cuarto frío y blanco por todas partes, ¿cómo pasó?...yo estaba saliendo de un lugar, y ahora estoy…¿aquí?

En cinco minutos, me relataron lo que parecía un estruendoso impacto y la trágica escena de alguien que a su temprana adultez estuvo por perder la vida. Sentía cada recuerdo como cada hematoma, estaba inmóvil y mis ojos se abrieron más.

Mi madre se acercó a mí y comenzó a besarme la frente, enseguida comencé a llorar, creo que era mi material inconsciente cuando respiré por primera vez, también en ese entonces ella me había besado y yo lloraba dándole paso a la luz, a la vida, a ser yo en este mundo en mi día cero. No sabía qué hacer, ni siquiera pude mover mis manos para secarle las lágrimas a mi madre y de paso a mí. Mi hermana y mi Padre se colocaron al otro extremo de mi cama, solo gire mi cabeza lentamente al lado que se dirigían y esbocé una sonrisa apenas visible. Alguna vez en mi empleo, me preguntaron sobre el significado de “renacer” en tu propia vida, al principio me parecía un disparate pensar en un renacimiento tal cual, en esa ocasión me resumí a contestar con una plática amena grosso modo sobre el “vacío existencial” y “sentido de vida”, la realidad era que como profesional tal vez comprendía los múltiples renacimientos emocionales y estructurales de una vida, pero como yo, Adela, no tenía una maldita idea de que era “renacer”. Posiblemente en cada decepción amorosa, el duelo y el empoderamiento al salir a la calle con el maquillaje perfecto, dos o cuatro kilos menos o buscar a mis amigos para salir el fin de semana. Pero…¿Renacer?, tal vez hubo ocasiones en qué pude haberlo experimentado y ni siquiera me di cuenta, estaba tan preocupada por ser perfecta o sólo socialmente aceptable, que olvidé lo que era estar conmigo misma y sólo despreocuparme.

Si me preguntas ahora, sobre ¿qué es renacer?, aún tengo mis dudas, pero ver a mis padres y mi hermana, en un cuarto de hospital, inmóvil e indefensa con dolor al respirar…¡sí!, definitivamente ahora sé que es “renacer”.

El Doctor Cantú se presentó formalmente conmigo, mi familia atentamente presentes y yo, entre el cielo y la tierra, parpadeando como si eso fuera a darme claridad de la neblina de emociones y recuerdos desquebrajados en mi memoria. Contusión en la cabeza, una costilla rota, inflamación de dos discos en la zona lumbar de la columna y una cuenta saldada en el hospital pues el responsable aceptó su estúpida actuación en la calle para evitar pisar la cárcel, añadiendo a eso cuatro unidades de sangre transfundidas debido a mis múltiples golpes en piernas y torso. Las lágrimas de mi renacer, se convirtieron en lágrimas de rabia e impotencia, la nota clínica era reposo absoluto por al menos dos semanas y una amplia gama de analgésicos para mitigar el dolor. Paradójico que trabajes con los dolores ajenos mediante técnicas y aquí, mi dolor se disolvía con medicamentos que pasaban de la gran bolsa de suero hasta mi apenas notoria vena de la mano derecha. Después de la cátedra de mis consecuencias no pedidas del accidente y los cuidados, algo salto a mi vista, alguien.

Enseguida, el médico interno se presentó en la escena de la oscura y tétrica habitación de hospital (tal vez eso se leyó muy dramático, pero en eso momento así era), sólo sé que si hubiera salido primero ese hombre, ipso facto hubiese creído en haber entrado a la sala de espera del cielo.

El bullicio de las preguntas de mi familia, las anotaciones del médico interno y las indicaciones a las enfermeras del doctor, me distrajeron totalmente y sólo quería resolver el caso de ese trozo de vida que se me fue entre el choque y mi llegada al hospital, mi querida hermana era quien me daría los detalles crudos y reales de lo que pasó, ella se quedó a cuidarme en la noche, la historia comenzó a tomar forma.

Llegó el momento de la despedida entre mi hermana y yo, eran las 5:40 a.m. así que tenía que prepararse para la exposición de su proyecto final, ya habían estipulado su rol de cuidado mientras estuve dormida así que sería solo un par de horas que estaría sola en este día.

Tantas películas que se desarrollan en hospitales, nada puedo compararlo con estar en uno, con la familiaridad necesitada en cada enfermero, o la dependencia para acomodar una almohada, al final de todo, este sería mi “hogar” por al menos dos semanas.

5:45 a.m., la soledad me cala, veo hacia el ventanal, ¡qué bello azul misterioso tiene la madrugada!... la soledad y yo, escasos cinco minutos y ya siento el silencio incompleto con máquinas relucientes así como el olor penetrante del cloro.

5:55 a.m. estoy por empezar a aceptar mi cuerpo desnudo cubierto por la bata azul turquesa y mi cabello enredado con la marca de la almohada, y ahí está…con un tic nervioso usando su bolígrafo apretando continuamente el botón para que la punta fina pueda ser usada, uniforme color negro de dos piezas y su bata blanca deliciosamente perfumada con su “360°” de Perry Ellis; - ¿Cómo te sientes Adela? – me preguntó con una sonrisa apacible y sosteniendo en su otra mano la carpeta con mi expediente, yo sólo quería un espejo y un cepillo: me veía tal vez como me sentía.

Tomo  una de las sillas de mi habitación compartida, se sentó con un aire de confianza apoyando la carpeta en su rodilla izquierda y comenzó a anotar los datos que estaban en la cabecera de mi algo incómoda cama. Me avisa que necesita información para mi historia clínica, sin darme cuenta, me perdí en sus ojos grandes y su voz tan contundente, así que sólo dije sí y ya no quería saber nada más. Comencé a desear ser yo la de las preguntas pero enfocándolo en mi situación actual, se percibe como un plan maquiavélico y un tanto gris. A cada pregunta contesté con honestidad, hasta que llegó a la parte de “salud reproductiva”, resonaban tambores en mi mente y esas canciones de fondo con tintes melodramáticos para esta escena…¿Adela cuántas parejas sexuales has tenido?, de inmediato conté aquellos encuentros casuales, novios, amigos con derechos y reencuentros por los viejos tiempos, la suma era de quince pero yo lo dividí entre cinco así que contesté: tres.

Y sí, la Adela envalentonada y con experiencias sexuales a lo largo de su vida, se acobardó “no sé por qué” al momento de contestarle a él. Su reacción fue objetiva y anhedónica, continuó con el resto para después llegar a la parte de tatuajes y perforaciones, un tímido nueve y tres se asomaron como respuesta. Ahí comenzó todo. Pudo ver mi tatuaje en la mano izquierda, en un flash de rapport, dejó su rol de profesional y como un niño enseñando un juguete, él me enseño su tatuaje. Fue un momento en el tiempo, algo que me dijo, algo va a pasar, él no es ordinario y tú, estás aquí, queriendo entender todo y a la vez no saber nada.

La historia clínica se completó, pero algo fue diferente desde ese día.

Quería irme del hospital, pero algo me hacía no desear salir de su vida jamás. 

ADELATempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang