—¿Quién está ahí? ¿Eres Potter? ¿Eres Harry Potter? —mi tía Andromeda preguntó, inmediatamente fui hacia él, a pesar de las advertencias de mi tia, apenas podía ver por la oscuridad, pero al tocarle la cara, supe que era él, sobre todo esas gafas redondas que milagrosamente seguían intactas, muy segura que Hermione les habia puesto un hechizo hace años.

—Es él.— jadeé, traté de sonreír, se veía apenas consciente pero al menso me reconocía gracias a la luz que nos daba la varita—. Hola cariño.

—¿Laila....?— él murmuró extrañado.

—¡Se han estrellado, Ted!— la mujer le gritó a su esposo—. ¡Estrellado en el jardín!

Harry cerró los ojos, desmayándose e inmediatamente cuando le puse las manos en el cabello sentí algo tibio en mis manos, era su sangre.

—¡Esta sangrando— avisé alarmada, sentí los apresurados pasos de mi tio Ted hacia nosotras y ambos usando sus varitas, privilegio que yo no tenía, alzaron a Harry y a Hagrid en el aire, llevándolos hacia dentro de la casa. Noté el estanque, estaba hecho un desastre, ruedas y piezas de la antigua motocicleta de mi padre hecha trizas, luego vi al cielo, las barreras protectoras habían hecho su trabajo, sentí algo apretarse en mi pecho antes de dar media vuelta e ir corriendo de vuelta hacia la casa.

Inmediatamente fui hacia donde habían puesto a Harry, en el sillón largo de la sala de estar, le subí un poco la camiseta para ver que tan grave se veía, por ese raro hueso, diría que tenía una costilla rota, además del brazo que estaba en una extraña posición. 

—¿Qué te hicieron, mi cuatro ojos?— murmuré, quitándole un mechón de cabello azabache de la frente que tenía sangre fresca, le acaricie la cicatriz con la yema de los dedos y sentí escalofríos. Rápidamente me puse manos a la obra y le puse una mano en las costillas, empezando a recitar un hechizo sanador de Morgana cuando alguien me tomo la mano. Era mi tio Ted.

—Sé que dices que tienes una manera de bloquear el rastreador. Pero es mejor que no hagas nada arriesgado hasta ahora. Yo me ocupare bien de él, no te preocupes. ¿Por que no mejor vas a la cocina y preparas un poco de té? Estoy muy seguro que estos dos lo necesitaran.

 Quise argumentar, si fuera otra circunstancia me sentiría muy ofendida. Pero no quería causar problemas, y no tenía el tiempo de explicarle a mi tío porque mis hechizos de 500 años eran mucho mejores, hechos por la mas grande bruja que existió. Pero mientras iba a la cocina pensé en mis tios que ahora mismo debían preguntarse que le habrá pasado a su hija si Harry estaba así de herido.

Puse agua en la tetera dejándola en la estufa a la vez que sacaba dos tazas del cajón,  Morgana apareció a mi lado, trató de tomar una cuchara pero en vano, desde que me había sanado el año pasado había perdido su influencia a su alrededor y ahora traspasaba todo como un fantasma.

—¿Como los mortifagos pudieron saber esto?— me incline sobre la mesa con un suspiro.

—Tienen un traidor en la Orden. Eso no se puede negar— Morgana afirmo.

—¿Pero quien?— arrugue la nariz—. Él único que se me viene a la cabeza es ese infeliz de Mundungus que robo Grimmauld Place después de la muerte de papá.

—Pensaba lo mismo. Es lo único que tiene sentido considerando a los demás, pero recuerda, Laila—ella me vio con seriedad—. Tu madre también confiaba en alguien con su vida, y él mismo vio como Lefay la asesinaba.

Negué con la cabeza.

—Ninguno de la Orden sería tan desleal como esa rata inmunda, excepto Mundugus— tamborileé los dedos contra la mesa mientras la tetera empezaba a sonar—. ¿Como estarán los demás?

Laila Scamander Y Las Reliquias De La MuerteWhere stories live. Discover now