Capítulo 16.

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¡Holaa a todos! Sé que he pasado siglos sin publicar y deben estar odiandome, y como les debo una explicación, aunque probablemente no les interese, voy a darles la razón de mi tardanza:

Realmente tuve un bloqueo en este capítulo que recién hoy pude resolver.
Sin más excusas aquí les dejo mi nuevo capitulo, espero que les guste, y les agradezco mucho a quienes siguen allí desde el principio y a quienes durante mi ausencia han empezado a seguir esta historia.

Este capítulo es para todos ustedes.

Disclaimer:
Las obras de Harry Potter ni sus personajes me pertenecen, son propiedad de J.K. Rowling. Sólo es de mi autoría la trama de esta historia y no autorizo su publicación, entera o parcial, en otro sitio sin mi consentimiento.
Christian McKinley y Elisa Eldestein son personajes de mi propiedad.

Capítulo 16:

Theodore Nott y Blaise Zabini se alejaban camino al castillo, y en ese momento Luna los observaba pensando que le gustaría hacer lo mismo. Pero sus pies no se movían, sabía que debía quedarse allí aunque fuera un rato, con el que era su prometido, con aquel que el día anterior la había herido con la verdad de sus palabras.

"Nunca has sido lo suficientemente importante como para que alguien pensara siquiera en hablarte, hasta ahora..."

Esa frase daba vueltas en su cabeza, llevándola a la conclusión de que tal vez Harry y Ginny, y quizá s Neville, eran sus únicos verdaderos amigos. Los demás habían llegado después, como consecuencia de Harry.

Draco caminó de nuevo en dirección al árbol, a su árbol, esperando a que ella lo siguiera, deseando que lo hiciera.

En los jardines había estudiantes paseando, disfrutando del domingo, quizá sin tantos conflictos como él al permitirse algo tan mundano como un día de campo. Tal vez por una vez podía intentar ser normal.

Convocó una manta y se sentó sobre ella en el suelo, apoyando su espalda contra el tronco del árbol. Luna seguía de pie, sumida en sus pensamientos, en algún lugar muy lejos de ahí, y por alguna extraña razón, a pesar de que el día era templado, Draco sintió frío. Ese frío que lo había envuelto en la noche para acosarlo con sus pesadillas.

—Ven, acércate​ —susurró, su voz más suplicante de lo que hubiera querido—.

El susurro pareció sacarla un poco de su ensueño, aunque no del todo, y al joven rubio le hubiera gustado saber en ese momento dónde era que ella estaba realmente, e increíblemente deseó que estuviera pensando en portosolos y unicornios.

—Sigues enfadada —dijo—.

Ella negó suavemente con la cabeza y con los ojos cerrados. No podía enojarse con él solo por ser sincero, aunque quizá de un modo muy... brusco. Ese extraño dolor seguía ahí adentro, pero de algún modo suavizado.

—Entonces acércate, es tu turno de recostarte —dijo Draco—. Los otros estudiantes nos observan —agregó, pretendiendo sonar desinteresado como siempre, a pesar de que un costado de él, uno pequeño para reconocerlo aún, ansiaba su cercanía—.

Ella se aproximó lentamente hasta llegar a su lado y posar sus enormes ojos azules en los plata líquida de él, pidiendo permiso, pues ya había visto en su trato con los demás el cómo le molestaba que lo tocaran sin su consentimiento.

Luna se posicionó a su lado y Draco extendió el brazo indicándole que se apoyase en él, contra su cuerpo, si quería.

Era una situación extraña para ambos, encontrarse así luego de su ¿discusión? del día anterior, pero algo en Draco hacía que deseara desesperadamente ese contacto. Probablemente la falta de sueño. Sí, seguramente, pensó.

La sintió apoyar la cabeza en su pecho con reticencia, el aroma a manzana verde de sus cabellos le invadió las fosas nasales, tan fresco, relajante.

—¿De qué querías hablar? —ella preguntó—.

—¿Mmm?

—Dijiste que querías hablar conmigo.

«¡Oh, eso! Ya lo había olvidado».

—No es nada importante, sólo que tenía pensado decirte que lo de ayer no cambia nuestro... acuerdo de cordialidad y compromiso. Creo que podemos tomar lo de ayer como una... situación especial —como un mal momento, pensó— para evitar futuros malentendidos... —arrastró a intervalos las palabras, no del modo que usaba cargado de arrogancia o desprecio habitualmente cuando se relacionaba con las personas, sino que esta vez no sabía bien cómo decir las cosas siendo que habría sido mucho más fácil preguntarle si era posible que ese día, sus palabras, quedaran atrás, en el olvido, y disculparse—.

—¿Malentendidos? —Luna arrugó las cejas en un esfuerzo de comprensión—. Tú te enojaste —dijo, asumiendo que eso no había sido un malentendido, sino una reacción—. Lo sé, después de todo no lo hacemos porque queremos —contestó después de un rato, en referencia a su compromiso—.

—¡Claro que no! —fue la respuesta del rubio, apresurada, cargada de una determinación que no poseía por dentro, porque de alguna forma el pensar que ella no elegiría casarse con él, aún cuando él mismo jamás la habría elegido antes siquiera como amiga, le molestaba—.

¿Estás tan seguro de que no la elegirías?, dijo un susurro lejano en su mente. Carraspeó.

—En realidad no me refería al compromiso en sí, sino a nuestro pacto de cordialidad.

La apretó más fuerte contra sí, embriagándose con su fresco aroma, y sus parpados le pesaron. La noche mal descansada y las pocas horas de sueño reclamaban por él, hasta que su cabeza se apoyó contra el tronco del árbol, entregándose al relajado sueño.

Ciertamente Luna tampoco había dormido a causa de los estragos de la discusión con Draco y el ataque de sus compañeras de casa.
Quería levantarse e irse de allí, caminar descalza por la hierba un rato mientras él dormía, pero cuando quiso moverse levemente sintió el suave apretón alrededor de su menudo cuerpo de los largos brazos de un Draco dormido . Elevó el rostro con preocupación para ver el motivo del apretón, quizás se ha lo había despertado. Sin embargo se sorprendió al ver la plácida expresión de quien se había sumido en el mundo de los sueños. Se veía tan relajado, supuso que debía de estar muy cansado, pues nunca antes lo había visto sin rasgos de altanería o preocupación en su rostro. Lucía tan hermoso, pensó, al observarlo de cerca, detallándolo sin riesgos de que él se ofendiera.

Su piel tan blanca prometía ser suave, un mechón de cabello rubio caía sobre sus ojos, que dejaban traslucir unas pestañas casi transparentes. Bajó su mirada hacia la tersa piel desnuda del cuello y la nuez de Adán, rasgo de su masculinidad, y volvió a subirla para ver los finos labios, libres de cualquier mueca burlona. Ella había besado esos labios, su primer beso, y sintió el deseo de delinearlos con sus dedos sólo para confirmar su tibieza, pero debió recordarse a sí misma que aunque él pareciese un ángel descansando así recostado contra el árbol, no lo era.

Bajó la mano que inconscientemente había levantado y, al ver que no despertaría pronto, resolvió acomodarse nuevamente, recostando su cabeza en el pecho de él de nuevo, aún entre los brazos que en ningún momento la habían liberado.

Después de todo a ella también le hacía falta dormir un poco.

El Dragón y la Luna.Where stories live. Discover now