Capítulo 103. Inconcluso

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—¿Y tú estás listo, viejo amigo? —Escuchó que Frederic le preguntaba a su diestra, sonando casi un poco irónico en su tono.

—Lo más listo que puedo estar, dadas las circunstancias —respondió Jaime con emoción neutra. Decidió en ese momento aprovechar el tiempo para conectar su tableta al dispositivo de conferencias. Al menos eso sí lo sabía hacer—. Sé que no es tu primera vez, pero es mi deber recordarte que tu presencia en esta reunión es más que nada mera cortesía, y sólo tienes permitido estar como oyente. No puedes intervenir de ninguna forma durante mi exposición.

—Tranquilo, sé bien cómo funciona esto —mencionó Frederic rápidamente, extendiendo una mano frente a él—. Aunque sigo pensando que te estás apresurando. ¿En tan poco días ya has realizado la suficiente investigación para dar tu conclusión?

—Una preliminar, sí. Además, no fue sólo mi decisión, pues hay muchos otros que quieren terminar con esto lo más pronto posible. No por nada esta revisión será presidida justo por el cardenal Erasmus.

Frederic soltó un sonoro y nada disimulado resoplido que dejaba en claro su inconformidad con respecto a ese último dato. Esto pareció ser percibido incluso por el padre Jeremy, que asomó su rostro desde la parte trasera de la pantalla.

—Uno de los mayores opositores de la 13118. Vaya suerte.

—Siendo honestos —añadió Jaime con una pequeña dosis de humor en su tono—, ambos sabemos que sus defensores más fervientes como tú, no son ni cerca mayoría en la Santa Sede.

Frederic sonrió ligeramente y se encogió de hombros, no del todo contento por el comentario, aunque tampoco precisamente molesto.

—Eso es porque muchos de ellos no han visto las mismas cosas que nosotros. Incluido tú, Jaime.

Eso era algo que no podía discutírselo, aunque Jaime lo diría de una forma distinta. Ambos habían visto muchas cosas únicas durante esos años. La diferencia radicaba en que Jaime Alfaro, en su papel de Inspector de Milagros, muy pocas de ellas las había tomado como lo que parecían ser a simple vista; algo en lo que al parecer difería con su colega.

—Como sea, una mirada escéptica y objetiva siempre es prudente —señaló el padre español con solemnidad—. En especial considerando este tema tan... complicado.

Ambos sacerdotes guardaron silencio, cada uno meditando por separado la cuestión.

Tres minutos después, Jeremy salió al fin de detrás del aparato, con una sonrisa triunfal en su rostro.

—Ya está lista la conexión —indicó el padre joven. Tomó entonces el control remoto y colocó la pantalla en la entrada para el dispositivo de conferencias. La aplicación estaba en la espera de iniciar la reunión, e incluso marcaba que ya había alguien aguardando.

—Muchas gracias, Jeremy —pronunció Frederic con amabilidad—. Nos encargaremos desde aquí.

Jeremy asintió complacido, colocó el control remoto ceca de Frederic, y se dirigió entonces a las escaleras. Los dos sacerdotes aguardaron hasta que sus pasos ya no fueron audibles, y en su lugar percibieron la puerta superior cerrándose.

—¿Listo? —murmuró Frederic con complicidad, a lo que Jaime asintió cuidadoso.

—Adelante.

Frederic se encargó de dar por iniciada la reunión. Unos segundos después se pudieron ver a sí mismos en un recuerdo en la esquina inferior derecha, siendo captados por la cámara sobre la pantalla, y una pantalla negra que indicaba que la otra persona, o más bien personas, se estaban conectando.

Resplandor entre TinieblasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora