Epílogo: Inevitablemente tuya

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AHHHHHHHHHHHHHHHHHHH

Vengan a morir de amorsh!





—¡Eri!— grita Asahi, quien cruza el umbral de la puerta solo para estrecharme entre sus brazos —Te extrañé.

—También me da gusto verte— le devuelvo el gesto, tomándolo por los hombros e inspeccionando su rostro de meses que no lo he visto. Ahora tiene una fascinación por usar el cabello largo, que cae por su rostro de forma salvaje y rebelde —¿Cuándo podrás cortarte el cabello?— pregunto, arqueando una ceja.

—La chica con la que estoy saliendo...— empieza, mientras se muerde el labio inferior y veo un ligero tinte rojo en sus mejillas —, a ella le gusta dominarme— acepta. Oh por...—Mi cabello es esa parte que ella puede dominar, hasta que no se aburra de eso...Jamás lo cortaré— sentencia, divertido.

Asiento, enternecida por los fetiches de la pareja de mi hermano. Bueno, si mi hermano es feliz, entonces yo soy feliz.

—El apartamento se ve increíble— dice, mientras comenzamos a pasar a la sala de estar. Asahi se detiene un momento, apreciando cada detalle del espacio —Y pensar que la mudanza fue hace solo unos meses— murmura, nostálgico.

Muchas cosas han pasado en solo 3 años y medio. La más importante: Soma y yo hemos decidido vivir juntos. Queríamos nuestro espacio y conocernos a profundidad. Cuando le había comentado a mi familia la idea de irme de casa, para empezar una vida con quién es mi pareja, ellos pegaron el grito al cielo. Lo cierto es que somos familia de tradiciones, así que supongo que esperaban una boda y luego vivir juntos.

Sin embargo; Soma y yo no somos para nada convencionales. Queríamos saber más de nosotros mismos; lo que nos gusta y lo que no, estar cien por ciento seguros de que no nos mataremos cuando empecemos una vida juntos. Lo llevamos bien, de hecho, más que bien.

—Hola, bola de pelos— Asahi saluda a Murray. El gato está en el pedestal de su pequeño gran castillo que ocupa una esquina de la sala de estar. Me siento orgullosa de decir que no es un gato obeso —¿Se ha adaptado bien?

—De maravilla— digo, tomando uno de los juguetes peludos para entregárselo al gato y el animal comienza a morderlo desesperado —¿Quieres café o algo?— pregunto a mi hermano, quien asiente a mi sola oferta.

Cuando estamos en la cocina que -debo decir- es mi parte favorita de la casa, empiezo a preparar el café mientras Asahi espera sentado en la isla. Charlamos un poco y él me cuenta algunos detalles de la chica con la que está saliendo, al parecer, ellos tienen futuro ¿Escuchan eso? Son campanas de boda.

—Te traje un regalo para tu apartamento— dice Asahi, mientras saca algo del maletín de cuero que trae consigo. Apenas sirvo el café cuando le entrego su taza y me siento frente a él, observando con curiosidad lo que tiene para darme —Supuse que te haría feliz— intuye, dejándome ver con detenimiento su regalo.

No puedo evitar una sonrisa tonta cuando veo lo que es: una foto enmarcada. Es de aquella vez en el aeropuerto con Soma, puedo decir que la forma tan radiante que tiene de sonreír, es algo que no se le ha quitado a ese hombre con el paso de los años. Agradezco a mi hermano por su regalo y le digo que me acompañe hasta la sala de estar, en donde tenemos nuestra pequeña e improvisada biblioteca con algunas fotos dispersas por los estantes.

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