01 || Uniendo familias

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Recorriendo uno de los largos y monótonos pasillos de la mansión donde vivía desde que tenía uso de razón, Armando caminaba sin prisa alguna hasta la despacho principal, el cual estaba al fondo a la izquierda del segundo piso. Su padre ya debía estarle esperando con palpable impaciencia pese a haberle llamado hace unos pocos minutos, y ese le era motivo suficiente para detenerse por momentos a admirar la alfombra color vino que cubría gran parte del suelo laminado de madera o algunos de los cuadros que colgaban de las paredes marrón.

Metió ambas manos en los bolsillos de su pantalón negro y liberó un suspiro al encontrarse inevitablemente frente a la imponente puerta de madera, que ahora mismo era su única protección para evitar encontrarse con la mueca de disgusto que el alfa iba a mostrarle en cuanto le viera asomarse o con su clásico ceño fruncido. Realmente odiaba tener que reunirse con él, poco importaba su estado de ánimo o el día de la semana que fuera, siempre era difícil soportar el silencio incómodo que les abrazaba como nunca lo hicieron entre ellos.

Llevo una de sus manos a la fría perrilla y le dio la vuelta para abrir una delgada ranura por la que se asomó antes de recibir el pase de entrada. El viejo de canas cada vez más notables entre sus mechones castaños, rasgos marcados por la edad y mirada profunda le hizo una vaga señal con el mentón para que se sentará en uno de los sofá que estaban lo suficientemente alejados del escritorio como para evitar cercanías innecesarias.

Se acomodó en uno de ellos en completo silencio, comenzando a analizar algunas de las hermosas figuras que había en las estanterías y leyendo títulos de todos los libros que se cruzaron por su rango visual; tratando con éxito de distraerse mientras el hombre terminaba de escribir algo que le era indiferente.

—He hablado con el cabeza de los Kalahari — Le informó sin dejar de escribir. Su voz era áspera por la edad, algo más grave por el paso de los años, pero igual de tosca que siempre. No respondió, ni siquiera le miro, sólo utilizó un suave ronroneo para indicarle al alfa que podía proseguir—, y hemos llegado a un acuerdo.

"Eso es nuevo", pensó, recordando todas las veces que su padre se había quejado de ellos. No prestaba mucha atención a temas de la mafia, pues francamente era un tema del que su padre se ocupaba casi al cien por ciento, pero estaba enterado de la rivalidad entre familias.

Los Kalahari eran una familia proveniente de China que habían llegado a la ciudad cuando él tenía cinco años, tal vez seis, y les quitaron clientes con precios más accesibles, aliados con tratos más beneficiosos y prestigio con mercancía envidiable, aunque por lo último que había escuchado; su negocio estaba yendo en picada. Lo único que les quedaba eran unos pocos aliados que les brindaban protección y los mejores contactos, que si seguían con ellos seguro era porque su decadencia de alguna u otra forma no afectaba sus ganancias.

De todas formas, no encontraba el motivo por el cual aquello debía interesarle.

—Te casaras con su hijo menor — Lo dijo con tanta tranquilidad que, por primera vez en sus veinticinco años de vida, creyó que su padre estaba jugando.

Le dirigió la mirada casi al instante, aún manteniéndose en un estado neutro pero delatando su sorpresa al girarse con tanta rapidez. Su idea no tenía sentido, pero por la forma en que le miraba parecía enteramente convencido de que era la solución perfecta para todos sus problemas.

—No entiendo como eso podría beneficiarnos — respondió con un tono serio, sin dejarle entrever nada del desastre dentro de sí.

Su padre había dejado de escribir, cambiando el elegante bolígrafo por un habano de la marca más costosa que pudo conseguir, y se inclinaba tanto en su silla de cuero que parecía estar hablado de negocios.

R A M É || YUNANDOحيث تعيش القصص. اكتشف الآن