—De la cafetería —explico.

—No, gracias. Sólo regresa cuanto antes.

Entro en el pequeño establecimiento, que como era de esperarse se encuentra decorado con motivo del día de San Valentín.

La mujer detrás del mostrador me saluda alegremente y me observa con la curiosidad reservada a los forasteros.

—¿El baño? —inquiero.

Ésta señala hacia el otro extremo del local.

Mi incursión al cuarto de baño es rápida.

De no haber llegado al pueblo ya me habría visto en la obligación de parar a un lado del camino a vaciar el tanque.

Paso la mirada distraídamente por las vitrinas en el mostrador durante mi trayecto a la salida.

Puede que se deba a la atenta mirada de la mujer clavada en mí, pero de pronto me siento algo culpable por no ir a consumir nada.

Me detengo en seco cuando algo en particular llama mi atención.

Sonrío.

—Quiero uno de esos, por favor —pido.

*

¿Qué le está tomando a Donovan tanto tiempo?

Espio por la ventana a tiempo de verlo salir de la cafetería con algo en las manos.

Frunzo el ceño.

¿Será que su sentido de la urgencia se sobresaturó y ha dejado de funcionar?

¿Qué parte de no tenemos tiempo no comprende?

Ni siquiera estamos seguros de que vayamos a recuperar el anillo realmente. Puede que todo este viaje haya sido en vano.

Y Derrick va a matarnos a ambos cuando se entere.

Me sorprende verlo dirigirse hacia mi puerta en lugar de hacia el asiento del conductor.

¿No estará pensando en dejarme conducir de nuevo?

Me indica abrir la puerta y lo hago.

Salgo del auto sintiéndome cada vez más confundida.

—¿Qué está sucediendo? —pregunto con nerviosismo.

—Cierra los ojos —indica.

Por alguna extraña razón lo hago sin rechistar.

—¿Qué haces? ¿Qué significa esto? —insisto con los ojos firmemente apretados.

—Ya lo verás —es todo lo que dice—. Ya casi... Un momento... Listo, puedes abrirlos.

Al hacerlo mis ojos se posan inmediatamente sobre un pequeño pastel en forma de corazón y brillante cobertura roja con una pequeña vela encendida en su centro.

—Feliz cumpleaños —dice Donovan con una enorme sonrisa—. Hagamos rápidamente lo de pedir el deseo o el viento se te adelantará y apagará la vela por ti.

—¿Y esto? —pregunto aun demasiado sorprendida para comprender su gesto del todo.

—Todo cumpleaños necesita un pastel. Anda, pide un deseo.

Río.

—Eres bastante desconcertante ¿lo sabías?

—Espero que eso no sea algo malo.

—No lo es —digo mirándole directo a los ojos.

Su mirada sostiene la mía y siento un escalofrío recorrer mi espalda.

LA PROPUESTA PERFECTAWhere stories live. Discover now