II- Alas

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    Nació el sol y un nuevo amanecer en las tierras japonesas, la noche anterior fue difícil tras el hallazgo de la extraña carta sangrienta, no obstante, tiene una labor que cumplir y no tiene excusas claras para resguardarse en casa

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    Nació el sol y un nuevo amanecer en las tierras japonesas, la noche anterior fue difícil tras el hallazgo de la extraña carta sangrienta, no obstante, tiene una labor que cumplir y no tiene excusas claras para resguardarse en casa. Es un adulto y no debería asustarse por lo que podría ser una mala broma por parte de alumnos traviesos.

    Ni siquiera las nubes grisáceas que recubrieron el sol fueron impedimento para la travesía hacia el trabajo, suspiró con decepción cuando buscó un suéter contra el frío, lo único que llegó a guardar en el maletín fue un paraguas rojo que lo resguardó de las gotas que descienden en conjunto desde el cielo nublado.

   Bajo los pies de Kyōjurō fueron pisados varios charcos de agua y pequeños riachuelos que se forman cerca de las alcantarillas. Agradable aroma a lluvia inundó sus fosas nasales a lo largo del camino. En el autobús una relajante melodía tradicional apaciguó los sentidos del rubio, casi se queda dormido sumando el errático ruido de la lluvia chocar contra el pavimento y el vehículo.

    Pasados menos te treinta minutos llegó a la Institución Kimegakuen. Dejó a un lado el paraguas y cambió sus zapatos por unas crocs rojizas. Siempre ha sido muy pulcro y considerado con el personal de limpieza.

     Esta vez se le hizo un poco tarde así que algunos alumnos ya estaban sentados en sus respectivos lugares, mantuvo el orden y espero a que los otros llegaran mientras anotaba en la pizarra la nueva clase. Estuvo tan sumido en lo que tanto le gusta hacer que olvidó por completo la situación de ayer, aunque esa paz le duraría poco.

— ¡Rengoku san! ¡Rengoku san! aquella voz erizó la piel del rubio, la segunda persona que confiesa odiar en el mundo se aproxima despreocupado hacia él, agitando de un lado al otro los mechones teñidos de rosa—. Por favor espere, necesito hablar contigo —añadió tomando sin cuidado el hombro del rubio.

    No estaba de ánimos pero debía mantener la compostura.

— ¿Qué sucede? —ni siquiera lo saludó; tenía hambre y por lo tanto prisa.

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⏰ Last updated: Aug 05, 2021 ⏰

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