Llegada

2.2K 234 44
                                    

—¡Amor! ¡Amor! ¿¡Ya tienes todo listo!? ¡Tu profesor está a punto de llegaaaar!

—¡Sí, abuela! ¡Ya lo tengo todo!— gritaste de regreso desde tu habitación. Empujabas una chaqueta dentro de tu mochila, haciendo lo posible por meterla a la fuerza. Su tamaño hacía tanto bulto que el zipper se atoraba, y no conseguías sellarla.

Le diste un par de palmadas a tu problemática prenda. —Agh, hazte chiquita, andaa.

Estabas considerando meter el pie a la mochila para aplastar la chaqueta como último recurso. No obstante, después de murmurar varias groserías, y dar golpes a la prenda, obtuviste lo que querías.

Suspiraste, satisfecha. —Al fin-

—¡Katsuki, mi amor! ¡Tu profesor llegó!—tu abuela avisó. Hiciste una mueca de desagrado. Ni para tranquilizar tu aliento tuviste tiempo.

—¡Okey! ¡Ya voy!

Te giraste hacia tu —casi— vacía habitación. Todo ya había sido empacado, y enviado a tu nuevo dormitorio. Las cuatro paredes que formaron tu infancia estaban desiertas. Nada de figuritas, ni posters, mucho menos pegatinas, y fotografías. La personalidad que creaste en esta habitación desapareció. Pues ahora se mudaría a tu nueva escuela, el Colegio Técnico de Magia Metropolitana de Tokio, a tu lado.

Es momento de crecer, comenzando desde cero.

Estos siguientes tres años de tu vida determinarán eso mismo, tu vida. Hay que hacerlo valer.

Escalón por escalón, bajaste al primer piso de tu casa. Con tu abultada mochila pegada a la espalda, te acercaste a tu familia y profesor.

—Abuelitos, ya verán que Katsuki-chan disfrutará mucho. Les doy mi palabra. —una voz animada prometió. Al verlo de cerca, analizaste su peculiar apariencia.

Los mechones de su cabello eran completamente blanquecinos, y no por ser canas. Él quizás sea una alteración a la Blanca Nieves que conocemos. Con la diferencia de que este es un hombre, alto, delgado, y carga una oscura venda sobre los ojos.

¿Blanco Nevas, quizás?

—Mira, cariño, él es tu maestro... —tu abuelo lo señaló. El Blanco Nevas alzó un símbolo de "amor y paz" con los dedos.

—¡Hola, pequeña! Soy Gojo Satoru, o Satoru Gojo, como lo entiendas mejor. ¡Pero puedes llamarme "Gojo-sensei"! ¡Muuucho gusto!—se presentó, feliz. Lo saludaste con una reverencia.

—Hola, Gojo-sensei. Soy Akiyama Katsuki, nieta de los chamanes Akiyama. También es un gusto conocerlo. —te introdujiste. Tu abuela sonrió, orgullosa.

Su primera hija no nació con el don de la hechicería, pero su primera nieta sí lo hizo.

Woaaa. ¡Qué formal!—Gojo asimiló, con los pómulos inflados por sostener una mueca dichosa. Tu abuelo sonrió de lado.

—Deja que agarre confianza, y ya verás cuán formal será. —se burló tu progenitor. Lo fulminaste con la mirada. Todos los presentes, sin incluirte, rieron. Gojo hasta liberó unas carcajadas.

—Ay, ay... —el peliblanco limpió falsas lágrimas de sus ojos. —Que gracioso es, abuelito. Esto de tener jovencitos pubertos sí que es una aventura. Pero bue-

—¿Tiene hijos, Gojo-sensei?— interrumpiste, curiosa ante su última frase.

—Mmmh, no... Bueno sí, pero no. Ósea- como que sí pero como que no. —vaciló, indeciso. Tu abuela hizo una mueca pensativa.

—Quizás se refiera a sus estudiantes, Kat. —teorizó. Moviste la cabeza de arriba a abajo con lentitud, comprendiendo.

—Sí, eso. —Gojo asintió. —Bueno, más o menos. Pero algo así.

𝐀𝐦𝐨𝐫 𝐝𝐞 𝐧𝐢ñ𝐨𝐬 || Megumi FushiguroWhere stories live. Discover now