Capítulo V

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Bum bum
Tic tac tic tac
¡Deker!
¡Ábreme!
Hay alguien en la puerta.
Sangre.
Mucha sangre.
¡Mamá!
¡Seré el mejor, mamá!
Te amo.
Cállate.

"No quiero destrozarte, así que compórtate".

Sentía un horrible dolor en la parte baja, en mi trasero.
Mi mano aún seguía doliéndome.
Todo estaba oscuro.
¿Dónde estaban todos?
¿Qué era este dolor tan insoportable que sentía por todo mi cuerpo? Como si billones de agujas muy afiliadas estuvieran encajadas por todo mi cuerpo.
Mi cuerpo estaba en movimiento, era un vaivén seguido, y podía sentir cómo mi cabeza pegaba fuertemente con la cabecera.
Podía escuchar un chillido, el sonido de la madera advirtiendo que se va a quebrar en cualquier momento.
Me dolía demasiado. No sabía qué era, pero sabía lo que había pasado anteriormente: ese hombre tan terrorífico.
No podía sacarlo de mi mente, era como si sí hubiera visto a un fantasma.
Al mismísimo diablo.
Abrí los ojos lentamente, encontrándome con la sorpresa de que estábamos en un sótano con una luz tenue proveniente de la lámpara encima de la mesa de al lado.
Todo estaba borroso, pero mis sentidos estaban al máximo como para darme cuenta de que él me estaba violando.
Un hombre me estaba violando.
Y me tenía bocabajo con las manos sujetas a la cabecera y las piernas libres...pero quebradas.
Me sorprendí.
No me había dado cuenta de que tenía las piernas quebradas. Sentía demasiado dolor que ya ni sabía con exactitud de qué lugares venía.
Mi trasero estaba hacia arriba, siendo penetrado una y otra vez por aquella monstruosidad.
Mi boca estaba sellada con hilo: me había cosido los labios con una aguja para asegurarse de que jamás gritara.
Estaba alicaído, mi cuerpo estaba lívido, había mucha sangre y el terror aún seguía restregándose en mi cuerpo como una manta.
Sentía un frío espantoso y el pesado y grande cuerpo que tenía encima no me servía en lo más mínimo. Es más, me daba más frío.
Su presencia causaba en mí desasosiego, como si fuera un chicle; los alaridos amenazaban con querer salir, pero solo hacían que me ardiera la garganta; el estridente ruido que resonaba por la habitación me tenía harto; y mi cuerpo amoratado me daba asco.

El ver esta escena me repugnaba.

Su pene, grande, mojado, frío y venoso, entraba por mi ano, abriéndolo tanto que me hacía chillar de dolor internamente. La sangre que salía de mi ano se mezclaba a la perfección con su semen (tan frío y repugnante); mis paredes internas apretaban con fuerza aquel pene, con tal de evitar que haga de las suyas, pero era imposible, él empujaba con ímpetu y me penetraba como si nada. Él estaba excitado, lleno de un placer exquisito que me molestaba (me enfurecía) y me ponía triste.
-Ah -sus suspiros de excitación jugaban con los sonidos de nuestros cuerpos pegándose, junto con el sonido de la cama moviéndose.
Tenía mi camisa, pero estaba arriba de mis pezones rosados, dejándome expuesto aún más.
Sus manos recorrieron mi abdomen lentamente, advirtiendo que se habían llenado de sangre. Llegó hasta mis pezones y jugó con ellos: los aplastó, los jaló, los pellizcó.
Quería detenerlo, quería hablar, pero él me impidió volver a hablar por el resto de mi vida.
-Ah, uf.
No quiero esto, pensé, yo quería tener sexo con la chica que amo. Quería casarme y tener una familia feliz.
Quiero vivir.
Una de sus manos se quedó en mi pecho, tocándolo como si fuera un seno, pero el otro se fue a mi pene y lo apretó.
¡Mierda!
No podía sentir placer: el dolor que sentía era más fuerte como para tener un espacio libre para el placer y dejarme sentirlo tan siquiera un poco.
Qué asco.
Era un vaivén infinito e insoportable y jodidamente doloroso.
Tragué saliva y él habló.
-Tranquilo -agarró mi cabello, acariciándolo con cuidado, así como mi rostro, como si se tratase de un objeto valioso que él puede tratar como quisiera.
Pero no soy un objeto, soy un humano.
-Eres jodidamente hermoso, ¿sabías?
Lo miré fijamente, aunque sabía que no tenía ni las fuerzas para enfocar bien mi vista.
Seguía viendo borroso.
Sus dedos acariciaron mi rostro. Llegaron a mis labios y dijo:
-Siento haberte hecho esto, pero si no lo hacía ibas a gritar, amor.
¿"Amor"?
Una lágrima recorrió mi mejilla y él la limpió.
-No me gusta verte llorar, así que detente. Me duele verte triste -sonrió y volvió a acariciar mi rostro, siguiendo con sus embestidas tan fuertes.
Podía ver que era musculoso, pues no llevaba camisa; llevaba pantalones negros pero estaban por la mitad de sus piernas al igual que sus boxers.
Su pene era jodidamente enorme y sentía cómo palpitaba en mi interior.
-¿Sabes? -continuó, haciendo un rizo con mi cabello-. Siempre he deseado este momento: he deseado tocarte de esta forma; he tenido sueños húmedos e insoportables por tu culpa -rio-. Eres jodidamente mi tipo..., Deker.
Abrí mis ojos tanto como pude, sorprendido.
¿Cómo sabe mi nombre?, pensé.
Y mi rostró mostró una gran corriente de terror.
Él rio fuertemente.
-No me mires de esa forma -su dedo índice acarició mi ojo derecho-. Será mejor que los conserves. Fueron la primera cosa que llamaron mi atención.
-Mm...-quise decir algo, pero no pude. Él rápidamente puso su dedo índice en mis labios.
-Shh -susurró-. Guarda energía, querido. Solo cállate y escucha.
Te he estado observando e investigando por un tiempo -me volvió a dar otra estocada con su enorme pene y casi doy un grito espantoso-: te llamas Deker Mellin Godwin, un chico de preparatoria con el afán de ser el mejor en todo; te fascinan los deportes, pero le das más al béisbol; te gusta una chica llamada Aisha, pero no has tenido el coraje de declarartele.
-Mm...
-Te gustan las manzanas; odias el frío y a los gatos; amas demasiado a tus padres que harías cualquier cosa por ellos; te sientes culpable del trágico accidente que le pasó a tu mejor amigo: su muerte te sigue a todas partes.
Basta.
-A los 7 años sufriste de un accidente que te causó una enorme cicatriz en tu espalda -su mano dejó de acariciar mi rostro para llegar a una cicatriz que estaba cerca de mis riñones. Y la tocó-, ¿ves? Justo aquí.
Detente.
-No eres homofóbico, sin embargo, odias involucrarte en ese tipo de cosas -sonrió y, aún penetrándome, continuó hablando-. Ah -gimió-. Amas el olor a café, odias los lunes, te gusta sacar a pasear al perro de tu vecina y hacer ejercicio...
Para.
-Eres jodidamente sexy que todos están tras de tí, pero eres demasiado cobarde y te pones nervioso fácilmente que suelen hacerte bullying un par de chicos que odian esa parte de tí.
Ya detente. Lo odio. Odio que me recuerdes quién soy realmente.
Me enferma.
-Eres amable, pero no te das cuenta de lo que realmente quiere la gente y por eso se aprovechan de tí -se acercó a mi oído-, pero por eso me fascinas, ¿sabes? Me la pones dura.
-Emm...
-Siempre te veo. Te vigilo. Y me daban ganas de morderte, de cortar esa piel tan blanca y suave que te acobija; de conocer tus partes prohibidas; de comerte entero; de apreciarte cada día y follarte tan fuerte para ver tu sangre unida a mi semen; de sacar lo que tienes dentro y sentir aquella brisa gélida llena de terror, cobardía..., lo contrario a lo que eres realmente.
Quiero destrozarte, no contenerme contigo y mostrarte mis colmillos.
Quiero guardarte en un frasco.
Solo podía ver, sentirlo entrar dentro de mí una y otra vez, sentir sus manos recorrer todo mi cuerpo, su saliva pegarse a mí y sus dolorosas palabras enterrarse en mis oídos.
No no no.
Y se detuvo para agarrar un cuchillo.
Entré aún más en pánico.
Imbuido de temor, sentí aquel gélido cuchillo raspar mi piel por la espalda.
-...Y para ello necesito esto -me enseñó el cuchillo-. Para tenerte encerrado y recordarte todos lo días necesito esto -sonrió, dándome otra estocada.
No, pensé, n..no quiero. No quiero.
Intenté moverme, pero él me inmovilizó.
-No te muevas, amor. No dolerá, lo prometo.
-¡Mm...! ¡Uh!
Siguió con sus embestidas y una de sus manos pasó a mi cuello para ahorcarme mientras la otra mano sostenía con fuerza el cuchillo que empezó a abrirme la espalda desde la cervical hasta los riñones, tocando a su vez la columna vertebral (las vértebras).
-¡MM...!-quería gritar con todas mis fuerzas. Quería huir, vivir. El dolor era tan insoportable, tan, pero tan intenso que no podía con ello.
Sentía la sangre masajear mi espalda.
Me estaba partiendo como a un pescado.
-Tranquilo -dijo, con la voz agotada por tantas embestidas-, todo estará bien. Solo quiero conservarte como algo a qué apreciar y cuidar con delicadeza.
Cuando terminó de partir mi espalda, empezó ahora por la escápula derecha, como si fuera a convertirme en un ángel.

Guardaré para siempre y con cautela estas hermosas y apreciables piezas.
Las tendré bajo llave. Las cuidaré con mi alma, las amaré como si se alimentaran de ello.
Cada pedazo de tu carne será cortada con delicadeza.
Cada pedazo que hay en tí será guardado de tal forma que solo mis ojos puedan penetrarlas, que puedan ver más allá de ellas. Justo como si fuera un enorme teatro con tu hermoso cuerpo en el escenario.
Una escena tan escalofriante y jodidamente excitante.

"La carne: menos maleable que la arcilla, más suave que el mármol.
Realmente es el medio perfecto" (Stefano Valentini, The Evil Within 2).

Había muerto en un lugar frío y ventoso, detrás de unas paredes de cristal sumergido en agua.
Cada pieza de mi ser estaba guardada...
Estaba a salvo, pero no de la forma en la que esperaba.

Fin.

¡Gracias a todos por apoyar esta corta pero hermosa (a mi parecer XD) historia!
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-El amor de un Alfa.
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-The first time.

¡Hasta la próxima! 🙃✌

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