Confesiones de Marie y peticiones de Sander

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-Necesito hablar contigo-suelta y, poco después, cuelga. No me hace falta saber dónde vamos a ir: a la marquesina que hay detrás de mi casa.

Cojo una sudadera ancha, de esas que són de color gris muy pálido y que llevan gorro. De esas que llevan un bolsillo en medio, en el que esconder el cigarro cuando la poli pasa. Por eso desprendre cierto olor a humillo. Me va enorme: no se me ven las manos, y me llega hastacasi la altura del paquete. Siempre me ha hecho gracia esa palabra. Entiendo más o menos de dónde viene el significado, pero siempre me ha hecho gracia cómo suena cuando se pronuncia en mis labios, aunque tampoco tengo por costumbre hablar de penes. 

Salgo por la puerta trasera, llego al patio, salto la valla paso al patio del vecino, paso el seto y llego a la marquesina. Allí, me siento en el asiento de hierro mientras me lío un cigarro. Tengo por costumbre hacerlo así, porque así, entre cigarro y cigarro, pasa un poco de tiempo y no fumo tanto. Dicen que es malo para la salud. 

-Hey-me saluda Marie. Es la típica chica drogadicta, que casi siempre lleva el rímel corrido, el pelo rubio y liso con algunas mechas, trajes negros (y, depende del día, hasta con gabardina), botas grandes, guantes en las manos y olor permanente a tabaco.

Le ofrezco el cigarro y le da una calada mientras se sienta y cruza las piernas. Se gira para ver el sol y me la quedo mirando. Con la mano libre, se pone el cabello detrás de la oreja y deja al descubierto un nuevo piercing. 

-¿Qué es eso tan importante que tenías que contarme?-le pregunto, impaciente. Nunca me ha gustado que me tengan en ascuas, siempre que hacen eso me cabreo con la persona. Y Marie es mi mejor amiga. Más le vale no hacerme esperar.

Se lo piensa un rato y me impaciento.

-Primero quiero fumar un rato. Llevo todo el día sin hacerlo.

-Me estás poniendo de los niervos. Suéltalo ya. 

-Verás... ¿a ti te van las chicas o los chicos?

-¿Qué tipo de pregunta es esa?

-Eres mi mejor amigo y ni siquiera sé qué quieres en la vida.

-Pues no sé... creo que nunca me he sentido atraído por ningún sexo... No sé lo que quiero, sinceramente. Y no me importa. 

-¿Y en qué piensas cuando... en fin, te masturbas?

-¿Qué?-me acerco y le revuelvo el pelo para molestarla, en plan broma. 

-¿Quieres responderme?-suelta una risa.

-Pues no sé... no pienso en nada. Simplemente en un agujero.

Marie se empieza a reír mucho, y después tose por el efecto del tabaco, qur le ha dejado secuelas.

-¿Un agujero? ¿En serio?

-¿Me has llamado para preguntarme eso?

-No. Bueno-se levanta del asiento y coge su maleta, aquélla que siempre lleva cruzada. Yo tengo una parecida, llena de pines y cosas extrañas cosidas-. Sólo quería decirte que deberíamos dejar de ser amigos durante un tiempo.

-¿Dejar de ser amigos? ¿Porque me gustan los agujeros y no las tías?

-David, yo... bueno, yo simplemente te amo.

Sale corriendo en dirección al centro del pueblo y yo me quedo observando cómo, al llegar a la farola se para porque le cuesta respirar. Marie es asmática y encima fuma. Menudo cóctel. 

Me levanto y, harto de estar haciendo el gilipollas allí fuera, me muevo hasta llegar a casa. Subo a mi habitación esquivando todos los juguetes de Tom (mi hermano pequeño). Así que, al llegar allí, desalojo la cama de ropa y basura y me tumbo apoyando la espalda en la pared y el ordenador en el regazo. A mi izquierda tengo la ventana, y de vez en cuando la miro para ver cómo se desarrolla la tarde. 

Sobre las ocho, mientras hablo con Mark-un amigo mío, bastante íntimo-, veo que me sale un aviso: Sander está en línea. Lo ignoro, pues Sander y yo, a pesar de parecernos misteriosamente, no nos hablamos mucho. De hecho, si lo tengo agregado es porque muchas veces nos toca hacer trabajos juntos, que, bueno, depsués nadie acaba haciendo, poque ninguno de los dos está dispuesto a trabajar. 

Si no se me da bien nada, ¿para qué esforzarme?

Mark me habla al ver que tardo tanto en responderle.

-¿Estás bien, tío?

-Sí-le respondo. 

Mark es bastante majo, y, en comparación conmigo, es bastante sano. No fuma ni bebe tanto como yo, pero lo hace. Lo conocí hace un par de años, porque vino nuevo a nuestro instituto. Rápidamente nos hicimos amigos, compartiendo algún que otro cigarro en la marquesina del bus, a la espera de que pase éste. Es bastante gracioso e irónico, y casi siempre le gusta responderme borde.

A pesar de eso, es un buen amigo.

Cuando vuelvo a mirar la pantalla veo que Sander me ha abierto conversación:

-Hola, ¿no tendrás por casualidad los apuntes de la última clase de Química?-me pregunta.

Lo dejo en blanco. Me da palo escribir.

-Oh, David, sé que lo has visto.

-No los tengo, lo siento-le respondo.

Pensando que ahí acabaría la conversación, veo que teclea algo y depsués se envía el mensaje:

-¿Haces algo el jueves por la tarde?

Me quedo en shock un rato. ¿Sander quiere quedar conmigo?

-Bueno, normalmente los jueves me voy a la biblioteca, a dibujar, pero supongo que...

-Perfecto, salgo de música a las seis y hasta las siete tengo que estar allí. Así me harás compañía :3.

Nunca había visto a Sander tan afectuoso, ni siquiera había visto a Sander, por así decir. Es un chico que casi parece moverse entre las sombras para ocultarse de los demás. Así que me parece raro que de repente me abra y me pida que le haga compañía. 

Y por si el día no había sido demasiado duro, Willow (mi perro) se sube encima de mi mesa y empieza a juguetear con mis dibujos. Bueno, por juguetear se entiende que se los come. Le pego un golpe y cae al suelo. Se relame y sale al pasillo. Hoy no es mi día. 

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