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treinta y uno.

Enseguida, se enderezó de un movimiento raudo. Lucía nerviosa, pero concordaba con aquel estado que encarnaba. Llevó un mechón de cabello hacia atrás de su oreja, arreglando algún objeto que incordiaba o no requería en su vestimenta. Me sonrió de lado, reflejando lo perturbada que mi pregunta la había abandonado sin disculpas. Admitía que me había salido de tema, y mucho más cuestionando con indiscreciones acerca de nosotros. Pero anhelaba con frenesí pasear mi mano sobre su tersa piel, llenos de acciones agitadas y nuestras respiraciones cálidas conformándose en una sola. Me imaginé que colocaba mi boca constantemente en la suya, permitiéndome saborear el gustillo que sus labiales emanaban… Y que aquella melodía que las personas le nombraban risa se impregnara en mis oídos, originando una tibia relajación. Mi alucinación no fue más allá que un simple y erróneo sueño al que era consciente de que no lograría alcanzar, porque Claire estaba totalmente perdida por Ash, y si alguien o incluso algo iba a conseguir sacarla de aquel agujero negruzco donde ella misma resultó enterrarse, no iba a ser yo; Y no porque no lo quería o deseaba de aquella manera, sino porque ella no lo aceptaría. No de mí. No de Harry.

“Lo siento,” Yo comencé a disculparme con severidad, sacudiendo mis manos hacia ella y envolviendo las suyas en las mías sin algún sentimiento de culpabilidad. No me arrepentiría de mis episodios equivocados luego, porque era justo lo que me planteé desde que observé, después de un largo tiempo, su silueta cohibida encaminándose hacia mí. “No debí haberlo dicho; fue una pregunta normal.” Le aseguré, allanando mis ademanes por tranquilizar su juicio.

Me tomó un segundo recordar que Claire no se zafaría de Ash fácilmente. Ella creía que sus corazones se ubicaban atados hasta el final del momento y realmente, realmente tenía aquel afán de que encontrara finalmente a alguien con quien ofrecerse una oportunidad; y no me refería solamente a mí. Mentir a pesar de lo ciega que la había desamparado iba a herirla, pero era incapaz de alejarme. No me merecía que siquiera me hablase, solamente no hallaba otro modo de acercarme lo suficiente para que no me durmiera forzando las lágrimas con mantenerse dentro en las lúgubres noches, donde mis únicos demonios enrollados en mentiras eran capaces de salir a flote.

Claire negó con la cabeza abajo, suspirando y apartándose de mis manos, quienes de inmediato se tornaron frías sin su caliente tacto. Ella adquirió un rostro confundido, pero era un poco más de jovialidad y lo confuso lo guardaba en el interior.

“Respondiendo a la pregunta…” Me balbuceó, sorprendiéndome por dignarse a responderla. “No haría nada si un extraño me besa,” Alegó e inclusive, supuse que ella se asombró un mínimo igual. “Ya sabes lo que dicen.”

Posé mi mano en su pierna, sin evitar la sonrisa que se plasmaba placientemente en mi cara. Me deslumbraba el mero hecho de que proseguía siendo aquella mujer confiada. A veces, la amaba. ¿Y las otras?, no conservaba el conocimiento acerca de si había un sentimiento más grande que el amor, porque se manifestaba desgarrador.

 “No. No sé qué dicen. Soy un poco viejo.” Me burlé de mí mismo, reemplazando aquella formalidad de los días anteriores en una posibilidad de compartir y departir amistosamente. Sequé unas diminutas capas de sudor que el acaloramiento del salón influyó en mí. Me fijé determinadamente en si el líquido transparente se escurría de las sienes de Claire, pero al parecer al único que le ocasionó el ardor la sensación de estimar besarla fue a mí.

Una maravillosa sonrisa surgió de su boca, mostrándome cuán deleitosa podía llegar a ser. Mi mala broma por lo menos causó un efecto positivo en ella, quien autorizó a arrojar una satisfecha carcajada para alivianar mi fuerte inquietud. Me agradó que me concediera la pequeña caricia en su pierna.

“Creo que es ésta que dice: «Sólo se vive una vez.»” Ella me contestó, distanciando sus agraciados ojos de los míos. Sus ojos contenían aquella impresión donde me brindaban la inclinación de su alma.