Capítulo 13. El castigo

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—Sé que no pasará de nuevo, porque destruiré a ambos.

La sentencia había sido dada, el instinto de supervivencia de Ariel emergió y sacando las ultimas fuerzas que tenía, se puso de pie y corrió lo más rápido que pudo para salir de esa habitación. Para su infortunio, no había nada que pudiera evitar con correr, de hecho, esto sólo hizo que su Señor enfureciera más. Esa misma fuerza que lo había ahorcado, lo levantó del suelo y lo elevó tan alto que le hizo chocar contra el techo de la corte, pronto esta volvió a desaparecer, ocasionando que Ariel se desplomara violentamente contra el suelo. Su peculiar cabello rosado comenzó a teñirse de rojo a causa de la sangre que su cabeza derramaba al haberse golpeado fuertemente en ella.

Tirado en el suelo, sin poder moverse, le turbó la sensación de presión en su pecho, era como si algo muy pesado fuera puesto sobre él, de nueva cuenta le costaba respirar. Tantas cosas pasaban por la mente del arcángel, pero la más importante era Jofiel, le dolía imaginar que todo el sufrimiento que estaba padeciendo, él también lo experimentaría y le aterraba que fuera peor. Ya no podía moverse, la caída había roto algunos huesos, el dolor a este punto entumecía todo su cuerpo. Su visión tampoco era clara, la sangre que se derramaba sobre su frente había llegado hasta sus ojos, tan sólo inclinó su cabeza hacia un costado, logrando ver de nuevo hacia el altar.

—No queríamos decepcionarlo, mi Señor, perdón por preferir su castigo antes que su bondad; perdón por no haber valorado sus regalos o la posición honrosa que nos otorgó; perdón por mentirle y no, no es que lo traicione, usted podría pasar sobre mí y yo me sentiría honrado de ello, pero lamento decirle que, si amarnos fue nuestro error, entonces lo volvería a cometer mil veces más... —Ariel sabía la probabilidad de que ese momento fuera el último en su existencia, por lo que valientemente decidió confesar sus sentimientos. Tras tomar una bocanada de aire más, juntó la poca fuerza que le quedaba y se puso de pie, su aspecto cambió, la divinidad de su rango se manifestaba para darle un poco más de tiempo, sus alas lo sostenían y esa preciosa luz rosada empezó a rodearlo. —Estoy condenado, lo sé, pero mi Jofiel vale esto y mucho más.

Sólo tenía que arrepentirse, tan sólo debía condenar sus acciones y sería perdonado, pero fue esa soberbia ante su situación lo que provocó un fatal desenlace para Ariel. Sí, iba a ser destruido, pero su Señor tenía planeado terminar la tortura aquí, esas palabras lo molestaron y aprovechando que el arcángel había revelado su forma real, optó por provocarle más dolor todavía.

—Esto no era necesario, pero antes de que te extingas, debes arrepentirte.

Ariel no puso siquiera resistencia al ser atacado nuevamente, lo único que hacía era gritar por el dolor, intentaba que este no distrajera su mente que ocupada se mantenía proyectando la imagen de Jofiel, se aseguró de que, al irse, ese arcángel que tanto amaba fuera lo último en lo que pensara.

Después de sentir cómo los huesos de sus brazos eran triturados, un calor comenzó a quemar su espalda, justo en el nacimiento de sus alas. Sin piedad, una de ellas fue arrancada, ocasionando un inmenso dolor, ya no sólo físico sino también espiritual, pues Ariel estaba siendo despojado de su divinidad; las plumas que caían se desintegraban en cuanto tocaban el suelo; el cuerpo del arcángel era sostenido por la fuerza divina, que actuando una vez más, terminó por desgarrar la última ala de su espalda. Los agonizantes gritos de Ariel inundaban la corte, la sangre había salpicado los pilares cerca de él y se comenzó a formar un charco rojo debajo de él, era como si la herida en su espalda estuviera drenando hasta la última gota de esta.

Pasó poco antes de que ya no sintiera nada, su cuerpo y espíritu estaban destruidos; la imagen en su mente fue sustituida por una voz que dedicaba unas ultimas palabras para él. Resignado, cerró los ojos y dispuso entregar su alma, le reconfortaba no ser testigo del castigo que recibiría Jofiel, pensaba que no podría resistir verlo sufrir. El silencio volvió a prevalecer, sintió que nuevamente iba a caer, supuso que era el fin y estaba agradecido de finalmente llegara... pero se equivocaba.

La luz que se extingue al albaWhere stories live. Discover now