Justo en ese momento golpearon la puerta.

—Amy, ¿estás ahí? —Era la voz de Nailah.

—¡Si! Ahí salgo —dije en voz alta—. Emi, apenas me libere te vuelvo a llamar, ¿si? Quiero que me cuentes como va ese emprendimiento.

Emily había empezado un emprendimiento de cocina hacía muy poco tiempo. Tenía un talento notable en el arte culinario y de a poco, la ciudad comenzaba a reconocérselo.

—Dale. Si no hablamos mañana, no te preocupes.

Corté la llamada y guardé el celular en el cajón de la mesita de luz. Teníamos prohibido andar con el nuestro fuera de la habitación. Incluso le habían colocado un chip que, al pasar por la puerta, sonaba. Así que era imposible hacerlo. Si o si teníamos que usar el celular sin conexión a internet que nos habían dado allí.

Lo guardé en el bolsillo de mi pantalón y abrí la puerta.

Nailah me miró de arriba hacia abajo.

—¿Segura que estás bien?

—¿Por qué no lo estaría?

—No lo sé. Te he visto venir de afuera y tenías una cara bastante mala. Entraste a la habitación como huyendo de algo.

Odiaba ser tan obvia con lo que me pasaba.

—Es que había olvidado que tenía que llamar a mi amiga —reí—. No me gusta fallarle estando tan lejos.

El rostro de Nai se relajó.

—No sabes cómo te entiendo. Yo intento llamar a mi familia en cada momento libre —me contó mientras caminábamos hacia el living—. Igual me preocupa, no ha pasado ni una semana y los extraño horrores. Por eso te he venido a buscar. Estaba empezando a sentirme muy mal.

Recién en ese momento me di cuenta que yo no extrañaba tanto. En el último año me había alejado de Emilia y de Olga que eran las personas más importantes para mí en Valedai, así que estaba acostumbrada a ese sentimiento. Pero desde un inicio, había primado el sentimiento de nostalgia hacia mi madre. Me sentía capaz de enfrentarme a cualquier distancia después de haber pasado por eso.

Extrañar era algo que iba conmigo fuera a donde fuera, estuviera donde estuviera.

En el living nos encontramos con Milo, Oliver e Ingrid que estaban jugando naipes.

—¿Quieren sumarse? —nos preguntó nuestro amigo.

No dudamos un segundo en hacerlo.

Definitivamente, estábamos viviendo un clima de vacaciones a todo lujo.

Al día siguiente, en mi habitual horario de visita al patio, decidí llevar un libro para mantener controlada mi atención. Por si acaso.

Nos habían vuelto a dar una clase de protocolo esa mañana en vistas de la cena que teníamos al día siguiente. Entonces prefería refrescar algunas cosas que no me habían quedado claras. Era un motivante bastante fuerte para no estar enfocándome en cosas innecesarias.

Logré llegar a mi habitual asiento frente al lago sin ningún peligro a la vista. Recién cuando me senté, pude respirar tranquila. A mis costados no había más que soledad y tranquilidad, acompañada con el sonido del canto de los pájaros.

Que el palacio estuviera alejado de la ciudad ayudaba mucho a lograr eso.

Abrí el libro y fui hacia la parte de protocolo en la mesa. Traté de observar con cuidado la disposición de los cubiertos. Me era imposible aceptar que se necesitaran tantos cubiertos diferentes para una simple cena. Incluso había copas diferentes.

Vistiendo a la realezaWhere stories live. Discover now