Siempre

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Sentada en un rincón, sus ojos de cristal eran testigos de las idas y venidas de la gente. Pocos se fijaban en ella, pero los rostros asombrados y temorosos de quienes se atrevían a hacerlo quedaban grabados en ellos.
A veces sentía que su existencia quedaría reducida a aquel rincón de la estantería. El destino quizás la abandonaría de nuevo en un vertedero. O con un poco de suerte olvidada en una caja en algún sótano. Nadie jugaría con ella, nadie disfrutaría de su compañía... Nadie querría una muñeca de porcelana.

Pensaba que se había hecho a la idea de que ninguna niña se fijaría en ella. Pero cada vez que la puerta de la tienda de antigüedades se abría, sus ojos brillaban con la esperanza de que fuera ella su dueña.Sin embargo los días pasaban, las semanas se hacían meses y el tiempo los convertía en años.

Cuando aquella anciana ayudada de su bastón entró a la tienda, no pudo imaginarse que aquel destino que tanto temía, las uniría. La mujer parecía saber qué era lo que buscaba, pues no se detuvo a mirar nada, fue directa al mostrador a preguntar a la dependienta.

-Disculpe, llevo días viendo esa muñeca desde el escaparate y me preguntaba si está en venta.

La dependienta la miró asombrada. Desde que aquella muñeca sin pierna había llegado a la tienda, a manos de un vagabundo que la había encontrado en el contenedor y quería sacar algo de dinero con lo que comer. Nadie se había interesado por ella. Había permanecido en el mismo lugar dónde la había dejado.

-Lleva años en venta pero nadie se había interesado por ella.

No podía creerse que aquello que tanto había deseado se estuviera cumpliendo. La dependienta tras acordar un precio y advertirle de su desperfecto, la envolvió en papel y la metió en una bonita caja. Si hubiera tenido corazón este hubiera palpitado de tal manera, que podría se saldría de su pecho. Si hubiera tenido habla hubiera gritado de alegría. No dejaba de pensar en cómo sería la niña que le iban a presentar. Soñó con tazas de té, abrazos y sonrisas... Su dicha era tal que perduró durante meses.

Su nuevo hogar estaba lleno de amigas como ella. Puesto que su dueña resultaba ser coleccionista y no una niña. Eso despertó en ella el miedo de permanecer de nuevo en una estantería sirviendo como decoración. Sin embargo la anciana tras arreglar la falta de una de sus piernas, la aseó, cepilló su cabello y cada tarde tejía ropa nueva para cada una de sus pequeñas.

Hubiera deseado poder consolarla cuando la mujer le hablaba. Aquella anciana estaba sola en el mundo, su marido había fallecido hacía un año y su hijo servía en el ejército. Con lo que apenas lo veía una vez al mes. A pesar de que las cartas eran abundantes, la soledad era tan notable que la mujer había comenzado a enfermar. Lloraba por las noches y había mañanas que ni siquiera se levantaba de la cama. Siempre abrazada a ella o a la foto de su difunto marido.

Los meses pasaban, ya nadie cepillaba su cabello, ya nadie le hablaba...Volvía a estar olvidada en aquel rincón. Ahora su dueña permanecía en cama recibiendo los cuidados de su hijo, el cual había pedido permiso para poder atenderla en su lecho de muerte. Se podía leer en la tez pálida, los ojos amoratados y hundidos y sus manos huesudas que el final estaba cerca.
No podía creérselo, no quería hacerlo. El destino le estaba gastando una broma pesada. Aquella mujer había sido todo para ella en tan poco tiempo. No solo la había adoptado y había arreglado su pierna rota, sino que le había dado esperanzas y un hogar. Era demasiado para ella permanecer inmóvil viendo cómo la única persona que se había preocupado en darle un hogar estaba a punto de abandonarla... Para ella cada día que pasaba era una tortura, hubiera preferido mil veces la soledad de la tienda que ser testigo de todo aquello.

El día que la anciana exhaló su último aliento, su alma se partió en pedazos. No quería alejarse de ella, no quería volver al olvido. Quería permanecer a su lado eternamente...

Nadie se sorprendió al ver una muñeca abrazada a la anciana en el velatorio, pues todos la habían conocido en vida. Pero la realidad es que nadie había metido junto a la mujer aquella muñeca...


Siempre permanecería a su lado.

SiempreWhere stories live. Discover now