Extra: Dos líneas

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—No lo he visto—respondió con lentitud—. No pude...

Wade bajó la vista, dudoso. Al alzarla, buscó en su alrededor.

—¿Dónde está? —preguntó.

—En el mesón.

El mayor volvió su vista al Omega, mirándolo con una suave sonrisa, casi penosa.

—¿No te importa si lo veo?

Erin abrió su boca, titubeante, pero al final de todo, asintió. Wade, antes de levantarse, reposó con suavidad su mano sobre la de su pareja en un intento de trasmitirle calma.

—Erin, sé que estás muy asustado y no te culpo, pero quiero que sepas que no me voy a enojar contigo o algo por el estilo si esta prueba sale negativa. Te amo mucho, y si no es ahora, será más adelante, ¿bien? —dijo con seguridad y el cariño naciente de su alma. Wade quería hacerle sentir que todo estaba bien. 

Erin asintió, viendo como su Alfa se acercaba al mesón.

¿Cómo es que tengo un Alfa tan maravilloso?

Esa pregunta volvió a inundar la mente de Erin, cada vez que Wade hacia algo por él, cada maldita cosa que hacía, lo dejaba volando en una clase de paraíso.

El Alfa se quedó en frente del mesón.

Y una nueva punzada golpeó el pecho del Omega debido al miedo. Se concentró en las emociones de Wade, en su rostro y expresión, pero no halló nada más que un silencio.

Silencio.

Negativo.

Era negativo de nuevo.

Erin se apoyó en la pared y se dejó caer, escondiéndose entre sus brazos. Pensó en todas las veces que se había hecho una prueba, todas las veces que había salido negativo, añorando con todo su ser el hecho de tener un pequeño en su vientre. Pero, al parecer, era imposible. No importaba si se cuidaba, si comía bien o tenía sexo en su celo, nada funcionaba y eso lo hacia sentir inútil.

Era un completo inútil.

Nirelle de verdad había sido un milagro para él.

—Erin...—murmuró Wade.

El Omega no alzó su vista, pero pudo sentir como su Alfa se acercaba a él para agacharse, quedando a su altura.

—Perdón—susurró con las lágrimas naciendo de sus azulados ojos—, perdón, perdón...

—¿Por qué te disculpas? No has hecho nada malo—escuchó decir a su Alfa con calma. 

De nuevo, de nuevo había ocurrido. La prueba de embarazo era negativa y siempre lo sería.

Siempre lo sentía para mí. 

—¿Nada malo?—soltó, sintiendo el fuerte nudo formándose en la base de su garganta—. Wade, yo...

—Estás embarazado, Erin.

La mente de Erin se detuvo, todos esos pensamientos negativos se detuvieron de golpe y alzó su mirada. Wade le sonreía con cariño.

—No... no, no, no juegues conmigo—empezó a murmurar sin poder creérselo.

—Es verdad, mira—dijo este mostrándole la prueba de embarazo.

Y por primera vez, en mucho, pero mucho tiempo, había dos líneas.

Positivo.

El llanto de Erin no quedó atrás, lloró con ganas, lloró por todas esas veces que había salido negativo y tuvo que pagar las consecuencias. Lloró porque la felicidad que sentía era más grande que todo.

Almas perdidasWhere stories live. Discover now