Planes futuros.

Magsimula sa umpisa
                                    

—Vamos mi niña, —dulcemente Beatriz le hablaba al sentirla un poco más tranquila— vamos a sentarnos unos minutos al sillón mi amor, vamos.

—No me abandones por favor, —entre sollozos Leila le murmuraba— ya no sé cuánto más podré seguir aguantando.

—Tranquila hermanita, siempre me tendrás junto a ti cariño, siempre.

Tras dejarla sentada en el sillón, Beatriz volvió a la licorera, aún perturbada, y volvió junto a Leila con un vaso con soda para que tomase. La observaba y le acariciaba el rostro, arreglándole de paso sus cabellos con una ternura digna de una madre hacia una hija. Pese a que no era mucha la diferencia de edad entre ambas, Leila se mostraba fracturada internamente, carente de paz interior y por sobre todo de cariño.

Era angustiante para Beatriz el verla así y no poder hacer nada por ella. Ni siquiera podía recurrir a Quentin, ni mucho menos a sus sobrinos, hablarles y pedirles apoyo y en especial atención con Leila, esa atención y cariño que hacía mucho le estaban negando. Solo una persona podía levantarle el ánimo, solo una persona podía darle cariño sin pedir nada a cambio, sin condiciones ni cláusulas de por medio, y Beatriz podía recurrir a ella.

—¿Te parece si vamos por Pandora?

—Sí hermanita, vamos por ella. —Con solo escuchar su nombre, los ojos de Leila se iluminaron.

—Pero primero tendremos que retocar tu maquillaje. ¿No queremos que la pequeña Pandora te vea así, cierto? —Beatriz le esbozaba una sonrisa.

—Dame unos minutos para tranquilizarme, —murmuraba ésta mientras entrelazaba de manera torpe sus dedos— necesito estar bien antes de irnos de paseo.

—Los que necesites cariño. Pero trata de que no sean muchos, de lo contrario Pandora vendrá a buscarnos y apurarnos para salir a pasear.

—Tienes razón.

—Creo que lo mejor es ir a avisarle que saldremos pronto, así no se impacienta nuestra pequeña. Ya sabes cómo es.

—Muy dulce y tierna, aunque cuando saca a relucir ese genio escondido que tiene, se parece…

—Mejor vamos y le avisamos. —La interrumpía Beatriz, tomándola de la mano.

Ambas mujeres se levantaban del sillón y se dirigían a la habitación que ocupaba Leila para que retocara su maquillaje, algo rápido antes de ver qué ocurría con Pandora. Pasado el trago amargo por lo ocurrido, se mostraban con las energías renovadas y dispuestas para realizar aquel paseo a caballo por la hacienda, no sin antes buscar a Pandora, quien se encontraba esperándolas en la cocina, ya vestida para la ocasión y degustando un helado de fresa, uno de sus favoritos.

La pequeña lucía unas botas de caña alta hasta la rodilla, pantalón sin costura de color café, junto con una blusa blanca de manga larga y un chaleco especial para montar a caballo. Sentada junto a la mesa de servicio aguardaba que fueran en su búsqueda para el tan esperado paseo, y sobre ésta, tenía el casco y los guantes que usaba, ambos de color negro, su color favorito. No había color que le gustase más. Beatriz era quien había mandado a hacer sus ropas justo a su medida, y por sobre todo al gusto de la pequeña.

En sus primeros pasos dentro de la hacienda, una de sus más grandes aficiones fue el estar cerca de los caballos que se encontraban ahí, por lo que Beatriz siempre la llevaba a las caballerizas para verlos. Esto a pesar de que en muchas ocasiones doña Gabriela, la madre de la pequeña, se opusiera a esto. Ella les tenía cierto temor a estos animales, sobre todo después de ver las veces en que su esposo fue derribado por éstos. Habían animales que eran un tanto difíciles de dominar, por ello Facundo, al intentar domarlos, terminaba tragando tierra, intentándolo una y otra vez, hasta conseguir su objetivo.

Pandora (EN PAUSA)Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon