cappitulo 17

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Estaba oscuro cuando ella despertó, pero podía ver completamente todo en el cuarto con claridad. Ella rechazó pensar en lo qué esto significaba (has estado rechazando pensar mucho esta semana, ¿¡eh!?, nena?) y en cambio se enfoco en Michael, que paseaba al pie de la cama. Su cara esta brillante por el sudor y él siguió dirigiendo sus dedos por su pelo. En la penumbra, sus ojos eran de un tormentoso color oro. Él debía haberse dormido, también, comprendió ella, y ahora no había tiempo para que él se marchara antes... antes... —¿Michael? —La palabra prácticamente se pegó en su garganta. Él no se dio vuelta, ni echó un vistazo hasta a ella—. ¿Estas bien?  —Bien —él refunfuñó. Repentinamente, ella se decidió: no más miedo. No podía temer a otra violación si ella era el agresor. Y, para ser completamente honesta, el muy bastardo tenía un toque como nadie le hizo sentir nunca. Ella lo quería. Por la noche, en su cama sola, lo ansiaba. —No más miedo —ella anunció, y se levantó de la cama. Entonces saltó sobre él. Él la agarró, como ella sabía que haría, y se tambaleó hacia atrás con tanta fuerza que su espalda pego contra la pared. —Mi opinión es —dijo ella mirando la cara sorprendida de él, cuando ella coloco sus piernas alrededor de su cintura—, que he estado aterrorizada de una repetición de la escena del ascensor, ¿verdad? Toda la semana, he estado preocupándome por ello. Al diablo, hasta traté de seducirte para ver si me despedías. Bien, si yo te violo, no hay nada por que estar asustado. Entonces puedo volver a dormir.  —Estas fuera de tus… Ella lo besó. Entonces le mordió su labio inferior. Él gimió y se tambaleó con ella. —Jeannie… Ella introdujo su lengua dentro de su boca. La lengua de él se encontró con la suya en un duelo frenético antes de que él retirara su cara de la suya.  —¡No! No es como antes, no es… estando tan cerca de mi cambio, si cambias de opinión no seré capaz de pararme. —Él la dejó y la sacudió—. ¡No seré capaz de pararme! Y no puedo tolerar forzarte otra vez, hasta por castigo. Si averiguo por la mañana que te asuste o te hice daño.  Ella le rasgó su camisa abriéndola. Él giró lejos de ella, jadeando. —No.  —Por Dios —refunfuñó ella, y saltó sobre su espalda. Colocando sus brazos alrededor de su cuello, ella no hizo caso de su ronca demanda que parara esto inmediatamente, tomó parte de su oreja en sus dientes. Él aulló y la agarró por su cabeza, tratando de separarla... entonces cambio de opinión y presiono su cara en el lado de su cabeza, con fuerza. Ella lo mordió otra vez y él gimió. —Nunca te entenderé.  —Mala suerte —dijo ella compasivamente, luego mordió el lado de su cuello, y lo lamió. Él se tambaleó sobre la cama y cayó, fijándola bajo él. Ella liberó sus piernas y él le dio una vuelta, empujando su sudadera a su cuello y sepultando su cara entre sus pechos.  —Última posibilidad —gimió él. —Exactamente ese es mi pensamiento —gruñó ella, tirando la camisa sobre su cabeza, moviéndose para quitarse sus pantalones cortos. Él la ayudó con manos temblorosas y rápidamente ambos estaban desnudos. Ella comenzó a tener segundos pensamientos cuando él la volteo y la coloco en sus rodillas. —Michael —ella pudo decir cuando él le besó la base de su columna—. Nada sino… podríamos probar cualquier otra forma… porque no estoy segura de estar lista para esto aún.  Él no contestó, y ella estuvo a punto de intentar decirlo otra vez cuando sintió un rápido movimiento de su lengua por delante de la abertura de su vagina... entrando profundamente. Ella aguanto un gemido y pensó, ¿De qué demonios me escondo? Lo amo, y él sabe que lo amo. Cuando sus pulgares la extendía ampliamente y su lengua bebía a lengüetazos de su carne expuesta, ella gimió en voz alta y estaba segura de que Moira, dondequiera que estuviera, podía oírla. Él se rió del sonido, un estruendo de placer desenfrenado, y luego su lengua estaba dentro de ella otra vez, lanzándose y moviéndose. En menos de un minuto ella se mecía hacia atrás contra su boca dulcemente ocupada, entusiasmada suavemente, sintiendo el principio de ese calor familiar y delicioso en su estómago, sintiendo por todas partes la presión que significaba que su orgasmo se acercaba... ... entonces ella sintió la punta de él, llena de sangre, la cabeza tan deliciosa como un ciruelo, cómodamente en ella... y luego él avanzo empujando, rápidamente y con un fuerte empuje instantáneamente se estremeció con el orgasmo. Ella gritó su nombre y se echo hacia atrás, encontrándolo con cada empuje, en una montaña rusa de placer, un orgasmo que bajaba en picado al instante y se combina con otro. Sus bajos gemidos, tanto como gruñidos, encendieron su sangre y la hicieron querer morder algo. Ella sintió sus dientes en su hombro, suavemente, y luego lo sintió palpitando dentro de ella. Ella empujó hacia atrás una vez más, avidamente, luego lo sintió deslizarse sobre ella. —Ah —ella dijo, casi suspirando. —Cristo —él gimió, y se dejo caer sobre la almohada. Ella se rió tontamente, y él extendió la mano, tomándola por su cintura, y la recostó contra su lado—. Di la verdad —él carraspeando, y cuando él la miró, ella vio que sus pupilas eran enormes, sus iris eran casi imperceptibles anillos de oro—.Tratas de matarme, ¿verdad? ¿Me cansas antes de que yo cambie? Ella se rió otra vez.  —¿Significa esto que no lo harás durante segundos? Él no se rió de su mofa. En cambio él extendió un dedo y tocó su boca. Entonces su áspera palma acuno su mejilla.  —No tienes miedo —dijo él, su voz era tan profunda que era difícil entenderlo—. Yo no podría soportar que tuvieras miedo.  —Lo gracioso es —dijo ella seriamente—, que no lo estoy. Lo que más me preocupaba... hice que sucedeciera. Tuve que lanzarme sobre ti literalmente. Pero no me opuse, porque es más fácil estar asustado cuando eres pasajero que cuando eres el conductor.  —No tengas miedo —dijo él otra vez, jadeando—. No puedo aplazarlo más.  Él comenzó a Cambiar. Y pasó tan rápidamente que si ella hubiera parpadeado se lo habría perdido. Sus rasgos y miembros y cuerpo parecieron cambiar, derretirse y encogerse en un lobo cubierto de piel, un cuadrúpedo con un exuberante abrigo negro del color exacto del cabello de Michael, y ojos de oro profundos. No había un olor. No había un desorden. Ella acababa de atestiguar una imposibilidad física. —Guh —ella dijo, parpadeando y mirándolo fijamente, antes de que el lobo lamiera descuidadamente su mejilla. La cabeza grande y peluda giro lamiendo su estómago, donde su niño estaba cómodo.  —Michael, ah Michael —susurró ella, extendiendo la temblorosa mano y toco la lustrosa piel. Cuando Michael en forma de lobo no se alejaba de su toque, simplemente se quedo sentado tranquilamente, ella dio rienda suelta al placer y la curiosidad, dirigiendo sus manos sobre sus miembros fuertes, su cola, acariciando la noble cabeza y hasta sepulto su cara en su rico abrigo negro. Ella comprendió débilmente que su cara estaba empapada con emociones encerradas, miedo y cólera, desesperadas por salir tan fácilmente cuando Michael había perdido su forma humana. Era todo verdad. Ellos no eran tontos locos. Ella era la tonta, por cegarse a la verdad. Él era el líder de la manada, ella era su compañera y llevaba al siguiente líder de la manada. Ella estaba en peligro mientras Gerald quisiera el poder. Michael había tenido razón al rastrearla y traerla a su casa. Ella se había equivocado por escaparse. —Michael —ella susurró en su piel—, te amo.  Ella no sabía si él podría entenderla en su forma lupina, pero a pesar de todo, él hizo un ruido profundo, que retumbo completamente en su pecho como un ronroneo. Ella esperó que él entendiera. Por otra parte, ella tenía toda una vida para repetirle la frase. El retumbo repentinamente cambió de tono, de ronroneo a gruñido. Ella se retiró de él, por instinto sabiendo que Michael era incapaz de hacerle daño en cualquier forma que tomara, pero todavía cautelosa. Él saltó de su lado y atravesó las puertas del balcón, cerrándose de golpe una de ellas con bastante fuerza para rajar el pesado cristal. —¡So! —dijo ella, se levanto de un salto y corrió hacia la puerta—. ¿Tu quieres salir? No hay problema, espera un segundo. —Después de un momento ella tenía la puerta abierta y Michael paso corriendo, trepo a la barandilla y luego intrépidamente salto a la oscuridad. Detrás de él, Jeannie lo miraba caer de dos pisos de alto y aterrizar agachado en sus cuatro patas.  —Bueno, diablos —respiró ella—, no me extraña que la caída del ascensor no le matara.  Ella todavía lo miraba fijamente, con la boca abierta como una tonta idiota, cuando otro lobo salió de la oscuridad y se lanzo a la garganta de su amante. Este lobo tenía la piel coloreada de marrón el color exacto del pelo de Gerald, y ella supo inmediatamente quién tenia que ser el lobo... y para qué había venido. Michael evitó el ataque, y los dos poderosos machos se pusieron en guardia y preparados para luchar. ¡Él esta loco! Ese fue su primer pensamiento. ¿Ataca a Michael en su propio territorio? Tal vez Gerald había oído que todas las hembras se irían y asumía que Jeannie sería fácil de agarrar... tal vez él también había oído que Michael había planeado irse esa tarde. Y probablemente calculo, esta noche, o nada... Sus pensamientos fueron interrumpidos por un ruido; ella se dio vuelta a tiempo para ver a un lobo de color caramelo de mantequilla y de ojos verde como Derik pasar como un cohete delante de ella, directamente sobre la barandilla de balcón. Otros cuatro lobos los habían rodeado ya, el gruñido y la lucha de los machos, y Derik resueltamente fue por la garganta del traidor más cercano. Jeannie se dio la vuelta y fue inmediatamente al cajón al final de la mesa dónde ella había dejado caer descuidadamente el arma de Gerald…

Hola bueno este es el penultimo capitulo espero que les este gustando el final y mañana subiré el ultimo capítulo :))

Prisionera del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora