⚜CAPÍTULO XXXI⚜

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El caballo raspaba la tierra, como si tuviera fe en encontrar pasto o alguna hierba que saseara su hambre. Por suerte, Dorian habia llevado consigo algunas flores que su esposa le había preparado para Victoria, pero ella estaba bien, a diferencia del caballo que deseaba comer algo pronto.

—¿Nos falta mucho para poder llegar?

Victoria se levantó y se acercó a la pequeña fogata que Dorian habia creado con dos piedras.

— Si tenemos suerte, llegaremos al anochecer a vuestro reino en un día.

—Seguramente William ya está llegado mientras que yo estoy tumbaba en la nieve por un dolor de cabeza.

—Vuestras heridas son serías, majestad.

Mientras él hablaba, Victoria notó las ojeras marcadas de Dorian, cosa que le preocupó un poco.

—Debe descansar un poco, yo me quedaré despierta.

—No —se negó, pasándole el huevo duro para cenar—. Ya estoy acostumbrado a desvelos como éstos. Esperaré a que coma un poco, luego nos iremos.

—¿Acostumbrado, siempre has cuidado de tu familia solo?

—Asi es —él respondió, con el ánimo abajo y de un momento a otro, el tema se agotó.

Victoria entendió el silencio y solo se dispuso a tomar bocados grandes de la comida que sostenía en sus manos. Poco tiempo después se puso de pié y ordenó ponerse en marcha, puesto que aquel caballero había decidido que no deseaba descansar.

Y así fue.

Solo ella montó al caballo y siguieron el sendero. El sonido de los búhos que ya despertaban y sacudían la nieve de sus plumas era una señal de que el día se aproximaba.

Empezaba a amanecer y ya el frío era poco. Dorian sentía el calor dentro de su abrigo, pues ha estado caminando desde que partieron sin descansar. Su mente no dejaba de pensar en su esposa, quién se había quedado sin protección alguna y su hijo Cristian. Tenía tantos sueños por delante y vivir en un país como Tristám siendo hijo suyo, era simplemente un caso perdido y uno de desonrra absoluta, solo deseaba que todo esto no le afecte tanto.

La noche volvió a caer, está vez no había luz de la luna que los guíe por el pequeño camino, solo contaban con el olfato y la suerte del enorme  animal que parecía ya conocer el camino.

Ya casi llegaban a Khandura. Varios faroles encendidos con fuego ya iluminaban la calle de pavimento. El castillo estaba en lo alto de una montaña, llena de árboles y cabañas echas por los mismos aldeanos, era una infraestructura qué al rey Rodrigo apreciaba observar cada vez que salía del palacio.

A varios kilómetros más allá del pueblo, debían hacer caminar al animal un poco más.

Un camino de luces llamó la atención de la joven reina. Hizo un esfuerzo en mirar a lo lejos y se sorprendió por lo que estaba viendo.

Gracias a su feroz vista,  advirtió rápidamente a Dorian que un carruaje rojo con adornos dorados llegaba al palacio.

Él buscó entre su abrigo un objeto largo y lo sostuvo a una altura considerable.

Dorian pudo ver a lo lejos gracias a un pequeño telescopio al Papa entrando al castillo junto con el rey William.

—Es el Papa y William —dijo, guardando rápidamente el objeto en su bolso.

—¿Llegaron antes que nosotros? —dijo ella, tratando de ver a lo lejos.

Victoria sacó fuerzas para incorporarse, pero otra de sus heridas se abrió haciendo que su vestido obsequiado por Mariana se manchara en sangre. Puso su mano en su cintura y le ordenó a Dorian ir hacia allá lo más rápido posible. Trató de ocular la sangre pero fue inútil, él se dió cuenta.

Hilo Carmesí [✔️]Where stories live. Discover now