A 30 días del final.

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Comenzó a sudar frío y a temblar sin control. En fracción de segundos por su mente pasaron una serie de imágenes concernientes a los procedimientos que se realizaban en un aborto. Ya se había martirizado mirando videos de esta índole por internet para convencerse, y al oír que tenía un médico que estaba dispuesto a resolver su “problema”, su propia mente le restregaba en la cara estas imágenes, como si se tratara de una advertencia.

Un murmullo casi imperceptible se escabullía por sus oídos, distante y poco entendible en ese momento. Una voz que repetía su nombre una y otra vez… Leila… Leila… Leila… replicaba incesantemente la voz. Alzó su mano para llevar a su oído nuevamente su celular, escuchando con más fuerza la voz.

—¡Leila, Leila! ¿Estás ahí?

—Perdón José Luis.

—¡Pero mujer, qué te sucedió!

—Fue solo un exabrupto, no te alarmes, estoy bien.

—Creí que te había pasado algo, por más que te hablaba no contestabas. No me asustes de esa forma Leila.

—Descuida, estoy bien. ¿Qué debo hacer ahora?

—¿A qué te refieres?

—¿Cuáles son los pasos a seguir para terminar con todo esto?

—Te enviaré los detalles por mensaje, y no te preocupes, el médico es de mi entera confianza.

—De acuerdo… ya debo dejarte, tengo cosas que hacer.

—Leila, júrame que lo pensarás, por favor. —José Luis se sentía acongojado con la situación, quería por todos los medios hacer recapacitar a Leila de su decisión.

—Por favor, ya no sigas con eso, te lo pido. —José Luis conocía demasiado a Leila, y sentía en sus palabras que ésta no estaba del todo convencida, aún regocijaba la esperanza de lograr salvar la vida de esa criatura inocente, y no se daría por vencido tan fácil.

—De acuerdo, por ahora no insistiré.

Tras colgar la llamada, Leila permaneció silente por varios minutos sentada sobre la cama, observando la pantalla de su celular y esperando con cierta ansia el mensaje que éste prometió enviarle. Solo unos segundos pasarían para que la pantalla se encendiera conjuntamente con el sonido que tenía predeterminado para los mensajes entrantes, dándole el aviso. Con más nervios que ganas comenzaba a leerlo, pues su contenido era muy importante para ella, ya que después de mucho pensarlo, José Luis finalmente había accedido a ayudarle con su “problema”, aunque no de manera directa.

Luego de contactar a varios colegas logró encontrar a la persona idónea que pudiera no solo interrumpir su embarazo, sino también mantener el secreto de dicho procedimiento. Aquel mensaje contenía el nombre de la clínica a la que debía concurrir, el nombre del médico en cuestión, la fecha y hora en que debía presentarse, además de una advertencia por parte de José Luis. Si tomaba la decisión, tendría que inventarle algo a Quentin, pues pasaría internada por lo menos dos días.

Tras leerlo con atención, su cuerpo fue envuelto por una inexplicable amargura, y antes de que lo notara ya estaba acariciando su vientre. Al darse cuenta de lo que hacía de manera inconsciente y natural, rompió en llanto, lanzó lejos su celular y se desplomó sobre la cama, golpeando las almohadas para intentar con ello desahogar toda su rabia, su miedo y tristeza. La fecha era clara, y desde ese momento solo un mes la separaban de cometer un crimen.

Pandora (EN PAUSA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora