- Bueno, Emma- penetrando apresuradamente en la estancia-, ¿no te parece la noticia más extraordinaria que jamás se ha oído?

-¿A qué noticia te refieres?- replicó Emma, incapaz de adivinar por su aspecto o su voz si Harriet se había enterado de algo.

-Lo de Jane Fairfax. ¿Has oído alguna cosa tan rara? ¡Oh!, no tienes que tener ningún reparo en confesármelo porque el señor Weston ya me lo ha dicho todo. Acabo de encontrarle. Me ha dicho que era un secreto para todos; y por lo tanto yo no pensaba decírselo a nadie excepto a ti, pero me ha dicho que ya lo sabías.

-¿Qué te ha contado el señor Weston?- preguntó Emma aún sin saber qué pensar.

-Pues... me lo ha contado todo; que Jane Fairfax y el señor Frank Churchill van a casarse, y que han estado prometidos en secreto desde hace mucho tiempo. ¡Qué cosa tan rara!, ¿verdad?

Ciertamente era muy raro; la reacción de Harriet era tan extremadamente rara que Emma no sabía cómo interpretarla. Parecía como si su carácter hubiese cambiado por completo; como si se propusiera no demostrar ninguna emoción, ningún interés especial por aquel hecho. Emma la contemplaba muda de asombro.

-¿Tu suponías- preguntó Harriet- que estaba enamorados el uno del otro? Bueno, a lo mejor tú sí que lo supusiste... Como sabes leer tan bien- dijo ruborizándose- en los corazones de todo el mundo...; pero nadie más.

-Te prometo- dijo Emma- que empiezo a dudar de que tenga semejante don. Pero, Harriet, ¿cómo puedes preguntarme en serio si yo suponía que estaba enamorado de otra mujer cuando ( si no de un modo declarado, sí tácitamente) te estaba alentando a concebir esperanzas? Hasta hace una hora nunca he tenido ni la menor sospecha de que el señor Frank Churchill se sintiese atraído por Jane Fairfax. Puedes tener la seguridad de que si yo hubiese sospechado algo de este tipo te hubiera prevenido de acuerdo con mis sospechas.

-¿A mí?- exclamó Harriet ruborizándose llena de asombro-. ¿Por qué tenías que prevenirme? No supondrás que yo me interesaba por el señor Frank Churchill...

-No sabes lo que me alegra oírte hablar de este asunto con tanta serenidad- replicó Emma sonriendo-; pero no pretenderás negarme que hubo una época... que por cierto, no está muy lejos... en que me diste motivos para suponer que te interesabas por él...

-¿Por él? ¡Oh, nunca, nunca! Querida Emma, ¿cómo pudiste entenderme tan mal?- dijo Harriet volviendo su rostro, muy dolida.

-¡Harriet!- exclamó Emma después de un momento de pausa. ¿Qué quieres decir? ¡Por lo que más quieras, dime que has querido decir...! ¿Qué te he entendido mal? Entonces, tengo que suponer...

No pudo seguir hablando... Había perdido la voz; y se sentó esperando con ansiedad a que Harriet contestara. Harriet que estaba de pie, a cierta distancia, volviéndole la espalda, tardó unos minutos en hablar; y cuando por fin lo hizo, su voz estaba tan alterada como la de Emma.

-Nunca me hubiese parecido posible- empezó diciendo- que me entendieras tan mal... Ya sé que acordamos que nunca le nombraríamos... pero teniendo en cuenta lo infinitamente superior que es a todos los demás, nunca hubiese creído posible que creyeras que me refería a otra persona. ¡El señor Frank Churchill! Nadie puede fijarse en +él estando presente el otro. Creo que no tengo tan mal gusto como para pensar en el señor Frank Churchill, que no es nadie al lado de él. ¡Y qué ti hayas tenido esta confusión...! ¡No lo entiendo! Estoy segura de que si no hubiera creído que tú aprobabas mis sentimientos y que los alentabas, al principio hubiese considerado casi como una presunción excesiva por mi parte el atreverme a pensar en él; al principio, si no me hubieras dicho que cosas más difíciles habían ocurrido; que se habían celebrado matrimonios más desiguales (éstas fueron las palabras que empleaste)...; de haberme dicho todo esto, yo no me hubiera atrevido a tener esperanzas... No lo hubiese considerado posible... Pero si tú, que tienes tanta amistad con él...

Emma.  Jane Austen.Where stories live. Discover now