8. ¿¡Boda!?

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—Eres-un-pinche-puerco-Johnathan —la señora Seo se encontraba dándole de golpes a su hijo con una revista que se había comprado la semana pasada.

—¡Pero amá, no hicimos nada! —se quejó el de cabellos castaños cubriendose a como podía.

Doyoung solo miraba con horror la escena, la señora enojada bien podía hacerle competencia al mismísimo diablo.

—¿¡Ah no!? ¡Estabas a nada de meterle mano al pobre niño! —la señora Seo volteó en dirección a Doyoung y el pobre casi sale corriendo de ahí de no ser porque al contrario de lo que esperaba, ella le sonrió. —No es tu culpa, cariño.

Fue cuestión de minutos para que las tías chismosas se enteraran de todo y fueran a regar el chisme hasta con la abuela del vecino.

Parecían virus las desgraciadas.

—¡Y dicen que los encontraron a medio acto! —dijo una de las tías haciendo que Doyoung pusiera su mejor cara de indignado.

—Cállese pinche vieja metiche.

—No, mijito, esas cosas no son las que nuestro señor Jesucristo quiere para nuestras vidas —habló otra tía.

—Usted no se meta doña que su sobrina hasta hijo tuvo ya.

—¡Tienen que casarse! No podemos dejar que ese niño nazca en pecado —gritó al fondo otra vieja metiche.

Todos en la sala comenzaron a gritar y opinar, desde donde sería la boda hasta que traje iba a usar Doyoung y de que color.

Afortunadamente Johnny supo como salir a escondidas junto con su güerito.

—¿Qué no saben que no puedo tener hijos? Soy hombre —dijo Doyoung.

—Una disculpa güerito, así es mi familia a veces —Johnny hizo un puchero. —Chale, yo apenas te iba a pedir que fueras mi novio pero con esas mamadas ya no vas a jalar.

—¿Quién dijo que no? —Doyoung fue interrumpido por un tono en su celular, rápidamente se dió cuenta de que se trataba de su padre y contestó. —¿Papi? Sí... Sí ya voy, no, estoy completo, ajá, bye, besitos... Johnny, me tengo que ir.

—No hay pedo güerito, yo te paro taxi.

Johnny le paró un taxi a su preciado tesorito y le ayudó a subir como si fuera cenicienta subiendo a su carruaje.

—Si me gustaría ser tu novio —dijo Doyoung antes de que el taxi se fuera dejando al cholo con una gran sonrisa de pendejo.

—Te lo voy a pedir bien chingón, ya verás mi güerito —murmuró sin dejar de sonreír.

De fresas y cholosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora