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Un pequeño cuerpo, frágil y envuelto en harapos desteñidos se desplazaba como un borrón en medio de la multitud de apresurados e indiferentes transeúntes londinenses, evadiendo con destreza las largas piernas y gestos ceñudos de aquellos estirados...

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Un pequeño cuerpo, frágil y envuelto en harapos desteñidos se desplazaba como un borrón en medio de la multitud de apresurados e indiferentes transeúntes londinenses, evadiendo con destreza las largas piernas y gestos ceñudos de aquellos estirados que lo miraban con desagrado. Entrecerró los ojos y se preparó para el impacto que lastimaría sus ya de por sí raspadas rodillas, dejó salir una respiración helada, con su mente infantil trabajando a toda velocidad y puesta en un solo objetivo: conseguir sobrevivir un día más.

Dobló a toda velocidad la esquina y por el rabillo del ojo, captó a una de las damas elegantes que –envuelta en un ostentoso abrigo– caminaba despreocupada, cerró los ojos y...

¡Pum!

¡Oh, rayos! Eso había dolido mucho más de lo esperado, pues por un mal movimiento al momento de caer, su tobillo se había doblado terriblemente y ahora, las lágrimas que surcaban sus sucias mejillas eran completamente reales.

—¡Pero, ¿qué?! —la mujer chilló aturdida, mirando hacia abajo, al niño que gimoteaba sosteniendo precariamente su pequeño y delgado tobillo.

—¡Marion! —un hombre salió apresurado de una de las tiendas y se acercó a la joven que, preocupada, miraba hacia el niño de ojos azules —¿Estás bien, querida? — la miraba ceñudo, buscando algo fuera de lugar.

—Sí, solo chocamos. —aclaró ella con voz suave, inclinándose preocupada hacia el más pequeño —¿Estás bien, dulzura?

La barbilla del infante tembló y cuando conectó sus angelicales orbes con la plata fundida de la mirada de la mayor, solo pudo sollozar quedito.

—M-me duele...—se lamentó, mirando hacia su pie que empezaba a hincharse de manera alarmante.

—¡Oh, Pete! —se giró al hombre que miraba todo con desagrado —¡Tenemos que llevarlo al hospital! Está herido.

El hombre curvó los labios en una sonrisa burlona, y sosteniendo a su novia con un agarre firme, la atrajo hacia él, alejándola del niño que seguía lloriqueando, tirado en la vereda.

Cuando el café se enfríe [l.s.] O.S.Where stories live. Discover now