Repitió el movimiento una, dos, tres veces, hasta que Daphne comprendió que él estaba jugando.

—Por favor—suplicó ella contra sus labios.

—Ahí están los modales que quería escuchar—se burló él, mientras deslizaba un dedo debajo de la tela.

Con delicadeza comenzó a hacerlo rotar sobre su centro, aquello arrancó un suave gemido de los labios de ella, quien comenzó a retorcerse debajo de él en un intento por guiarlo a donde ella lo quería. Lo necesitaba.

—Dorian—suplicó la hermosa mujer.

Sin embargo, y al no tener respuesta comenzó a extender su mano hacia él.

—Daphne—gimió él contra sus labios, cuando la suave y delicada mano de ella, tomó su considerable longitud, en el preciso instante que él deslizaba un dedo dentro suyo.

Aquello hizo tensar las caderas de ella, mientras él bombeaba un dedo dentro suyo, al mismo tiempo que deslizaba su lengua por el techo de su boca, demostrándole que haría si se ponía entre sus piernas.

Ese último pensamiento, de Dorian entre sus piernas, la llevó al clímax, el cual arrasó por todo su cuerpo como una tormenta de fuego.

—¡Dorian!—gimió ella, mientras arqueaba su cuerpo y lanzaba la cabeza hacia atrás con los ojos cerrados.

El siguió acariciándola hasta que el último espasmo fue arrancado de su cuerpo, hasta que ella no fue más que músculos temblorosos entre sus brazos.

Sin embargo, cuando volvió a abrir los ojos, él la estaba observando.

Daphne colocó una mano sobre su pecho en un intento por obligarlo a recostarse sobre la cama. Era su turno de jugar.

Pero la fuerte mano de él la tomó por la muñeca y detuvo su intento de forma gentil

—No Daph, no quiero hacerlo aquí—respondió él, con la voz ronca.

El rostro de ella era una mezcla entre lujuria, decepción y desconcierto, por lo que él volvió a hablar.

—No quiero hacer esto en un lugar tan decadente y asqueroso. Eres una reina y mereces ser tratada como tal—respondió él con el corazón acelerado.

—Dorian, es solo sexo—respondió ella, una pregunta aflorando en su voz.

El no estaba preparado ni listo para responder a eso, no quería decirle la verdad y arriesgarse a perderla, tampoco estaba completamente seguro de lo que Daphne significaba para él. No realmente.

—No importa, no por eso mereces hacerlo en una pocilga—respondió él.

Aquello arrancó una sonrisa de los labios de ella, sin embargo esta no era ni de burla o arrogancia, era algo más que él no logró identificar.

—Dorian Fleyman, eres una especie en peligro de extinción—susurró ella, se inclinó hacia adelante y depositó un tierno beso en su mejilla.

El respondió con una suave y gentil sonrisa, mientras se retiraba de encima de ella, para deslizarse dentro de la cama.

Ella siguió su ejemplo, quedando los dos debajo de las sábanas calientes.

—Descansa Daph—susurró él acercándose a ella y rodeándola con ambos brazos.

—Descansa Dorian—respondió ella, tragando el nudo de emociones atrapado en su garganta.

Ambos quedaron en silencio y no volvieron a emitir sonido, los dos creyeron que el otro ya se había dormido, sin embargo permanecieron con los ojos abiertos y enfocados en un punto vacío durante largo tiempo, hasta que el sueño los reclamó finalmente.

Besos de Medianoche 1: Designio ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora