Capitulo 31.¡Tenia razón Aura María!

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Estaban en cubierta cogidos de la mano contemplando como el barco se distanciaba del puerto.

B.: ¿Eres feliz?

A.: ¡Mucho, mi amor! ¿Y tú?

B.: Yo también, Armando. Créeme que nada me hace más feliz que verte a ti contento.

La cena en el restaurante fue deliciosa. El capitán les dio la bienvenida a todos los pasajeros y los animó a disfrutar de las múltiples distracciones que tenían a bordo. A medida que se acercaba la hora de ir a dormir, Armando y Betty se iban poniendo cada vez más nerviosos. Él la deseaba muchísimo pero no
estaba seguro de que ella también lo deseara a él y no quería forzar nada... Ella, por su parte, había decidido que su objetivo en la vida a partir de ese
momento era hacer feliz a Armando Mendoza y no iba a escatimar esfuerzos para conseguirlo. Aunque no tenía mucha experiencia en esos temas, sabía que parte de esa felicidad para él consistía en hacer el amor con ella. Se había dado cuenta de cuánto la deseaba. Y ella lo iba a complacer, aún con el convencimiento de que sólo iba a ser placentero para Armando.

”Si las otras veces que se supone que estaba enamorada no fui capaz de disfrutar nada... menos ahora que estoy segura de que no lo amo como mi pareja. Pero eso no importa. Él sí que va a disfrutar. Armando desde hace tiempo ha dedicado todos sus esfuerzos a hacerme feliz a mí y ahora ha llegado el momento de que yo lo recompense con algo. No tendrás mi amor, Armando Mendoza, pero te juro que vas a ser feliz.” Pero a pesar de ese convencimiento no podía evitar sentirse nerviosa ante la situación que se avecinaba.

Fueron de los últimos pasajeros en retirarse a descansar. Y es que sin darse cuenta los dos buscaban excusas para retrasar el momento de hallarse a solas. Eran casi las dos de la madrugada y ya iban a cerrar el salón, cuando finalmente decidieron irse a su camarote.

Armando había reservado el camarote de lujo del barco. Disponía de una habitación bastante amplia con una cama enorme, una salita de estar con un cómodo sofá, dos sillones y una mesa con cuatro sillas, baño completo con bañera redonda y un pequeño cuarto de aseo. A Betty le había encantado. Ella jamás había estado en un sitio tan lujoso.

Llegaron en silencio y ella buscó su pequeño maletín de aseo y se encerró en el baño, mientras que él sacó el pijama de la maleta y fue al cuarto de aseo a cambiarse. Salieron casi al mismo tiempo. Él con un pijama azul celeste que le sentaba de maravilla y ella con un camisón de seda color crudo, corto encima del cual llevaba una bata del mismo tejido y largo del camisón. Iba sin maquillaje y estaba preciosa. Al menos a Armando se lo pareció.

Se acercó a él con sonrisa tímida y él le devolvió la sonrisa también con timidez. Jamás en toda su vida Armando había vivido una situación así con una mujer. Él tenía mucha experiencia en esos temas y sabía qué hacer en cada situación, pero en ese momento parecía un adolescente en su primer
encuentro amoroso. Enlazó sus manos con las de ella y mirándola a los ojos le dijo.

A.: Estás muy bella, Beatriz.

Ella se ruborizó pero le devolvió el piropo.

B.: Tú también te ves muy bien. Te favorece el azul.

A.: Gracias...

Durante unos segundos que se hicieron eternos se quedaron los dos mirándose en silencio. Al fin fue él quien habló.

A.: Beatriz... yo no quiero forzarte a hacer nada que tú no quieras... si prefieres que... dejemos pasar un tiempo... yo sabré esperar...

B.: ¿Es eso lo que tú quieres? ¿Esperar?

A.: -Sincero- No...

B.: -Con voz temblorosa- Pues yo quiero... lo que tú quieras... Yo... quiero hacerte feliz...

Cuando Armando escuchó su respuesta emitió un gemido de placer y le susurró al oído:

A.: Gracias, Betty. Yo también quiero que tú seas feliz...

Y a partir de ese momento ese fue su principal objetivo. Y lo consiguió...
¡Vaya si lo consiguió!

Con suma delicadeza abrió los dos botones de la bata y la deslizo por su espalda. El camisón de tirantes dejaba libres sus hombros y su cuello. Fue este último el primer destinatario de ese beso tierno pero intenso que la hizo vibrar de emoción. El cosquilleo que sintió en todo su cuerpo fue tan intenso y tan placentero que no pudo evitar un gemido.

La boca de Armando se dirigió ahora al rostro de ella y lo fue recorriendo lenta pero intensamente, hasta perderse en sus labios. A Betty nunca nadie la había besado de ese modo. La lengua de él se recreaba en cada uno de los rincones de su boca. Durante unos instantes ella permaneció totalmente inmóvil, sin devolver el beso, sólo disfrutando del placer que él le estaba proporcionando. Cuando sintió una humedad en su interior, ya no pudo más y le devolvió una a una todas las caricias que él le había prodigado también con lentitud. El deseo que se iba incrementando acabó ganando la batalla y la lentitud dio paso a la urgencia. Si antes fue un beso medido, calculado, ahora el beso era pasional. Eran dos lenguas que se enredaban en una batalla en la que no había ni vencedores ni vencidos... sólo ellos dos disfrutando del momento.

Armando siguió bajando con su boca por su pecho. El camisón estaba estorbando y fue a parar a un rincón de la habitación, junto con la camisa del
pijama de él que ella, sin ningún pudor, desabotonó y empujó hacia atrás. Desnudos los dos de cintura para arriba, Betty quiso evitar la intensidad de su mirada sobre sus pechos que la estaba ruborizando y se pegó completamente a él. La sensación que les produjo a los dos el roce de sus pieles desnudas fue tan intensa que los hizo gemir de placer. Betty jamás había sentido nada igual, y como por instinto se pegó aún más al pecho de su esposo como si quisiera pasar a formar parte de su cuerpo. Él apretó aún más el abrazo y se quedó quieto disfrutando de ese instante sublime.

Poco después se separó un poco de ella deseoso de contemplar esos pechos que antes sólo pudo entrever. Le parecieron maravillosos. Tan bien formados y rosados, con los pezones erguidos provocativamente dando una idea de la excitación que sentía su dueña. Primero fueron sus manos que con delicadeza los acariciaron provocando suspiros de la muchacha y luego fue su boca, que lo que provocó fueron sus gemidos ahogados. Betty estaba asombrada de lo que estaba sintiendo. Las caricias con sus manos fueron deliciosas pero eso que le estaba haciendo ahora era lo máximo. Sentir su boca y su lengua húmedas sobre sus pechos le estaba provocando unas sensaciones maravillosas y el deseo de que él nunca dejara de acariciarla.

B.: Armando... esto es... ahhhhhhhh

A.: -Con voz muy ronca y casi en un susurro- ¿Te gusta mi reina?

B.: Síiiiiiiiiiii. Ahhhhhhhhhhh Armaaaaaaaaaaaando...

Betty protestó cuando él abandonó sus pezones, pero volvió a gemir con más intensidad al sentir como su boca bajaba hasta su vientre. Un escalofrío la recorrió de arriba a abajo cuando sintió como se posaba delicadamente sobre su ombligo y lo acariciaba con su lengua. La humedad que había empezado a sentir casi desde que él la empezó a besar, se intensificaba cada vez más.

”¿Qué me está haciendo este hombre? Me está volviendo loca. Yo nunca había sentido algo así... ¡Tenía razón Aura María! Eso de hacer el amor es algo fantástico si él pone “interés”. Y Armando, como que está poniendo MUCHO interés... O al menos yo lo estoy pasando... ahhhhhh... genial...”

A partir de ese momento, Beatriz Pinzón Solano no fue capaz de pensar en nada que no fuera ese hombre que la estaba enloqueciendo. Cuando sintió que le bajaba las braguitas y que su boca invadía su intimidad y la besaba con la misma dedicación con la que antes había besado su boca, perdió el mundo de vista. Lo único que le importaba en ese momento era que no dejara de acariciarla, e inconscientemente se abrió más y más hacia él. Segundos más tarde se dejaba ir en el primer orgasmo de su vida.
La luna de miel...continuará...

La novia de Mario CalderónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora