Abrazo De Agua

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Quizá el agua es lo más parecido al Kung Fu. Su fuerza fluye desde tan poco como una gota, hasta tanto como un río, pero, ¿Qué hay de millones de gotas a la vez?, ¿son estas hijas del río y el sol, o el río hijo de la lluvia y el cielo?. ¿Cómo dos seres tan distintos pueden ser tan parecidos?. Agua, simple agua...

—Siempre agua... — Su dedo jugaba en ese charco, tranquilo a pesar de tantas gotas tiernas jugaran afuera de esa pequeña cueva.

Tiernas eran, las pequeñas hojas de la hierba que estaban felices de ser acariciadas por su rocío. Una llovizna que podía poner triste al más entusiasta del sol y sus bellos colores, pero feliz al que sabe que trae después de tan opacos colores una lluvia.

—Siempre agua... —apretó un poco más sus piernas contra el pecho, viendo como la llovizna rozaba su hombro desnudo. Más abajo, un torniquete con su mismo ropaje, un dorado, apenas disquiguible por el lodo.

Podría ser peor... — rondaba su cabeza, una y otra vez hasta que salió a la realidad —Podría ser peor. —imprudente pudo sonar hace mucho, insensible en ese momento, pero...

—Tienes razón... Eh, pudo ser peor... — dijo levantando la mirada y fijandola fuera de esa cueva, hacia la lluvia, que empezaba a tornarse más fuerte.

—Lo siento Tigresa... Yo...

—No, Po... Esto estaba fuera de nuestras manos, ambos pasamos por... — con su mano derecha aprieta el lodo de esa cueva —  ésto... —ella se queja levemente por el dolor de su brazo derecho.

—No seas tan radical con esto Tigresa...

—Basta Po, yo no... Quiero... Nada —Suelta su agarre, en su voz no había ni un sentimiento, ni tristeza ni furia. Nada. Po, quien con esfuerzo, pudo moverse un poco hasta su lado, le toma su mano con aquella mirada triste. La felina no la apartó, no dijo nada, sólo... La tomó también, lo necesitaba. —No deberías moverte... Estas peor que yo, Po —Dijo sin verlo.

—Puños sangrantes, huesos rotos... Guardamos como recuerdo —dijo marcando una leve sonrisa, afirmando su apretón, ella hace lo mismo. Po la suelta y luego une sus palmas, para deslizarlas a lados contrarios, hacia arriba y hacia abajo, cerrando los ojos —Estaré contigo siempre Tigresa. —extiende su palma hacia el brazo de Tigresa, su palma brilla, luz dorada, era el chi. Las heridas en su brazo empezaron a sanar.

—¡Po, no! — el panda se sentía débil y empezó a caerse una vez vio como el brazo de ella sanó, su hueso y piel. Tigresa algo adolorida se apresuró a atraparlo entre sus brazos. —¡Po, no, responde! —lo abraza y aprieta, golpea sus mejillas, no respondía —No puedes irte también... No, no, no... No puede ser que lo último que escuche de tu fastidiosa boca sea que nunca me dejarás... —Dijo con él en brazos y su mano en su mejilla; sus ojos cristalinos como esa lluvia. Solloza, empezando lo inevitable —No te vayas también —le abrazó más fuerte juntando sus frentes, empezando a llorar, ahogando su llanto.

Así estuvo unos minutos, lamentandolo. La cueva goteaba y estas gotas caían sobre ellos, a la felina no le importaba. Un tiempo después aún pegada a él una de las incontables gotas se deslizó por su mejilla hasta sus bigotes, de ahí hasta sus labios, luego al interior de la boca del panda... Un leve calor salió de su boca, cosa que rápido noto la tigre.

—Po... Po —dijo tomándole de sus mejillas. Cerro los ojos con fuerza, apartando sus nervios, para sentir aquello... Su aliento, su corazón, su calor.

—Esta-ré... Contigo... Siempre —dijo éste débil. Tigresa lo abraza aún más, soltando su llanto en la oreja del panda, con mucha fuerza.

—No-no me dejes Po —dijo entre lágrimas y llanto, abrazándole contra su pecho.

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