CINOFOBIA

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Desde que he sido muy joven, le he tenido alta estima y mucho cariño a los animales; todos los seres de ésta especie están en este lugar donde habitamos, algunos respiran por debajo del suelo; otros,no viven bajo la luz del sol porque les gusta la vida en oscuridad, y cuando digo esto, me refiero a que están fuera del alcance de la visión del hombre; pero hay otros que les gusta convivir con el ser humano desde sus inicios de su tal vez, o muy corta, o muy larga
trayectoria de vida en el planeta. Como ya lo he mencionado, a los animales los quiero mucho, no sé la razón por la cual pasa esto, puede ser que sea por su curiosidad y por su comportamiento ante la sociedad...en fin, el punto de aquí es decirles que a los animales les tengo mucho cariño; eso sí, cabe mencionar que es distinto querer a todos los animales por igual, que amar a uno en especial. Cuando salía con mi madre al reabastecimiento de alimento, me gustaba detenerme en las tiendas de mascotas a contemplar a los roedores, a los volátiles y a todos los cuadrúpedos; al verlos me invadía la felicidad, al parecer, desde mi punto de vista, era el joven más feliz. Cada
que llegábamos a casa después de ir de compras le pedía dinero a mi padre para poder adquirir un ser distinto a nosotros como mascota, no era algo novedoso que como respuesta recibiera una afirmación negativa, así que poco a poco dejé de insistirle a mi padre sobre el hecho de tener compañía en casa; llegué a la conclusión de que un día hiba a salir del hogar para formar una vida, mi vida; y así fué; cuatro años después decidí mudarme a la capital del estado , no porque esa era mi gran decisión, si no porque estaba estudiando y al parecer era un poco
complicado y algo tedioso viajar dos horas para poder enfocarme en el estudio que le daría prosperidad a mi vida.
Estando lejos de casa la vida ya no es la misma, ahora se tiene que sobrevivir por méritos
propios, pese a que tenía que buscar la forma de subsistir en el universo, ya no podía estar todo el tiempo dependiendo de mis padres, así que, en un formato de veinticuatro horas tenía dos labores: por las mañanas me sometía a la voluntad y esfuerzo de la mente para poder acreditar lo que en palabras técnicas se le conoce como "ESCUELA", mientras que en la tarde
me ganaba unas monedas con el esfuerzo corporal para el sustento diario. Siempre había una parte genial en ambas cosas, el gozo en la escuela, salía cuando ya terminaba mis trabajos y actividades y lo mejor del trabajo, era cuando me daban un sobre que contenía billetes el cual
no solo lo utilizaba para el sustento diario; quiero informarles que el dinero que ganaba lo dividía en cuatro, el cual, una parte era predestinada para mí estudio, otra parte era para mi sustento, una tercera parte era para mis cosas personales, gastos y antojos, pero la última, de las cuatro que había dicho que eran, se las mandaba a mis padres.
A mí siempre me ha gustado obsequiar algo en los días festivos; ya sea a la persona que sea, me gusta. Cuando se aproximaba el día festivo del natalicio de mi madre, mandé una carta a casa, esta estaba escrita a letra cursiva. No quería que esta carta la leyera mi mamá, así que, la carta
la destiné a mi padre en específico. Como regla moral de toda carta, en las primeras líneas y párrafos le daba una buena y bendecida salutación para ambos; ya en los párrafos medios, le
daba a conocer a mi papá sobre mi noble intención de obsequiar algo material para mi madre, y
asimismo, por la misma razón, le comunicaba que en los postreros meses no hiba q mandar
recurso monetario, esto, como ya lo había dicho, era por la intención de regalar algo. Tengo que admitirlo, el problema de esto no era el regalo, si no la curiosidad de saber qué habría de ser bueno para una persona adulta. Durante un largo y tedioso transcurso de días esto está mi pensamiento; hasta que, en una ocasión, pasando por el centro de la ciudad logré observar a un individuo ambulante el cuál traía en venta unas sillas mecedoras; por un tiempo las estuve
contemplando, y en cierto aspecto eran bellas, así que prontamente fuí a casa y tomé el dinero ahorrado, en cuanto lo tomé, regresé al centro y compré una de esas magníficas sillas. A mi parecer la silla que había comprado estaba muy bella, puesto que era de madera fina, aparentaba ser de la clásica y muy lujosa madera de "haya", y tenía como forro una manta blanca el cual hacía que se viera reluciente.
Ah, por cierto; hay algo que no acabé de aclarar:
Cabe mencionar que en la terminación de la carta le informaba a mi padre que iría a casa para
festejar el cumpleaños de mamá pese a que tenía periodo de reposo escolar. Estaba decidido a viajar en los últimos días del mes octavo del año, para así poder pasar los primeros días del
noveno mes en casa, junto a mis padres. Como había una parte de dinero el cual era para mis
antojos y que no había gastado, decidí hacer mi sueño realidad, así que fuí a la tienda de animales a comprarme un ser vivo para compañía mía; no era cualquier animal, porque su
hubiese querido un animal cualquiera, desde tiempo atrás hubiera llevado a casa una liebre, o
una rata; pero cuando salí de la tienda llevaba conmigo un canino, si, ese era mi animal favorito porque desde hacía años, les había encajado cierto amor y ternura.
"Max", ese era el nombre que le puse, me gustaba mucho ese nombre, y, creo que también a él le gustaba. Una de las cosas que teníamos en común era la gran cantidad de amistad que
teníamos entre ambos, yo, jugaba con el, mientras él a su vez era tierno y amable conmigo.
Creo que los perros son los únicos animales que la mayor parte de su vida regalan amor sin la intención de recibir algo a cambio. ¡Cómo no recordar aquellos bellos momentos que pasé a su lado!
Mientras tanto, el tiempo seguía transcurriendo; quisiera contar a detalle cada cosa que sucedió en ese transcurso de tiempo, pero por obvias causas no podré describir cada una de ellas.
Solo puedo decirles que Max acrecentaba día a día y nuestra amistad era mutua, es más, desde
los primeros momentos, éramos compatibles en todo, creo que por esa razón, éramos muy buenos amigos.
Otra cosa que no he dicho: aparte de tener en casa un buen amigo, también llegué a tener un amor verdadero. En la academia donde estudié, conocí a una fémina del cuál me enamoré y
que llevé conmigo cuando fuí a ver a mis padres.
Llegando el mes octavo le pedí que me acompañara a casa para que mis padres supieran quién era la mujer de la cuál estaba enamorado. Ella accedió, así que los tres (Max, mi amor, y yo) emprendimos el viaje a casa junto con unas maletas y una silla mecedora que ya había sido
predestinada para regalo. Llegando a casa de mis padres, hice lo que ya había planeado hacer, festejamos a mamá, les presenté a la mujer con la que después iba a contraer nupcias, les comenté sobre mi perro y le regalé a mamá aquella silla; ella, agradecida con este detalle, me pidió que la pusiera en el interior de su cuarto a lado de la ventana que miraba al jardín. Su cuarto de mi madre era vasto, tenía dos ventanas, una, que miraba al pasillo, y otra que miraba
al extenso jardín; además su cuarto tenía de lujo piedra fina.
Desde que tengo discernimiento, aquí empezó todo...
¿Porqué mamá nunca me dijo que le tenía manía a los perros?
Creo que mi error, después de terminar el estudio y de casarme con el amor de mi vida, fué el hecho de regresar a la casa de mis padres con muchas pertenencias; y dentro de esas muchas, estaba mi perro.
La vida en casa parecía normal salvo por mi amigo el can.
La mayor parte del tiempo, mi madre le hacía el feo, cada que se le acercaba ella lo echaba a correr con un golpe y lo veía con repugnancia. A mis hijos (si, porque para ese tiempo ya tenía
hijos) les era de muy buena compañía un can mientras mi cónyuge se dedicaba a las labores de casa y yo, al trabajo diario; en cada albor diario, era mi deber producir parné para sustento de mi íntima familia, así que, por idea racional salía de casa y llegaba en momentos vespertinos a
la misma.
¡Como no recordar aquel avieso día! Creo que fué el día más jovial de mi madre. Al decir esto, no quiero referirme a un solo día, sino a muchos.
Cuando salía de casa, no había forma alguna de enterarme los acontecimientos que ocurrían
dentro de esta, solo hasta la noche, era cuando platicaba con mi amada. Ella, desde hacía unos días antes de la atrocidad, me comentaba de lo vesánica que se ponía mi madre al ver a max; ¿Porqué no le creí? No lo sé, ahora me arrepiento de eso. «Hijo mío» me decía mi madre...
«¿Porqué no llevas a la bola viviente a otro lugar?». Si, tuve que haberlo hecho, así hubiera evitado mucho, o prácticamente, todo.
Aún no logro deducir quien es el culpable y reo de muerte del atentado, si ella, o yo. Pero, ¿Cuál fué el delito?
Eran las 6 de la mañana, el sol comenzaba a vislumbrar el vasto horizonte; yo, como ya era de
costumbre, me desperté con los mismos planes entresemanales, con la intención de trabajar, sacar provecho a lo que un día conocí como "estudio". Ella, mi cómplice de amores, asió el
ropaje que me había de llevar puesto, le hizo una pequeña planchada en general y me la dió para que me cambiase. Su vista hacia mí, no era la misma con la cual me enamoraba
diariamente, no; esta vez no, su mirada era de pavor, ¿Pavor a qué Aún no lo sabía, hasta que
casi ya dejando la casa me lo dijo. Esa fémina, me insistía que de manera alguna no la dejara con mis descendientes allí junto a mi madre, mi padre en ese entonces ya había muerto, así que mi familia se quedaba con mi madre y con el subordinado perro. Esta vez, era media jornada de trabajo, así que a más tardar ya estaría en casa para la hora tercera; antes de salir, fuí al cuarto de mis críos y les dí un ósculo en él rostro. Mi mujer estaba a la par de mi, y mientras me acompañaba a la portería de casa, me dijo que mi madre se ponía loca cada que veía a Max.
Traté de consolarla diciéndole que ésta vez llegaría más temprano a casa. Aún me arrepiento de esto, mejor me hubiese quedado en casa si hubiera sabido de todas las atrocidades que iban a ocurrir.
No se cómo, no se cuándo y tampoco sé a qué hora mi can desapareció; ellos (refiriéndome a
mi familia) creo que tampoco se dieron cuenta. Ese día llegué a casa normal, saludé a mi madre
y a mi familia, les pregunté por su estado condicional, ellos aseguraron que estaban bien, pero que Max no aparecía; afirmaron buscarlo en todos lados, preguntarle a mi madre sobre el, pero que ella evadía su pregunta. Llegamos a pensar que tal vez se había salido de casa a dar una
vuelta, así que nos despreocupamos de este asunto; mi madre nos invitó a comer, ella había hecho un guiso exquisito, así que lo degustamos muy profundamente.
En los últimos instantes de la comida, mi mamá vociferaba sentirse "dichosa" porque el animal
no estaba. Eso lo tomamos a la ligera porque mamá odiaba al animal. Y mientras uno de sus nietos gemía de gusto por la comida, declaró con un tono de exaltación: «este guiso le a
quedado perfecto, ¿De que lo hizo?», ella sin pena alguna respondió: «Canis lupus familiaris» hizo una pausa y después prosiguió «y en palabras sencillas: perro.»
¡Que asqueroso era aquello! Comimos un perro el cuál domesticamos.
«¡Cómo pudo usted matar a nuestra mascota!» gritó uno de mis pequeños.
¿Será que ella ya estaba loca?
Bueno, en fin, ¿que podíamos hacer? Lo hecho ya no se puede deshacer.
Desde ese momento noche tras noche mi mamá gritaba de horror, veía visiones, era extraño y a la vez pavoroso. En una noche como esas, mamá se levantó, tomó un hacha, fué directo al aposento de mis hijos y se las clavó en la yugular. Era aproximadamente la media noche; el golpe de esto, se escuchó fuerte; así que me levanté, prendí un candelabro, tomé entre mi
mano diestra un cuchillo, corrí al cuarto de mis hijos, y ví frente a mis ojos a aquella mujer que me había dado la vida, y a mis dos hijos yaciendo en su triclinio ahogados por un lago de sangre. No pude contener la rabia y el tedio, y desde una distancia de 4 pies de largo lancé aquel cuchillo contra esa mujer monomaniaca, el cuál quedó clavado en su ojo izquierdo. El pánico
me invadió todo el cuerpo, así que en ese mismo instante desperté muy abruptamente a mi cónyuge, y le pedí que prontamente saliéramos de casa; ella no estaba enterada de lo sucedido, porque como ya lo he mencionado, estaba dormida, así que antes de salir, se dirigió al cuarto
de los jóvenes pero quedó estupefacta al ver lo que ya había acontecido, creo que fué el susto lo que hizo que se quedara paralizada y pálida, casi como muerta. Ahora tenía que lidiar con esto; no obstante, cargué a mi mujer y la saqué de casa, caminé un buen tiempo hasta que del
cansancio bajé el lívido cuerpo de mi aún esposa viva y junto a ella decidí sentarme para descansar pero sin darme cuenta me profundicé en un sueño incontrolable.
Desperté antes del crepúsculo matutino, mi amada ya estaba despierta, contemplando el cielo;
no sabíamos nada de lo que había acontecido después del incidente. ¿Porqué habíamos vuelto allí? Curiosidad. Tan prontamente como pudimos regresamos a casa, a lo que antes conocimos como"hogar", este ya no era el mismo, desde su perfil frontal se veía maldito, su principal
puerta estaba abierta, a la distancia de ese lugar donde estábamos situados se veía lo oscuro de un sinfín de la casa; entré a aquel sombrío lugar yo solo, no quise perturbar la mente de mi querida, el cuarto, el primer cuarto era de mis hijos, entré allí, pero sus cuerpos ya no estaban,
supuse que aquella dama los mandó a enterrar, así que me senté en aquel aposento donde reclinaban su sien, ahora solo estaba una gran mancha roja que adornaba la cama, estuve
contemplando por un rato eso hasta que en ese instante escuché un chirrido perturbador, del pánico salí de aquel habitáculo y dirigí mis pasos al lugar de donde provenía el sonido... Y allí estaba ella, con una sierra en la mano, y en la otra, un cráneo humano; la puerta estaba entreabierta, así que lo pude observar. Lentamente avancé poco a poco para penetrar el cuarto, y al ingresar, mi nariz percibió un olor desagradable como si se tratase de un pútrido cadáver. Ya estando dentro del cuarto, la ví, en verdad estaba espantosa la señora, su rostro, ya
no era el mismo, estaba desfigurado, ostentoso, era el rostro de una mujer penetrada por una cuchilla, ahora solo tenía un ojo, y el otro era vacío y obsoleto; desde la parte que recorría el ojo hasta la barbilla había una corriente turbulenta de sangre que caía al suelo poco a poco. No
obstante ella no se percató de mi presencia, estaba traumada y muy concentrada en lo que estaba haciendo: cortando el cráneo de su nieto. El olor de putrefacción era tan intenso, que decidí buscar de donde provenía, recorrí cada esquina de la habitación, hasta que me di cuenta
que aquel olor salía de debajo de la cama, ahora fuí hacia allá, me arrodillé y me agaché, era el
cadáver de una persona extrangulada, fijamente contemplé aquel cuerpo exánime, algo, algo tenía ello que me perturbó, ¡Era un rostro conocido! ¡Era mi padre!. ¿Porqué mi padre estaba en esa tensa vivienda, si se suponía que tenía que estar en el cementerio? No lo sé, pero al lado
de este, habían unas hojas de un libro arrancadas, solo logré estirar mi mano para tomar una.
Me levanté y salí de aquellas cuatro paredes de terror; me situé en la ventana del pasillo, y
mientras observaba a aquella dama, leía unas palabras de aquella hoja escritas en letra corrida que decían: "el medicastro dice que mi esposa tiene CINOFOBIA, y que más después tendrá traumas, es algo inevitable, esto sucederá". Era el diario de papá, o al menos eso creo.
No podía dejar de observar por esa ventana a aquella fémina de un ojo sentada en una silla mecedora, mientras se entretenía con algo ameno; cada movimiento que ella hacia yo lo observaba, desde el momento en el que abrió un cráneo humano hasta el momento en el que
agarró una cuchara echa de huesos y comenzó a zampar los sesos de sus nietos; allí, en pleno amanecer, encerrada en aquella maldita, nauseabunda y fétida habitación.

YOVANI ENRIQUEZ SANCHEZ

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⏰ Last updated: Jun 07, 2021 ⏰

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