Tal vez ocurrió lo que su cuerpo no logró cuando se lo encontró luego de la calma de la masacre de su familia. Tal vez, de cierta forma, era una señal que decía "Ya sabes lo que es vivir con él, y ahora puedes decidir que hacer" ¿No? Seguro era eso. Sí, debe ser eso. Sí, es imposible que sea temblor.

— Dahlia —llamó, y la mujer tragó en seco—. Que te sirva como lección, y nunca más vuelvas a creer en las palabras de Ruther ¿Entendido? —la mujer solo asintió, a pesar de que ella no podía verla—. Respóndeme —se jodió.

— E-Entendido Señorita Ryōmen —estrujó en su puño derecho el amuleto que había confeccionado. ¿Esto le traería problemas a la superior del aquelarre? N-No, Yashiro y ella son buenas amigas (por no decir que en algún momento fueron amantes), seguramente no causaría un gran escándalo.

— Puedes largarte.

Al instante, una ventisca de viento se sintió. Cada una de las velas del cuarto de baño fueron apagadas, y el silencio y oscuridad gobernó en su totalidad, brillando únicamente los iris rubí de la castaña mediante quitaba la venda negra de sus ojos. Permaneció un largo tiempo en silencio.

Chasqueó su lengua en voz baja tres veces, luego volvió a alzar su cabeza mirando hacia el techo. Sus ojos se cerraron con cautela y las líneas trazadas en su cuerpo poco a poco se fueron desvaneciendo, hasta dejar su piel totalmente lisa y sin detalle alguno.

— Realmente estás buscando placer ¿No es así, Ruther? Eres un masoquista de mierda.

El pelirosa-palo permanecía sentado en la orilla de su cama, totalmente estático desde hace ya media hora. La maldición en su interior no se encontraba muy diferente a él; sentado en su trono totalmente estático desde hace ya media hora.
Era impactante, ninguno de los dos podía quitar el temblor de sus manos ni la adrenalina que corría por su venas. Habían pasado ya bastantes horas desde lo sucedido, pero era demasiada información para aclarar.

Mientras Sukuna se quedó fijo mirándola, deseando que por una vez de todas esa maldita escoria lo reconociera, Yūji prefirió fijar su mirada en cada una de las mordidas y chupones que se asomaban por su cuello y piernas descubiertas; ardiéndole a más no poder la sangre.

— ¿Qué haremos ahora? —preguntó Yūji, con una mirada oscura, cabizbajo, pensando más en cualquier chico que en cuanto al asunto de Yashiro. Pero la maldición en su interior no respondió, al menos no en voz alta.

Ruther se llevaba algo entre manos o... No, más bien, el idiota solo estaba complicando las cosas; debió esperarlo viniendo de él, después de todo había trabajado demasiadas veces con aquella maldición como para saber como es.
Solo quería divertirse un poco. Pasar tanto tiempo vagando de allá para acá, acostándose con chicas, estudiando la evolución de los humanos, dando cortas visitas al infierno de las maldiciones y sin órdenes que seguir por parte de Yashiro: desde luego que terminaría por aburrirse. Siempre fue de esa manera, incluso cuando comenzó a convivir por primera vez con su castaña también causaba problemas solo para poder divertirse un poco y ver como los demás solucionaban sus desastres.

¿Pero como rayos logró repeler su esencia? Era imposible, tal conexión entre ambos...

— Ha pasado un tiempo —habló, la boca maldita se asomó en la mejilla de Itadori, quien alzó su mirada al pequeño espejo sobre el escritorio. Con ese ceño fruncido y mirada molesta—. Han pasado siglos desde la última vez que nos vimos, ella solo tenía trece años cuando me atacaron... No quiero ni imaginar por cuántas cosas ha pasado, desde luego que en algún punto de su vida comenzaría a confundir la esencia que la rodeaba y olvidar la mía, repelerme no debió ser demasiado difícil.

The  firstborn | Jujutsu Kaisen. (Pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora