Capítulo 1

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1 de Septiembre. 6:43 am.

| Lauren |

­—¿Dónde está mi zapato? ¿Y mi mochila? —corro balanceándome chocando con las paredes del pasillo buscando mi zapato y poniéndome el otro.

—¡Está en la mesa, ven y desayuna algo! —bajo las escaleras y veo a mi papá recargado en la isla de la cocina con una taza de café en su mano ¿por qué está tan tranquilo?

—Mi zapato no está aquí. —muevo mi cabeza sin poder encontrarlo y detengo mi vista en las escaleras. El gigante. —¡Aaron, trae acá mi zapato! —escucho su risa desde arriba y veo como se hace presente con mi par en su mano, entre cierro mis ojos. Jirafa ladrona.

—Relájate, aún hay tiempo enana. —le arrebato mi zapato y gruño, ya habíamos hablado de esto anoche, no quería llegar tarde, eso no iba conmigo. Pero a él le encantaba hacerme enojar.

—¿Aún hay tiempo? ¡Faltan quince minutos y ni si quiera sé cuál es mi horario, grandísimo torpe!

—Tranquilos los dos, yo los llevaré, andando.

Aleluya.

[...]

Nos despedimos de mi papá y corremos a la entrada, la jirafa me guía hacia la oficina y sin problema me dan mi horario, unos cuantos papeles que debo llenar y el número de mi casillero. Aaron se despide de mí no sin antes explicarme la distribución de salones y pasillos, le agradezco y camino en busca de mi casillero del cual debo sacar unos libros para mis primeras clases. Pasillo C, número 207. Localizado.

Crucé el pasillo con la vista en mis papeles y un estruendo sonó haciendo eco, giré rápidamente encontrándome con un chico en el piso de cabello negro con lentes de sol y papeles esparcidos a su alrededor, me acerqué a él y me percaté de que en su muñeca colgaba un bastón blanco. Era invidente.

| Alex |

Sólo a mí me podía pasar esto el primer día de clases, estúpido. Cuando estoy por levantarme, una mano cálida toca la mía.

—¿Te hiciste daño? Déjame ayudarte. —su voz agudiza mis sentidos y es ahí cuando salgo de mi pequeño trance, alejo su mano y comienzo a tocar el piso.

—Los documentos, los tenía ordenados... —escucho el desliz de las hojas siendo acomodadas en sus manos, sin darme tiempo de tocar una.

—No te preocupes las ordenaré por ti, recién he entregado las mías. —acaso ¿es un ángel o sólo era una chica que me tenía lástima? —Gracias, no tenías por qué hacerlo.

—No es nada, vamos te llevaré a la oficina. —pone mi mano en su hombro y comienza a caminar y yo solo la sigo.

—¿Cómo es que sabes... —no me deja terminar, parece que lee mis pensamientos.

—Mi mamá era invidente. —me quedo callado. ¿Era?

—Me llamo Alex, ¿cómo te llamas?

—Lauren. —linda voz, Lauren. Escucho una puerta abrirse y luego cerrarse.

—Aquí es, frente a ti esta el escritorio. Te esperaré para mostrarte tu casillero. —la escucho alejarse. Entrego los papeles y me dicen que en mi casillero ya están los libros "especiales", y que los profesores ya han sido capacitados para tratar conmigo. El rector lo dice como si fuera una especie de problema. ¿A quién engaño? Realmente, soy un problema. Doy media vuelta y la punta de mi bastón topa con la puerta, la abro y salgo de allí.

El arte de mirarte sin poder hacerlo. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora