Capitulo 24. ¡Otra vez no, Señor!

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Cuando se dio cuenta de que los dos hombres se estaban pegando abrió la puerta de la sala de juntas y miró a Mario a los ojos... Lo miró como si él fuera un ser totalmente desconocido. Y eso era en aquel momento para ella. Ella no conocía al hombre que tenía delante. Este Mario que tenía delante de sus ojos, no era el Mario que se decía enamorado de ella... el que la llamaba todas las noches... el que la besaba y acariciaba con pasión... el que decía que la deseaba... Ese Mario de hecho no existía. Como había dicho su jefe ese Mario era un fiasco... una farsa... un engaño... Había vivido sólo en su
imaginación y en sus ilusiones...

Ella quería salir de allí. No podía soportar estar ni un minuto más contemplando a ese hombre. Su presencia le hacía daño. Sus palabras la habían matado. Salió corriendo tan rápido como pudo hacia el elevador, lo llamó compulsivamente y se subió presurosa. No supo cómo, su jefe entró también y la abrazó. Ella necesitaba ese abrazo y se aferró a él como si fuese la única tabla de salvación en medio del océano. Así abrazados llegaron al estacionamiento y sin pronunciar palabra se subieron en el carro de él y salieron a toda velocidad de la empresa.

A.: Sí, Sofía, como lo oye. Llame a todos los accionistas y les dice que se cancela la junta de esta tarde... Que he tenido que acompañar a un... amigo que está enfermo... ¡Pues si no les gusta que se aguanten...! Sí, se pospone para el próximo martes... a la misma hora... Vea y acabe de preparar las carpetas con los informes y téngalo todo a punto... Yo hasta el martes no iré a la empresa... y Betty tampoco... Sí, hablé con su mamá y está con gripa y como yo no voy a estar le dije que se tomara esos días libres para recuperarse... ¡Y sobre todo no la llame para nada a su casa! Si hay algo muy urgente me deja un mensaje en el celular. Yo lo voy a tener apagado porque ya sabe, en un hospital no permiten esos ruidos... pero de vez en cuando consultaré el buzón de voz... Gracias, Sofía... Yo la estoy llamando...

En realidad Armando no estaba en ningún hospital cuidando a un amigo. Se hallaba en su apartamento cuidando a una amiga... a Beatriz Aurora Pinzón Solano que desde que salieron de Ecomoda no había parado de llorar.

Cuando llegaron al edificio subieron directamente desde el estacionamiento. Tras dejar a Betty instalada en el sofá del salón, llamó al portero por el teléfono interior y, prometiéndole una generosa propina, le dijo que bajo ningún concepto dejase subir a nadie. Que si preguntaban por él dijese que no estaba y que había avisado que esa noche no iría a dormir allá. Le enfatizó el “nadie” y no contento con eso añadió:

A.: Y en especial Mario Calderón. ¿Me entendió?

Port.: Perfectamente, doctor Mendoza. No se preocupe que seguiré sus instrucciones al pie de la letra.

Se acercó a ella para ver cómo estaba. Betty no se había movido de la posición en que la dejó y tenía la mirada ausente. Como si estuviera a mil kilómetros de distancia de allá.

A.: Beatriz, ¿cómo se encuentra?

Ella lo miró con tristeza y no le respondió. Su cara era un fiel reflejo de lo que estaba sintiendo en esos momentos.

A.: Vea, le voy a preparar una valeriana y –sonriendo- creo que voy a hacer otra para mí... Enseguida vuelvo.
Fue a la cocina y a los pocos minutos regresó con dos tazas humeantes.

A.:Betty, tómese esta valeriana que le he preparado. Verá como después se
siente mejor.

En ese momento se acordó de la junta de accionistas que había convocada para esa tarde y fue entonces cuando llamó a Sofía. Al cancelar la junta hasta el martes siguiente tenían por delante 4 días para que ella descansara y se recuperara. Y después ya se vería.

Se sentó a su lado y le acercó la taza que había dejado sobre la mesita. A.: Tome un poco, Betty. Ya no está tan caliente.
Ella tomó la taza con sus dos manos y la acercó a sus labios bebiendo como una autómata. Tras dar un par de sorbos, volvió a colocar la taza sobre la mesita y musitó.

B.: Gracias, doctor.

A.: No tiene que agradecerme nada, Betty. Somos amigos, ¿cierto? Y los amigos están para apoyarse en los momentos difíciles. Usted se pasa la vida haciendo cosas por mí... Pues vea, hoy me tocó a mí hacer algo por usted...

B.: Doctor, pero la junta de accionistas es dentro de dos horas. Usted debe irse... No puede faltar a esa junta...

A.: Betty, acabo de aplazar esa junta hasta el próximo martes...

B.: ¿Cómo así...? No... no puede hacer eso... No puede hacer eso por mí... Yo... yo me puedo ir para mi casa...

Armando le sonrió con ternura. Betty siempre estaba pensando en él. Ella debía estar destrozada en esos momentos pero sólo pensaba en que él tenía que estar presente en esa junta.

A.: Pues se equivoca, Beatriz. No va a haber junta porque el presidente de la
empresa, que por si no lo recuerda soy yo, la acaba de anular... ¿Y sabe por qué? –Sonriéndole- Porque el susodicho presidente tiene en estos momentos algo más importante que hacer que asistir a esa junta.

Betty que durante un rato había podido controlar las lágrimas, se volvió de derrumbar y empezó a llorar desconsoladamente. Armando la abrazó con fuerza e hizo que recostara la cabeza contra su pecho al tiempo que le susurraba palabras de consuelo al oído.

A.: Ya, Beatriz. Ese desgraciado no merece ni una de sus lágrimas. Hágalo por mí, ¿sí? Es que se me rompe el corazón al verla tan triste.

B.: ¿Y cómo quiere que esté doctor...? Ya no es sólo por Mario... es porque la historia de mi vida parece repetirse... ¿Por qué se burlan de mí, doctor? ¿Por qué? ¿Yo qué les he hecho?

Armando no sabe de qué está hablando su asistente. Él no conoce la otra historia del desgraciado de Miguel.

A.: Betty, ¿por qué dice eso? ¿Quién más le ha hecho daño?

En medio de hipidos entrecortados Betty le explica a Armando el otro engaño del que fue objeto y cómo ella confiada se había entregado a ese desgraciado al igual que había hecho con Mario.

Armando no sale de su asombro y su indignación va en aumento.

A.: Betty, y ¿Mario sabía eso?

B.: Sí, doctor. Yo se lo conté un día...

Armando prefiere no contestar para no perturbarla más, pero se le vuelve a encoger el corazón cuando la oye decir con lágrimas en los ojos.

B.: Ese es mi sino, doctor. Que los hombres se burlen de mí. Pero le aseguro que esta vez sí aprendí la lección... Jamás volveré a confiar en un hombre.

A.: Betty, no diga eso. Vea yo... yo también soy un hombre... ¿Es que acaso usted no confía en mí?

B.: -Levantando la cara y mirándolo intensamente a los ojos- En usted sí doctor. En usted sí confío plenamente. Pero usted no... no es un hombre...

A.: -Con comicidad- Vea Beatriz, que eso se puede interpretar de otro modo...

B.: -Apurada- ¡Ay que pena con usted doctor! Yo lo que quise decir es que yo a usted lo veo como... a Nicolás... como un amigo muy, muy especial... pero no como mi... pareja...

Sin saber por qué a Armando no le gustó para nada escucharla decir eso. Él se sentía cada vez más confuso. Se daba cuenta de que estaba sintiendo por Beatriz algo más que amistad... sentía... ternura... devoción... ”¿Qué está sintiendo usted por Beatriz, hermano? ¿Qué sentimiento es este que me hace olvidar todo lo demás cuando estoy a su lado? ¿Por qué me duele tanto que le hagan daño? ¿Por qué no puedo soportar pensar que dos hombres... dos desgraciados... se han aprovechado de ella de ese modo? ¿Qué es esto que estoy sintiendo que no se parece en nada a algo que antes haya sentido...?”


Olis
Aqui la historia da un giro de 180°, espero la sigan disfrutando, los tkm🤍

~Ari Cano

La novia de Mario CalderónWhere stories live. Discover now