『Día 06』

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Cuando nadie ve

Soñé un verano que se hiciera eterno

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Soñé un verano que se hiciera eterno

Desde el momento en que vi tu mirada

Me derretiste con esa mirada

Sero caminaba por la calle tranquilo, mientras tomaba un café. Debía hacer algunos recados para Bakugo antes de volver a su base, pero le había entrado hambre. Pasearse por toda la ciudad recogiendo cosas para su jefe no era lo más agradable del mundo, cuando podría estar durmiendo en su cuarto con su perrito.

Pronto encontró un puesto de comida rápida y se acercó para comprarse una hamburguesa, tenían buena pinta y no había demasiada cola. Tan solo una parejita y un chico esperaban para poder comprarse algo, igual que él. Miró su reloj y calculó que tenía tiempo de sobra antes de ir a la siguiente recogida.

Estaba distraído, y no notó que el chico que iba delante de él ya se giraba para irse, cuando se chocaron. El rubio tuvo que hacer malabares para que su hamburguesa no se cayese al suelo, y miró con los ojos furiosos a Sero, dispuesto a reclamarle cuando sus iris se cruzaron. El pelinegro notó que eran completamente dorados, con unas ligeras motitas grises, y sintió que el aire se le iba.

Estaba a punto de decir algo, pero el desconocido susurró una disculpa y se fue de inmediato, dejando el turno a Sero para que pudiese pedir su comida. Hanta ordenó lo primero que se le vino a la mente, sin quitarse de la cabeza esos ojos. Nunca había visto a nadie que tuviese unos tan bonitos, y de un color tan extraño.

Fueron varias veces las que regresó a ese puesto de comida, solo para poder ver a ese chico de nuevo. Resulta que iba allí habitualmente, tal vez de camino a su trabajo o a su lugar de estudio, y siempre compraba lo mismo; una hamburguesa doble con extra de queso.

Pronto se convirtió en una rutina el ir a ese lugar, y situarse en la cola cuando éste llegaba, a veces pidiendo lo mismo que él, y otras veces pidiendo un perrito caliente. Tenía la suerte de tener esos ratos libres, por lo que ninguno de sus amigos sospechaba que solo se escapaba para poder ver a ese joven sin nombre, hasta que un día ese chico le habló.

—¿A ti igual te gusta la comida de este sitio? —Sero sentía que podría haberse derretido solo con escuchar su voz y asintió, haciendo al chico sonreír—. A mí también... Nunca te había visto por aquí hasta que nos chocamos, pero ahora te veo todos los días.

—Sí bueno es que, me gustó bastante y como tengo estos ratos libres prefiero venir aquí. La cola no es muy larga.

El rubio asintió y cuando llegó su turno pidió, pero a diferencia de los demás días esperó a que Sero pidiese también, para poder seguir hablando. Eso alegró bastante al pelinegro, que se apresuró a pagar para poder tener más tiempo de hablar con el chico.

Serokami week 2021Where stories live. Discover now