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Leandra sabía que no era buena haciendo esto. Nunca lo ha sido y no sabe si es algo genético que proviene de su familia o -y esta es la opción más plausible- que simplemente no sea buena. Sus compañeros la llamaban fría y hasta algunos misteriosa, pero en casi todos los casos la gente asumía que no tenía muchas emociones.

No es que no tenga emociones, ella las tiene, pero las guarda, encarceladas porque a veces no las puede mostrar o otras veces es porque tiene miedo.

Un ejemplo sería el de ahora mismo, Álvaro ni siquiera se esta fijando en ella, demasiado absorto en sus apuntes de matemáticas y, sin embargo, ella puede sentir como se seca su boca y como su lengua pesa como el plomo. En momentos como este, cada vez que ve su rostro, puede ver todo con exactitud, cada vez que sus cejas se fruncen en concentración, como sus ojos parpadean en confusión a algo y el brillo de sus ojos cuando consigue entenderlo, Leandra ve todas las cosas muy nítidas, las siente.

Ha estado pensando en esto durante semanas, incluso algunos meses. Ella no es buena para mostrar lo que siente o, mejor dicho, decir lo que siente, así que lo encierra en su lugar, pero con Álvaro... Es diferente, está bien. El la escucha y no importa lo mala que sea ella en esto, Álvaro la escucha, él lo entiende, pase lo que pase.

Y eso la inclina a favor de decírselo, él le ha dado muchas cosas a ella y una de esas cosas es coraje. En ese momento, el silencio se rompe.

"...al calcular de esa forma sacas los resultados que quieres. ¿Qué piensas de eso?" Se inclina, tambalea peligrosamente.

"Yo?" Responde ella, tragando saliva. Su corazón palpita fuerte, le duele incluso.

"Si, me gusta escuchar tus pensamientos" Dice con toda la calma del mundo.

Están solos en los dormitorios de la universidad y por eso no hay nadie más que ella pueda escuchar. Sus palabras salen contundentes y rígidas, pero él la entiende, él siempre la ha entendido.

"Creo que me gustas y me gustaría salir contigo".

Su respiración se cortó por completo. Esperaba una reacción, una respuesta. Su amigo parpadea, los ojos se abren con confusión y luego con un cierto toque de incredulidad.

Y luego Álvaro suelta una carcajada y se va.

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La primera vez que sucede, Álvaro tiene doce años, es su segunda semana de escuela secundaria, y Dalia, una niña de 2-C es la chica más bonita que ha visto en su vida. Le gusta su sonrisa, los clips de pelo que brillan y su risa le da ganas de volar incluso si aún se está sacudiendo de la timidez que siempre ha tenido.

Él nunca le habla, claramente no puede, se deja petrificado cada vez que la ve y porque ella es hermosa y un año mayor que él. Álvaro no está enojado por esto ya que así a veces son las cosas. No es culpa suya de que él sea un cobarde que no quiera afrontar-se a sus miedos. Él está bien con eso ya que nada va a cambiar.

O eso es lo que pensaba hace cinco segundos.

De repente Dalia se acerca hacia su mesa durante el almuerzo, con su linda sonrisa y vestido amarillo -fruto de su imaginación, ya que ella llevaba una chaqueta ese día-, con sus clips de pelo y sonrisa y dice:

"¡Hola! Eres Álvaro, ¿No?" Álvaro se queda con la boca abierta, colgando, porque ella sabe cómo se llama.

"¡Sabes... eres un poco lindo!" ¿Había mencionado que su sonrisa era muy linda?, "¿Quieres tener una cita conmigo?".

Su mente se queda en blanco, como siempre lo hace cuando se topa con ella, sus ojos grandes y redondos tal vez se hayan puesto un poco llorosos. Tal vez piensa, tal vez la secundaria sea mejor que la primaria, tal vez...

3 puntos suspensivosWhere stories live. Discover now