Capítulo 1: Despedido.

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Despreciable. Estresante.

Esas palabras definían la vida de Kang YeoSang con veracidad, para su desgracia. Si le preguntaban al rubio, quién era el responsable de que su vida se haya tornado tan miserable, entonces éste le atribuiría sus culpas a su trabajo. Aunque más que un trabajo, se sentía como una esclavitud.

Su empleo como asistente personal de un gerente resultaba agobiante en el peor de los sentidos. Su jefe era un hombre cruel, mezquino y grosero... Además, de mente cerrada. Ese hombre conseguía hacer de sus días un suplicio sinfín del cual no podía escapar, ni siquiera luego de que su jornada laboral culminara.

Y Kang odiaba tanto su trabajo que renunciar era la fantasía y anhelo más grande de cada día. Pero tan pronto como ese pensamiento aparecía, también las facturas de deudas y el recuerdo de que no obtendría un salario tan bien remunerado como éste —para ayudar a su familia— en ninguna otra parte. Por lo tanto, renunciar no era una opción ni por el momento ni en el futuro cercano.

Incluso en días agotadores en donde su jefe se despertaba en su peor estado de humor por lo que se comportaba como un desgraciado y amargado con todo ser que se cruzara en su camino, YeoSang sólo podía soportar. No podía hacer más que eso, hasta que el día acabara.

Hoy era uno de esos días.

—¡YeoSang! ¿Tienes listo mi café? ¡Lo necesito justo ahora niño, apresúrate! ¡No puedo esperar toda la mañana! —gritó su jefe desde la oficina, ese rugido paralizó tanto a la secretaria como a él. Si no llevaba el café justo ahora, todo el edificio ardería en llamas.

—Por supuesto, señor —contestó bajito, sus manos temblando mientras lleva la taza de café humeante.

Los ojos rasgados de su jefe le dan una pesada mirada llena de irritación por la larga espera y le arrebata de las manos la taza dejando a YeoSang inmóvil en su lugar por su brutal agresividad. Era cuestión de un movimiento en falso para que la bestia se saliera de control y desatara su caos.

Pronto el rostro del hombre trajeado se deformó en una mueca al dar el primer sorbo del americano. YeoSang tragó grueso, temiendo por su fin.

—¡Está dulce! ¡Que asco! Ni para preparar café eres útil. Lárgate a tu puesto de trabajo —entregó la taza con rudeza en las manos del rubio haciendo que el café caliente se derrame en los dedos de YeoSang y salpique su camisa.

—De acuerdo —suspira cansado.

—Ah, limpiate eso —señala con desagrado la marcha castaña en la camisa blanca que él provocó—. Vendrá una persona importante en unos minutos y mi asistente no puede verse en tan inadecuadas condiciones.

—Sí... —hace una corta reverencia.

YeoSang salió casi corriendo de esa infernal oficina, maldiciendo bajito sólo cuando se asegura de haber cerrado bien la puerta. Sus dedos aún tiemblan alrededor de la taza de café que ni siquiera fue consumida y su piel pálida se tornaba cada vez más roja debido a la quemada. No tenía tiempo para eso, así que se concentró en la mancha castaña en su camisa favorita que se extendía poco a poco haciéndose más grande.

Lo odia, hoy más que nunca.

Desecha el café en el fregadero de la cocina de la oficina y camina apresurado hacia el único lugar donde sabe que pueden ayudarlo a solucionar el problema con su camisa. YeoSang se alegra al oír voces provenientes del interior del pequeño salón ya que eso significaba que sus amigos estaban ahí. Por lo menos, ellos se divertían en su tiempo libre. El rubio no podía decir lo mismo, su jefe no le daba tiempo libre a parte de sus pausas de veinte minutos para comer.

Oppa | SeongSangWhere stories live. Discover now