Capitulo 15. ¿Vamos a mi apartamento?

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Betty sonríe ante esa espontánea declaración de amor de su novio. Es la primera vez que él le dice que la ama y eso la enternece. Con su voz más dulce y mirándolo arrobada le dice:

B.: Yo también lo amo, Mario.

Tras esas palabras se funden en un apasionado beso. Mario se separa a los pocos instantes y tomando la barbilla de ella entre sus manos le dice con voz enronquecida:

Ma.: Betty, ¿vamos a mi apartamento?

Sin apartar la mirada y convencida de lo que está diciendo, le responde. B.: Sí, Mario... vamos.
Mario está eufórico ante la respuesta de su novia. Ni por un instante se le ha ocurrido pensar que, de algún modo lo que él le está haciendo a Betty, seduciéndola para asegurar que no se quede con la empresa, es algo muy parecido a lo que hizo aquel desgraciado. ¿Es que acaso está tan metido en su “papel” que a todos los efectos se “siente” el novio de Betty, al margen de sus propósitos iniciales? ¿O será quizás se cree que no hay nada reprobable en conquistar a una mujer para salvar la empresa? Sea como sea, la conciencia de Mario está más que tranquila. Su único pensamiento en ese momento es que por fin va a poder tener para él a esa mujer que tanto se le ha resistido y a la que tanto desea.

Aquella modelo había ido a presidencia para ultimar los detalles de un contrato y ni él mismo sabía cómo habían acabado en el “hueco” de Betty haciendo el amor con urgencia. Y en eso estaban...

Modelo.: ¡Asíiiiii! ¡Síiiiii! ¡Asíiiiii! ¡Ay que rico...! ¡Máaaas papito... máaaas...!

Armando lo estaba pasando bien rico con aquella “tipa” de la que ni siquiera recordaba el nombre pero que lo había puesto a mil por hora y se movía de maravilla...

Después de firmar el contrato, la muchacha se había sentado en sus rodillas ante la mirada entre sorprendida y satisfecha del presidente de la empresa y le había dicho que le quería “agradecer” sus atenciones... Él se resistió un poco, pero tenía que reconocer que... muy, muy poco y cuando la cosa se fue “calentando” la metió en el hueco para tener un poco más de “privacidad”.

Con lo que no contaba Armando Mendoza es con que su prometida tuviese que regresar a la empresa porque se le habían olvidado las llaves de su apartamento, y antes de volver a salir decidió pasar por presidencia para ver si aún estaba allá su prometido y conseguía que fuese con ella a cenar. Cuando vio la luz encendida se dijo que le daría una sorpresa... ¡Y vaya si se la dio! Pero hay que reconocer que ella se llevó otra y no precisamente de las agradables...

Cuando entró en presidencia oyó unos ruidos raros. Parecía como si alguien estuviese... ¿llorando? No eso no era llanto, eran ¿gemidos? Pero ¿quien podía estar gimiendo en la oficina del “garfio”? Muy decidida abrió la puerta sin llamar y lo que vio la dejó estupefacta. Por un momento fue incapaz de articular palabra. Ellos no se habían dado cuenta de su presencia y
continuaban con su “grata tarea”. Cuando consiguió reponerse un poco dijo casi gritando.

Ma.: ¡Armando Mendoza, hasta aquí podíamos llegar!

Armando ese día se dio cuenta de que tenía un corazón muy fuerte, porque si no hubiese sido así hubiera caído fulminado por un infarto. ¡Tal fue el susto que se llevó!

A.: Mar... Marcela esto no es... bueno sí es... pero no es...

La muchacha, que dicho sea de paso estaba hasta divertida con la situación, se separó de él, se puso como pudo el vestido que él le había quitado, tomó en
sus manos su exigua ropa interior y burlonamente dijo.

Modelo.: Sí que lo siento, papito. Con lo rico que lo estábamos pasando... Lástima que vino esta tipa a interrumpir. No te preocupes que cualquier día vuelvo y continuamos con lo que estábamos haciendo... ¡Que pasen una buena tarde!

La perplejidad de Armando y Marcela fue tal ante el desparpajo de la modelo que ninguno de los dos fue capaz de decirle nada. Entretanto Armando se había puesto los bóxer como había podido, porque su erección aún era evidente, y recogiendo el resto de su ropa se dirigió al baño de presidencia.

Salió a los pocos minutos con la cara y el pelo húmedos, completamente vestido y con cara de circunstancias. Marcela lo estaba esperando sentada en el sillón del presidente. Armando se esperaba un escándalo de órdago, pero sorprendentemente Marcela le habló muy seria y con dureza, pero sin levantar la voz.

Ma.: Ésta es la última canallada que me haces, Armando Mendoza...

A.: Marcela, yo...

Ma.: No me contestes. Creo que después de lo que he visto no tienes derecho a réplica. Yo... sé que me has sido infiel con... cuanta vagabunda se te ha puesto por delante, pero el colmo es que lo hagas ante mis propias narices y en la oficina... Y... verlo con mis propios ojos es más de lo que puedo soportar...
¿Fue tu “asistonta” la que te “cuadró” la cita?

A.: Marcela a Betty déjala fuera de esta conversación que ella no tiene nada que ver en esto...

Ma.: Ya me da igual, Armando... Todo me da igual... pero... hasta aquí hemos llegado. Aquí acaba nuestro compromiso... Ya veremos lo que dicen tus papás cuando se enteren, porque ten por seguro que se van a enterar “con detalles” de todo lo que ha ocurrido... ¿Y sabes por qué? Porque yo se lo voy a contar... para que sepan la clase de hijo que tienen... Y se va a enterar también mi hermano Daniel, y mi hermana María Beatriz... Y entre los tres ya veremos qué decisión tomamos respecto a la empresa...

A.: Marcela la empresa no...

Ma.: No te quiero escuchar. No me interesa lo que tienes que decirme... No quiero saber nada más de ti, Armando Mendoza... por mí como si te mueres...

Y salió de presidencia sin mirar hacia atrás.

Armando se dejó caer en el sofá con desánimo. En su rostro se veía la preocupación que lo embargaba. La había embarrado bien. Una cosa es que él le fuese infiel a Marcela y no tuviese remordimientos por eso y otra que le gustara ser pillado “in fraganti” de ese modo. ¡Y con esa muchacha tan descarada que acababa de conocer tan sólo unos minutos antes! Estaba realmente avergonzado. ”¿Qué va a hacer, hermano? ¡Qué vergüenza cuando se enteren sus papás...! Y el problema añadido de la situación de Ecomoda... Si los hermanos Valencia deciden vender sus acciones o dividir la empresa todo va a salir a la luz... Tengo que hablar con Mario. Él tiene que saber esto enseguida. Lo llamaré a su celular...”

La voz en “off” que obtuvo por toda respuesta al marcar el número del celular de su amigo lo puso más nervioso de lo que estaba “El teléfono al que usted llama está apagado o fuera de cobertura.”

”¿Dónde se habrá metido Calderón? Lo mejor que puedo hacer es ir a buscarlo a su apartamento y si no está esperarlo allá... Tengo que hablar con él sin falta esta misma tarde.”

Y sin más demora, bajó al parqueadero, subió a su carro y se dirigió al apartamento de Mario.

El portero le había dado la llave para entrar en el apartamento de Mario. Aunque había estado ausente unos minutos el hombre estaba casi seguro de que el Dr. Calderón no había llegado porque solía dejar su carro en la entrada y allí no estaba.

Por.: ¡Cómo no lo metiese en el parqueadero y subiera directamente!

Abrió la puerta y vio que el apartamento estaba en penumbras. Tal y como le dijo el portero Mario parecía que aún no había llegado. Entonces oyó ruidos que provenían del cuarto de su amigo. La puerta estaba abierta y los sonidos le resultaron familiares. Al parecer Calderón estaba con alguna de sus conquistas pasándolo rico. ¡Qué fastidio! Ahora tendría que esperar a que acabasen porque si lo interrumpía Mario era capaz de matarlo...

Iba a sentarse en el sofá a esperarlo pacientemente cuando algo llamó su atención... Sobre el sofá había una chaqueta y un bolso de mujer... ”Claro, tigre, de la mujer que está con él...” Ambas cosas le resultaron vagamente familiares y no sabía de qué. ¿Quién sería la mujer que estaba con Mario? Curioso, miró a ambos lados para asegurarse de que nadie lo estaba viendo y sacó el monedero del bolso. De él extrajo la cédula de identidad y lo que vio lo dejó totalmente paralizado... Era la cédula de Beatriz Pinzón Solano. La mujer que estaba haciendo el amor con Mario en su habitación era... ¿Betty?

La novia de Mario CalderónDove le storie prendono vita. Scoprilo ora