Me bajo de la moto y escondo mi vergüenza detrás de mi cabello todo alborotado por la brisa. Observo al rededor y todo es un bosque con poca iluminación, solo la luna hace presencia. Los árboles son gigantes y frente de nosotros hay un camino que se ve infinito.

—¿Puedes agarrar aquí, por favor?

Cassiel me tiende una cadena y la tomo.

Frunzo el ceño.

—Es para la moto—dice y asiento.

Él pega la moto de un árbol y me pide la cadena nuevamente. Pasa la cadena por una rueda y la cierra con un candado.

—Tengo que prevenir que me roben a mi hermosura—sonríe y lo hago yo también, con una sonrisa nerviosa y tensa.

Dándome cuenta, no hay otra moto o auto aquí, y es cuando le pregunto:

—¿Y tus amigos?

—Deben de estar por venir. Los esperaremos,tranquila —suena relajado.

Sube el asiento de su moto y saca un bolso.

Me tiende una linterna que sacó de su bolso, alumbra mucho. Es perfecta, hace buena iluminación.

—¿Queda muy lejos ese lago?—le pregunto.

—No mucho, llegaríamos en quince minutos, más o menos—responde y me alumbra a la cara con la linterna.

Yo cierro los ojos por la luz fuerte.

Lo escucho reírse.

—Perdón.

Escucho el ruido de un auto y se asoma uno, me quito del medio dándole paso a estacionarse.

Nuevamente los nervios me invaden y me sudan las manos. Dos hombres son los primeros en bajar del auto, yo me pego de un árbol, reposando de éste, esperando que terminen de saludarse.

Hay uno rubio de pelo largo, alto, que fue el primero en abrazar a Cassiel, el segundo es igual de alto pero pelinegro. Creo haber oído que Cassiel me había dicho que venía una amiga también. Pero no la veo.

—Stella, ellos son Miguel—señala al rubio. Éste me da su mano y la estrecho—, y Rafael.

Sus ojos azules me causan una familiaridad increíble. Estrecho su mano con una sonrisa de boca cerrada.

—Un gusto conocerlos—digo.

—Y esa que viene ahí, es Anyet—señala a una muchacha que acaba de salir del auto.

La observo y tiene el rostro lleno de pecas, es morena, con el cabello un poco más abajo de los hombros y sus ojos son un azul intenso.

—Un gusto conocerte, Stella—su voz es seria. Y me causa algo de miedo.

—Igual—respondo.

Cassiel me abraza por los hombros y nosotros de primero, empezamos a caminar hacia dentro del bosque. Miguel y Rafael entablaban una conversación con Cassiel, mientras que Anyet y yo en el camino íbamos calladas.

Me daba un poco de pena hablar. Hace mucho que no me encontraba con personas amigables así a mi alrededor.

—y ella fue la que me auxilio esa noche...

Escuché.

—Si no es por ti, a Cassiel se lo violan esa noche—bromea Rafael, y muerdo mi mejilla interna escondiendo una carcajada.

—¿Por qué iban a violarlo?

—¿Me estás jodiendo?—Miguel se hace el ofendido y me río—. Observa esa cara, esos ojazos, es un papucho—había parado a tomarle la cara a Cassiel y apretarle los cachetes.

LASCIVIA ©Where stories live. Discover now