— ¡Cinturones fuera!

Julian se quitó el cinturón, entregándomelo, ahora me tocó a mí, mostré el cinturón extendiendo los brazos sobre mi cabeza, llenándome de valentía al escuchar los gritos de nuestros espectadores, quienes probablemente deseaban que más de alguien se partiera la cabeza.

— ¡A unirse siameses!

Me senté en la moto otra vez, tocando espalda con espalda, entregándole los extremos del cinturón a Julian, preocupándome de que este quedara a una buena altura en mi estómago, no quería perder el equilibrio y caer.

— Tranquila, lo tengo bien puesto, no te vas a caer, lo até bien.

Tranquilizándome.

Para estar segura, le di un par de tirones al cuero, parecía estar todo bien.

— ¡Pongan a rugir esos motores bastardos!

Julian apretó a tope, levantando una gruesa capa de humo, a la distancia, Jeff apuntaba el móvil hacia nosotros, probablemente grabándonos, espero que ese video no se lo mande a Alexei o le dará un infarto a mi pobre viejo, ya no está en edad de pasar sustos.

— ¡A la cuenta de tres, podrán poner esas piernas a trabajar hermosas!

— Golpea a todo quien se acerque, no tengas piedad, son ellos o nosotros.

Aclaró Julian, muy concentrado en la ruta.

— A la mierda, ahí vamos.

Deslizando las manos por mis muslos para aplacar los nervios.

— Tú puedes guapa.

— ¡Uno...Dos...Tres! ¡A correr hijos de perra!

Julian arrancó rápidamente, dejando a tres motocicletas atrás de una sola pasada, aún quedaban cuatro en el juego.

— A tu izquierda.

Dijo el castaño por sobre los gritos de los espectadores.

— Lo tengo cubierto, tranquilo.

Se acercó a la moto que venía a toda leche hacia nosotros, teníamos la ventaja suficiente para golpear el tanque de gasolina con mi pie, provocando que el hombre perdiera el control y terminara estrellándose con la pared de en la siguiente curva.

— ¡Vaya! Sí podías golpéalo, creí que eras de las chicas que se escondía tras su novio para no ensuciarse las manos.

— ¿Bromeas? Mi viejo es tan sobreprotector porque últimamente me ensucio mucho las manos, teme que vuelva a pasarme algo.

— ¿Y a ti te da miedo morir?

Esa es una buena pregunta...

— No me da miedo morir — pero sabía muy bien la respuesta— Me da miedo dejar a mi viejo y a mi pequeño solos, ellos... han pasado por muchas cosas, me necesitan tanto como yo los necesito a ellos.

— Sí... es a eso a lo que más le tememos...

— ¡A la derecha!

Viendo a un idiota venir a toda velocidad por nosotros.

— ¡Sí señorita!

se movió en el momento justo, la chica y yo tuvimos una buena pelea ahí atrás, pero aquí había que jugar sucio, un apretón en una teta duele como los mil demonios, que se recuperara del shock mental me dio el tiempo suficiente para golpearla con fuerza, haciendo que perdieran el equilibrio.

— Adiós cariño, lo siento.

Despidiéndome de ella, consciente de la molestia que fluía de ella hacia mí, me estaba mirando.

Despiadado.Where stories live. Discover now