Capitulo 2. Supermario en acción.

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B.: -Feliz de poder ayudar a su “amor”- ¡Cómo no, Don Mario! Usted dirá...

Ma.: Vea, yo creo que este “asunto” –pronunció esta última palabra como si
se tratase de algo muy misterioso- es mejor tratarlo... personalmente y... en
privado... Betty ¿podríamos vernos un momento a la salida...? Yo... después la... acompañaría a su casa...

B.: Como usted prefiera, doctor. Avisaré a mis papás de que voy a llegar un poco más tarde...

Ma.: Betty yo... tengo que pedirle otro favor...

B.: Usted dirá...

Ma.: Yo... quisiera que de este... “asunto”... no se enterase nadie en la empresa. Ni... ni siquiera Armando... Es que... una vez hice unas inversiones muy... desafortunadas y... él se... burló de mí... y ya sabe... esta vez quiero ir sobre seguro... por eso necesito su... asesoramiento... pero preferiría que mi... amigo no supiera nada... de momento... ¿Me guardará el secreto, Betty?

B.: -Pensando que su jefe era un insensible al burlarse de las “desgracias financieras” de Don Mario- ¡Cómo no, doctor! –Sonriendo- No se preocupe que “soy una tumba”. Su secreto está a salvo conmigo. Oj oj oj oj.

Ma.: Gracias, Betty. Otra cosa... es mejor que no nos vean.. salir juntos de la empresa... podrían... sospechar algo... Y ya sabe cómo son las del cuartel de chismosas... ¿Qué le parece si la recojo en algún sitio?

B.: Como usted prefiera... ¿Qué tal en la parada de la buseta que está a dos cuadras de Ecomoda? Las muchachas se quedan esperando en la del bus que hay delante de la puerta de la empresa porque van hacia otros barrios...

Ma.: Es perfecto, Betty. Vea, cuando vaya a salir me llama a mi oficina y yo salgo poco después y la recojo con mi carro.

B.: Muy bien, don Mario..

Ma.: Hasta luego, Betty y... muchas gracias.

Nada más colgar el teléfono Betty oye como la llama su jefe desde el despacho de presidencia.

A.: ¡Beeeettyyyyy!

B.: -Entrando en presidencia- ¿Qué necesita, doctor?

A.: ¿Con quien hablaba tanto?

Betty se queda paralizada. Nota como las mejillas le arden. Debe estar del color de la grana. Está a punto de decirle a su jefe que estaba hablando con don Mario, pero de repente recuerda la promesa que le hizo y no sabe que decir. Por una parte no quiere mentirle a Don Armando, pero por otra no puede defraudar la confianza del Dr. Calderón. Se halla en un verdadero dilema... Al final decide decir una verdad... a medias...

B.: Estaba resolviendo un problema... financiero...

A.: -Cada vez más curioso al ver el azoro de su asistente- Sí, pero... ¿con quién hablaba?

B.: Con... con... Nicolás Mora...

Betty estaba muy incómoda. No le gustaba para nada mentirle a Don
Armando. Pero ¿qué podía hacer? Si le decía que estaba hablando con Don
Mario seguro que él quería saber sobre qué hablaba... y puestos a mentir era preferible decir la verdad pero... cambiando la persona, que inventarse el motivo de la conversación con el vicepresidente comercial de la empresa.

Armando por su parte se ha quedado pensativo. A pesar de lo que le dijo su asistente durante el almuerzo, sigue sin gustarle ese tal Nicolás. Seguía pensando que de algún modo estaban en sus manos, y aunque estaba más tranquilo, porque sabía que Betty no estaba enamorada del Dr. Mora y por tanto sería muy difícil que se dejase seducir, algo había en esa relación que le inquietaba... No pudo evitar el deje de ironía al preguntar.

A.: ¿Y qué quería su amigo Nicolás, Beatriz?

B.: Verá, doctor. Quería consultarme sobre unas inversiones que quiere hacer con el capital de Terramoda... Ya sabe, él me consulta siempre que hace una operación, sobre todo si tiene cierta importancia...

A.: Sí claro... –Y cambiando de tema- La llamaba porque estoy buscando los últimos informes de las ventas de este mes...

Cuando Mario colgó el teléfono, se quedó pensativo unos instantes. Su plan había funcionado de maravilla. La ingenua de Betty se había tragado el anzuelo hasta el sedal. Pero de repente le entró el pánico... ¿Qué le iba a preguntar a la muchacha? Porque si de algo estaba seguro era de la experiencia de Betty en temas financieros, así que no serviría cualquier excusa para salir del paso... A partir de ese momento se dedicó a buscar en Internet los movimientos bursátiles de los últimos días y a asesorarse de las posibles
acciones en venta... ”Hay que atar todos los cabos. No puedo descuidar nada si quiero que el plan salga como está previsto.”

A las siete en punto Betty se alistó para salir de la empresa. Aprovechó que su jefe había ido un momento al baño de presidencia para llamar a Don Mario y decirle que estaba a punto de marchar.

Cuando salía del “hueco” Armando regresaba del baño... B.: Doctor, si no necesita nada más yo me voy a mi casa.

A.: No, Betty. Mañana seguimos con esos informes. ¿Quiere que la acompañe a su casa?

B.: -Temiendo delatarse- No, doctor. No se preocupe. Vea tengo que ir a hacer
unas compras antes y tomaré la buseta que me deja en el centro...

A.: -Sin sospechar nada raro- Como quiera, Beatriz. ¡Hasta mañana, entonces! B.: ¡Hasta mañana, doctor!

Tan sólo cinco minutos tuvo que esperar Betty en la parada de la buseta hasta ver detenerse el deportivo de Mario Calderón ante ella. Casi automáticamente miró a ambos lados de la calle para asegurarse de que nadie la viera antes de subirse en él. En cuanto ella subió, Mario puso en marcha el vehículo en dirección a las afueras de Bogotá.

La llevó a un precioso merendero bastante alejado. Le pareció el lugar ideal porque cumplía dos requisitos imprescindibles, en primer lugar era un sitio poco frecuentado donde era altamente improbable que se encontrara con nadie conocido. El segundo requisito era lo acogedor del lugar. Tanto desde fuera como desde dentro del local, a través de las amplias cristaleras, se divisaba
una hermosa vista de algunas montañas cercanas a la ciudad. Betty quedó encantada con la elección y así se lo dijo.

B.: Don Mario, este lugar es muy bonito.

Ma: -Con su mejor sonrisa seductora- Me alegro que le guste, Betty. Pero vea,
¿por qué no hacemos una cosa? Al menos fuera de la oficina ¿por qué no dejamos el “don” y me llama tan sólo “Mario”?

B.: -Un poco azorada por su petición- Es que... doctor... usted es mi jefe...

Ma.: Ni tanto, Betty... Somos tan sólo compañeros de trabajo... Vea, usted
bien podría ocupar la vicepresidencia financiera. Con su preparación... Un día
de estos se lo comentaré a Armando porque creo que sería justo... Usted está haciendo más trabajo del que hacía Olarte... ¿Qué le parece?

B.: -Encantada con las palabras de don Mario- ¡Ay doctor! Yo... sólo trato de hacer mi trabajo lo mejor posible...

Mario está comprobando que esa es la mejor vía “de ataque” con Betty. Halagarla por sus méritos en la empresa. Además lo que está diciendo se lo cree realmente, lo cual hace que aún le resulte más fácil al no tener que fingir...

Ma.: -Volviendo a dedicarle su mejor sonrisa y con un tono de voz seductor- Pero lo hace de modo impecable. Vea Betty, yo no sé qué sería de Ecomoda sin usted... Fue un verdadero acierto contratarla... Tanto Armando como yo, estamos muy satisfechos con su labor...

B.: Gracias, doctor. Le agradezco sus palabras. –Y queriendo desviar la conversación a otros temas que no la turben tanto- Doctor, ¿qué era eso que me tenía que consultar...?

La novia de Mario CalderónWhere stories live. Discover now