Epílogo

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Dos años después

Sukuna observó a su novio. Pestañas largas enmarcando sus enormes ojos azules, piel de porcelana y labios de fresa.

Sonrió, inclinándose sobre él para rozar su nariz contra la ajena, perfecta y ondulada. Su pelo de azabache estaba desparramado por la almohada como un mar de oscuridad, pequeñas ondas causadas por todas las vueltas que daba mientras dormía. Su cuerpo estaba cuidado en sábanas de blanco marmóreo, cubriendo su torso desnudo.

Abdomen marcado, cintura por la que deslizar sus besos y clavículas que viajaban de un lado a otro. Sus suaves botones rosados se erizaron con el aire frío y Megumi se alzó sobre sus codos para sellar otro delicado beso, acariciando su nuca.

Envuelto por sus piernas, suspiró un último gemido en su boca, inundándole con miel y amor. Sintió que jadeaba y se volvía de color rosado y tierno, atrapó su labio inferior entre sus dientes, tirando ligeramente.

—Te quiero. —Susurró, revoloteando por su rostro, colmándole de amor y cariño mientras su cuerpo se estremecía al rozar el cielo. —Te quiero mucho, mucho...

Bajo por su pecho, mordisqueando con suavidad. La luz del Sol tenía una forma particular de jugar con su piel, iluminándola y tiñéndola de fuego lento, llamas que subían y bajaban al igual que ellos.

Lamió su abdomen, sintiendo que enredaba los dedos en su pelo castaño y tiraba ligeramente. Sentía sus rodillas temblar a los lados de su cintura y alzó un poco su espalda, dejando una marca juguetona cerca de su ombligo, con su sabor persistiendo en su boca.

—Yo también... —Su novio sostuvo su rostro cuando llegó a su altura, acariciando las marcas negras. Rodeó su cuello con los brazos, sonriendo, estaba ardiendo. —Te quiero.

Sukuna se dejó caer a un lado, abrazándolo, envolviendo sus labios húmedos en más humedad. Entrelazó su lengua con la propia con delirante lentitud. A Megumi le encantaba que fuera tan suave, que deslizara los dedos desde sus hoyuelos de Venus hacia arriba, mientras lo pegaba más a su cuerpo desnudo.

El chico rio por lo bajo cuando se desvió por su mandíbula en el camino a una de sus orejas. Mordió su lóbulo, susurrando con su voz ronca, invitándole a más.

—¿Tienes hambre? —Aquello era una propuesta, ronroneando cerca de él, su aliento acariciando su piel con delicadeza, erizando el vello de su cuerpo.

—Quiero desayunar. —Fushiguro se encogió cuando tocó su cintura, clavando un par de dedos en ella. Aquello hacía cosquillas.

Vio cómo Fushiguro se incorporaba, estirando los brazos hacia arriba. Su atlético cuerpo se tensó, con aquellos tímidos abdominales que tanto se esforzaba por sacar a relucir. Se abrazó a su cintura, besando su piel clara mientras su novio se quedaba mirando por la ventana, al cielo azul.

—¿Te apetece si hoy vamos a comer con tus padres? —Preguntó, hundiendo la nariz en su piel perfumada de sexo y amor.

Megumi frunció el ceño, mirándole. Aquellos ojos de escarlata no parecían mentir, no era una burla ni un juego. Asintió, acariciando los mechones castaños, sintiendo algo extraño en el pecho.

Realmente se preocupó por su salud mental.

⋆★⋆

Idiota, 14:12h
—¿No crees que es muy arriesgado?
—En plan
—Te juegas la vida, ¿sabes?

Sukuna, 14:12h
Todo saldrá bien—
Sé cómo manejar a los padres de Megumi—

Idiota, 14:13h
—Repítelo hasta que lo creas

Sweetness || SukuFushiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora