Tan pequeño que te está hundiendo lentamente.

(...)

¿Podemos hablar?

Y enviar. Respiras profundamente, esperando ver su repuesta. Los nervios te carcomen y demonios, ni siquiera los rodajes te ponen así. Pero él sí.

Sebastian si que puede.

Tú teléfono vibra, y sabes que ya no hay vuelta atrás.

Cómo quieras.

Algo en su mensaje te da a pensar que tal vez sepa de que va todo esto. Sin pensarlo, ambos sabían que, inevitablemente, las cosas no durarían tanto como quisieran. Todo lo bueno nunca dura para siempre.

A las 9, mismo lugar de siempre.

¿Tan tarde?

¿Se supone que debías darle razones? Ya las sabían todas, de sobra. De noche es mejor, más discreto. Él lo sabe. Además, hay precauciones extra que quieres tomar.

No quiero que me veas llorar.

Cuando dan las nueve, ya te has arruinado todo el manicure. Tus uñas están carcomidas, culpa del estrés. Y no sólo eso, ansiedad.

Allí, en la penumbra y soledad de tu carro, escuchas claramente el propio palpitar nervioso e irregular de tu corazón. En el silencio de la noche, es como un recordatorio cruel.

Una vez divisas su carro, sales a su encuentro. Te abrazas a ti misma, el frío nocturno calando en tus huesos. Sin embargo, saliste en un apuro, y cuando uno está nervioso, más de algo se olvida.

― Seb―llamas su nombre. ¿Será la última vez que lo hagas?

No, de seguro le verás en ceremonias, y cruzarán palabras en la temporada de entrega de premios. Y cuando el resto del mundo vea esta interacción normal, tú estarás cara a cara con tu futura ex pareja. No, no será la última vez, pero tome el tiempo que tome, no seré capaz de hacerlo.

― Hola nena―saluda. Lo más lógico sería apartar tus labios, y no obstante, los recibes. Puede ser la última vez, así que alargas el beso, profundizando en su sabor. Sólo quiero sentirlos una vez más.

Te apartas, conteniendo el primer impulso de llorar. Una sonrisa aparece en tu cara y Sebastian la corresponde. Pero es una interpretación errónea, porque es una sonrisa amarga y melancólica ante el adiós que se avecina. Nunca será suficiente.

Sebastian toma asiento en la colina, la ciudad a sus pies. Irónico, porque todo el mundo está a sus pies, incluida tú. No eres dependiente, eres fuerte, no débil: Y Sebastian es tú debilidad.

Poco importan los pantalones de diseñador, porque tomas asiento a su lado, en el césped.

― Hace bonita noche, ¿Verdad?―comenta, distraído. Asientes, aunque no convencida. Su mirada está perdida en la vista al frente, mientras tú lo observas.

Tragas grueso. Después de lo que suceda esta noche, no pensarás lo mismo.

― Tenemos que hablar.

Finalmente, te observa. ― Lo sé, lo dijiste en tu mensaje de texto. Así que dime, ¿De qué quieres hablar exactamente?

Tu respuesta es rápida y directa― Quiero hablar de nosotros.

One Shots ✹ Bucky Barnes (Editando)Where stories live. Discover now